Ť Dieciséis números y 196 artistas conforman el espectáculo del Tropicana
Ron, tabaco y son en una noche de ensueño
Ť Entre vientos alisios, bailarines, orquestas y acróbatas recuerdan la historia negra de la isla
La Habana Ť En la calle 72 del barrio de Marianao, en La Habana, un arco luminoso distingue al Tropicana. A la entrada, en un amplio jardín, una fuente multicolor recibe a los asistentes. Es una bailarina (La Ballerina), creación de Rita Longa, el icono del cabaré. Más tarde moverá, con sus finos pies, en forma de agitador, la bebida de su vaso. En ese mismo jardín, otra fuente, ésta llamada Las Musas, creada por el escultor Aldo Gamba, deja ver la exquisitez de las formas cuando ocho mujeres desnudas bailan con el agua y las luces.
Largas filas de turistas se forman frente a un mostrador, donde se confirman las reservaciones y se paga el cóver. Sesenta dólares por persona, el más económico. El precio incluye una copa. Por 90 dólares usted tendrá una botella de ron y con 100 cenará y beberá. En el lobby, unos fortachones meseros negros lo reciben y le indican su mesa. Del lado derecho hay una mesa con habanos para que escoja el puro que quiera degustar. Habanos frescos. Si usted no ha probado alguno, el dependiente le sugerirá qué comprar y le obsequiará una pajuela para prender su vitola. No experimente y fume Cohíba en cualquier presentación.
Un amplio salón al aire libre, rodeado de árboles y palmeras, se deja distinguir al fondo. Una copa con ron y hielo y el olor a tabaco es el inicio.
''Bienvenidos damas y caballeros. Este es nuestro show. Tropicana, la gloria eres tú'', dicen los presentadores en tres idiomas y la luz interior de los años pasados se ilumina para presentar a una big band afinada y a cientos de bailarinas guapísimas que salen de todas partes para adornar el único cabaré al aire libre que existe en el mundo.
Salta la danza, bailan las luces y en el escenario suben los bailarines para abarcar los 180 grados de nuestra visión, en puro color y música cubana tradicional. El son de la loma. Nada menos y nada más. Un lugar común en la Habana y en el Tropicana.
Destellos de lujuria y familiaridad, ojos oscuros con rojos maquillajes y otra vez el fuerte olor a tabaco fresco inundan la escena. Soplan vientos alisios.
El escenario es alucinante. No sólo se viste de bailarines y danzón, sino que en los pasillos que nos acotan salen más bailarinas con plumajes en sus cabezas, para iniciarnos en un show acrobático y en una ceremonia yoruba, que en voz de su cantante negro nos recuerda las noches de un sueño que siempre hemos querido tener, de la película que no se ha filmado y del agrado de estar en la historia negra de Cuba.
Dieciséis cuadros musicales, con la dirección de Santiago Alfonso Ciento noventa y seis artistas en escena, una enorme orquesta dirigida por Horacio González, Roy Avila o Wilfredo Acosta, con la asesoría musical de Demetrio Muñiz, cercano colaborador del proyecto Buena Vista Social Club. Ciento cincuenta y cuatro minutos que se inician con El son de la loma, luego un Canto Arará, sigue Mayeya y antes de un fastuoso cuadro negro, que culmina con el sacrificio de una doncella, entran a escena los acróbatas, el grupo Ralf.
Sin duda, el clímax del show que deja apantallado al público. Cinco egresados de la Escuela de Circo de La Habana, que suben y bajan dos mástiles dobles con los brazos y las manos, haciendo florituras y jugando con sus cuerpos esculpidos con el trabajo y el equilibrio. Hombres hermosos que con su fuerza montan un espectáculo acrobático de indiscutible calidad a nivel del mar y bajo las estrellas, que en esta noche se ocultan tras las nubes que mueven los vientos alisios y el olor a tabaco húmedo. Un sabor que el ron impide se traduzca en odisea. Luego más bailarinas que mueven la cintura y los labios. Se recuerda a Benny Moré y a todas las vedettes exóticas que han pasado por nuestra mente.
El Tropicana, una compañía de 324 trabajadores (entre técnicos, músicos, vedettes, cantantes y administradores) que cada cuatro años cambia de show, pero que mantiene su presencia en el mundo con una parte de la compañía viajando por Europa.
El Tropicana, un cabaré bajo las estrellas, que contiene la historia negra de Cuba.
(Fabrizio León Diez, enviado)
Los acróbatas de la compañía Ralf, el clímax del espectáculo