VIERNES 4 DE AGOSTO DE 2000

Cementerios clandestinos en Chihuahua y Arizona: activista


200 "desaparecidos" en la frontera

Gabriela Fonseca Ť Los desiertos del norte de Chihua-hua y de Arizona se han convertido en grandes cemente- rios clandestinos, acusa Laura Bonaparte, del grupo argentino Madres de la Plaza de Mayo-Línea Fundadora, pues en esa zona han desaparecido al menos 200 personas.

El Servicio de Inmigración y Naturalización estadunidense y la Procuraduría General de la República son responsables directos, declaran familiares de los desaparecidos, pues "muchas veces están en contubernio" con narcotraficantes y polleros.

Los familiares se han reunido en organizaciones para reclamar justicia y el fin de esta nueva impunidad; sin embargo, permanecen en el anonimato, por temor a represalias.

Señalan que en la región hay total impunidad contra los autores de asesinatos.

Por ello, Bonaparte fue invitada por estas organizaciones, que le pidieron compartir su experiencia.

La luchadora social dijo que uno de los principales retos es lograr leyes en las que se reconozca la desaparición forzosa como un crimen contra la humanidad y, por tanto, de jurisdicción internacional, no amnistiable y sin posibilidad de prescribir.

Uno de los testimonios recogidos por Bonaparte --con siete familiares desaparecidos por la dictadura de Argentina-- explica el origen de estas organizaciones.

Una joven, identificada sólo como Claudia, relató que su padre era experto en comunicaciones y había inventado un sistema que intercepta llamadas de teléfonos celulares, y vendió muchos de sus aparatos a "personajes de alto rango" de la PGR.

Un día, cuenta Claudia, llegaron a casa de la familia, en Ciudad Juárez, cuatro hombres que dejaron unos boletos de teatro para los padres de la joven. Cuando Claudia entregó los boletos, sus padres reaccionaron con angustia, se vistieron a toda prisa y salieron de su domicilio para no volver jamás.

La joven y sus hermanos conocen los nombres de las personas que dejaron los boletos y el hecho de que todos eran agentes de la PGR.

La familia presentó una denuncia ante las autoridades. El auto en que la pareja "fue al teatro" apareció abandonado, pero la policía se negó a examinarlo. Días después, el expediente sobre los padres de Claudia "desapareció" de la comisaría en que fue abierto.

Desde entonces, el caso ha pasado por las manos de cinco fiscales. El último recomienda a la familia, como lo hicieron todos los anteriores, no hacer nada. "Convencerlos de que nunca tuvieron padres o de que éstos decidieron abandonarlos", comenta Bonaparte.

Claudia y sus hermanos, sin embargo, se han dedicado a documentar la desaparición, enviaron cartas a dependencias gubernamentales de derechos humanos, sin obtener respuesta. En una ocasión, según el testimonio, "el abuelo Sánchez ofreció poner un aviso en un periódico", pidiendo informes sobre la pareja.

El aviso fue, en parte, el origen de las agrupaciones, pues cientos de personas llamaron al teléfono que se proporcionaba, no para dar informes, sino para solicitarlos, porque también tenían algún familiar desaparecido.

Bonaparte sostuvo que lo primero que deben hacer familiares de desaparecidos es no permitir que la identidad de las víctimas desaparezca, pues esa es la raíz del problema. "Si no hay nombres, no hay cuerpos, y si los hay, no tienen identidad, entonces no hay genocidas".