JUEVES 3 DE AGOSTO DE 2000
Ť Rusia no ha ganado ni ha perdido, y admite 2 mil 537 bajas en su ejército
Se cumple un año de combates en Chechenia
Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 2 de agosto Ť La guerra de Chechenia, que el Kremlin todavía llama operación antiterrorista, cumplió este miércoles un año sin alcanzar su proclamado objetivo de acabar con la resistencia independentista. Tras 12 meses de cruentos combates que comenzaron con 100 mil soldados rusos contra 26 mil rebeldes chechenos, el balance es que Rusia no ha perdido la guerra, pero tampoco la ha ganado, por más que insista en ello el gobierno del presidente Vladimir Putin.
Luego de que Moscú descartó negociar un arreglo político con los rebeldes e impuso una administración temporal que sólo agrava las discordias entre los distintos clanes pro rusos, no se vislumbra un pronto fin al conflicto, que se ha trasladado al terreno de la guerra de guerrillas, emboscadas y atentados suicidas, por parte de los separatistas. Las autoridades rusas consideran el inicio oficial de esta guerra a partir del 2 de agosto de 1999, fecha de los primeros enfrentamientos entre policías daguestaníes y combatientes islámicos. En realidad, sería más exacto fijar la fecha del comienzo el 8 de agosto de ese año, en que ocurrió la invasión de Daguestán por las columnas de Shamil Bassaiev, el principal jefe militar checheno quien, por razones aún no aclaradas que se prestan a sospechas de todo tipo, habría decidido de repente instaurar un régimen islámico en la vecina república caucásica.
La fecha es secundaria ante los saldos: ciudades enteras devastadas, aldeas arrasadas, cerca de 300 mil chechenos desplazados y refugiados en Ingushetia y otras repúblicas caucásicas vecinas, decenas de miles de muertos y mutilados entre la población civil y 14 mil combatientes islámicos muertos, según estimaciones oficiales rusas.
Y esto al costo de elevadas bajas propias. Rusia reconoce 2 mil 537 soldados y oficiales muertos, y 8 mil 50 heridos, cifra que puede ser mucho menor que la verdadera, a juzgar por las listas que elaboran los comités de madres de soldados rusos desaparecidos en combate.
El propio Putin recibió un balde de agua fría al acercarse a familiares de los paracaidistas muertos en combate y escuchar sus reclamos de falta de atención por las autoridades de sus distintas regiones, en una ceremonia conmemorativa del 70 aniversario de la creación de las Tropas de Desembarco Aéreo, en la ciudad de Pskov.
Putin aprovechó para tocar una vez más la fibra patriótica de la población al afirmar que "hemos pagado un precio muy elevado, pero no ha sido en vano". Agregó que "sólo nuestras acciones decisivas para restablecer la legalidad, preservar la Constitución y proteger los derechos de los ciudadanos hicieron posible revertir la desintegración del Estado".
A un año del inicio de la guerra, los generales rusos ya no saben qué decir y tampoco parece preocuparles que sus declaraciones triunfalistas sean cuestionadas por los hechos. Podría pensarse que a fuerza de repetir verdades a medias, cuando no mentiras, acaban creyendo lo que dicen y se sienten orgullosos de contribuir a crear una imagen que tantos beneficios políticos ha representado para el Kremlin al interior del país, donde la condena prevalece y las críticas sobre la violación de los derechos humanos son cada vez más fuertes.
Quizá les sirva de consuelo a los generales rusos que los jefes militares chechenos tampoco se han apegado mucho a la verdad, atribuyéndose espectaculares acciones que nunca existieron, en una guerra paralela de declaraciones y desmentidos.
Aparte de que el alto mando militar ruso ha proclamado varias veces "el fin de la guerra como tal", asegura que quedan sólo unos 2 mil combatientes islámicos. Eso lo viene diciendo desde hace tres meses y, cada semana reporta por lo menos 100 bajas entre los chechenos en armas.
El vocero de las Fuerzas Armadas federales, general Valeri Manilov, reveló este miércoles que "14 mil combatientes islámicos fueron aniquilados desde el comienzo de las hostilidades", cuando él mismo aseveró, el 11 de noviembre pasado, que desde la invasión de Daguestán habían muerto 3 mil rebeldes chechenos y quedaban "no más de 5 mil".
Hace apenas unos días, el propio Manilov, subjefe del Estado Mayor ruso, admitió por primera vez una cifra cercana a la manejada por fuentes independientes al mencionar que, en agosto del año pasado, los combatientes islámicos sumaban 26 mil hombres. Sería ocioso preguntarle dónde están los 12 mil rebeldes que faltan para que los números cuadren. Los combates, lamentablemente, continuarán y los chechenos se preparan ya para una nueva campaña de invierno.