Ť Publican en España libro con prólogo de Wenders


Buena Vista Social Club, ''bonita declaración de amor'' a Cuba

Ť Incluye testimonios de las leyendas musicales de la isla

Patricia Landino, especial para La Jornada, Madrid, 3 de agosto Ť Dentro del avión que lo llevaba a México para hacer escala a su destino final, Cuba, el cineasta alemán Wim Wenders no hacía sino rumiar imágenes, ideas, posibilidades. En realidad tenía la mente en blanco.

Una semana atrás, su amigo, el músico texano Ry Cooder, le pidió filmara una película de la que sólo Wenders tenía clara una sola cosa, el título, Buena Vista Social Club.

''ƑVienes o no?" -le espetó Cooder a Wenders-, para asegurarse de tener un sí por respuesta, no importaba la improvisación. De manera que Wenders no pudo negarse. Pertrechado con equipo digital, su ingeniero de sonido (Martin Muller, siempre ''dispuesto a vivir cualquier aventura"), su camarógrafo Jörg Widmer, pero sin nada claro en la cabeza, aceptó acompañar a Cooder a la isla para captar, por lo pronto, las imágenes de los astros de la música cubana. El resultado fue el filme que ha dado ya la vuelta el mundo, el documental Buena Vista Social Club.

Seres de espíritu indomable

''En el avión rumbo a México", adonde voló antes de llegar a la Cuba, ''estaba muerto de miedo", confiesa el cineasta alemán, en el prólogo del libro Buena Vista Social Club, publicado por la editorial Gustavo Gilli de Barcelona, con los mejores fotogramas de la película y otras fotografías de Wim y su esposa Donata Wenders, y que con posterioridad será lanzado en el continente americano.

En realidad la película se gestó dos años antes, cuando en una carretera de California Cooder le prestó un demo, sin mezclas, mucho antes de que saliera el primer disco compacto.

''Al recordarlo ahora, me doy cuenta de que la cinta se gestó en aquel momento y ésta es, pues, la razón por la que decidí hacer esta película: averiguar qué tipo de gente podía hacer esta música", continúa Wenders, quien igual que su amigo y colaborador en varias de sus películas (París-Texas, El final de la violencia) Ry Cooder se obsesionó por la música de Ibrahim Ferrer, Compay Segundo, Omara Portuondo y Rubén González.

''No podía dejar de pensar en lo que me había contado de La Habana", recuerda Wenders.

El realizador alemán no tenía idea si las cámaras digitales Beta que llevaba Widmer, con quien trabajó en Tan lejos, tan cerca, serían compatibles en la edición junto a una cámara profesional.

''Y nadie podía prever lo que ocurriría. Sólo era consciente de una cosa. Mi mantra debía hablar por sí misma."

El resto de la historia ya es conocida. ''La película trata del espíritu indomable de los que han sobrevivido sin desfallecer a pesar de las decepciones y los golpes, y que tampoco permitirán que les confunda el éxito y la fama mundial que han logrado a una edad casi bíblica" (Compay ya tenía más de 90 años cuando hizo la película), expresa el director de El hotel del millón de dólares.

En 130 páginas, el libro transcribe los testimonios de Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Rubén González, Barbarito Torres y Eliades Ochoa, entre otros; las letras de las canciones y una entrevista con Ry Cooder, vistos en el documental, además de magníficas panorámicas en blanco y negro y a wenders color de La Habana.

La edición recuerda las historias de Ibrahim Ferrer, quien vendía carbón y limpiaba zapatos para mantener a su familia, o de Rubén González, que durante más de diez años no tenía un piano, y quienes un buen día, ''por coincidencia", dice Ibrahim, fueron empujados fuera de sus casas para retomar la música y tocar en un estudio.

Lección de dignidad y humildad

''Me puse a cantar -prosigue Ferrer- el número. Entonces Ry estaba en la cabina, parece que me estaban espiando, y me oyó y les dio por grabarme el número. Bueno, está bien. No hay problema, lo grabamos y eso", cuenta el músico nacido durante un concurso de baile en un club de Santiago, en 1927.

Las imágenes de Rubén González y Eliades Ochoa en lo alto del Empire State Bulding, observando Nueva York y tratando de ver, a lo lejos, el collar de la estatua de la Libertad, el memorable concierto en el Carnegie Hall, o bien las calles de La Habana vieja, también aparecen en este libro en el que tanto Cooder como Wenders hacen una ''bonita declaración de amor'' a Cuba, patria de esos legendarios músicos.

''Haber podido participar en esta experiencia, estar allí en el momento en que estaba ocurriendo esta increíble historia, poder acompañar a estos músicos en su camino desde el completo olvido hasta el escenario del Carnegie Hall, ha sido un regalo y un privilegio incomparables y, al mismo tiempo, una lección única para las generaciones venideras, una lección de dignidad y humildad", concluye Wenders.

El realizador alemán, al volante de un automóvil de colección, acompañado de su amigo el músico cubano Compay Segundo, recorre las calles de La Habana en busca del legendario y ya desaparecido salón de baile Buena Vista Social Club Ť Foto: Donata Wenders