MIERCOLES 2 DE AGOSTO DE 2000
Ť Emilio Pradilla Cobos Ť
Los retos del futuro
Durante tres años, los gobiernos de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles abrieron la transición democrática en el Distrito Federal. Ante la campaña de malinformación de la mayoría de los medios de comunicación y las restricciones presupuestales impuestas por el gobierno federal y la alianza PRI-PAN en la Cámara de Diputados, respondieron con serenidad, firmeza y honestidad. En los conflictos sociales, lograron evitar la represión, solicitada a gritos por la derecha. Inauguraron una forma de gobernar democrática, de relación más directa con la gente y que puso en primer plano la atención de las apremiantes necesidades de los sectores más desfavorecidos. Hicieron lo que estuvo a su alcance para combatir la inseguridad y la violencia que corroen a la nación y la capital. Dejaron atrás el autoritarismo priísta y sus métodos. Pero tenían ante sí el apremio de los capitalinos que querían que en tres años se resolvieran los problemas generados en medio siglo por los gobiernos priístas y sus modelos económicos.
Los ciudadanos, aturdidos por el marketing y el histrionismo foxista, y descontentos con los errores del PRD, le redujeron su apoyo electoral y colocaron en una situación de poder dividido al próximo jefe de Gobierno. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, menos presionado por el tiempo y las elecciones, y los delegados del PRD, tienen una difícil tarea: enfrentar, al mismo tiempo, las expresiones más inmediatas de la crisis económica y social, y avanzar en la solución de sus causas estructurales, para lo cual no dispondrán de recursos financieros suficientes, ni de una relación política favorable con los neoliberales de PRI-PAN en el Congreso, ni con Fox en el Poder Ejecutivo federal.
Para los capitalinos lo urgente es erradicar la delincuencia y restaurar la seguridad pública; aumentar el empleo estable, elevar los ingresos y controlar el ambulantaje; mejorar el tránsito vehicular y el transporte y reducir la contaminación ambiental, y mejorar los servicios públicos para abatir la pobreza. En la población no hay la conciencia de que superar estos problemas exige solucionar sus causas profundas, para lo que muchos instrumentos están fuera del alcance del Gobierno capitalino. Los límites estructurales al desarrollo integral de la ciudad son muchos y complejos. El DF y la Zona Metropolitana no soportan mayor crecimiento poblacional, pero sólo una política federal puede modificar las tendencias. Hay que recuperar el dinamismo perdido por la economía metropolitana, para que se puedan generar más empleos, mejor remunerados, y reducir la informalidad. Urge enfrentar, con creatividad, el grave desequilibrio hidráulico: escasez extrema de agua potable y grandes dificultades para evacuar las aguas de lluvias y negras. Mejorar el transporte y abatir la contaminación atmosférica exige reestructurar la vialidad, reducir el uso del auto particular, ampliar el Metro y otros sistemas racionales no contaminantes, sustituir los microbuses por grandes camiones. Además, regular, reordenar y redensificar la estructura urbana, para garantizar la productividad, dinamizar la economía y satisfacer las necesidades de infraestructura, servicios, vivienda y otros inmuebles.
Urge actuar, a pesar de los márgenes estrechos, para garantizar los derechos universales a los servicios sociales básicos (alimentación, educación, salud, recreación y vivienda), muy golpeados por la privatización y el recorte del gasto social impuesto por el neoliberalismo. Es necesario recuperar la rentabilidad del sector rural, mejorar su calidad de vida, frenar la urbanización y habilitar el suelo de conservación para el uso recreativo de los capitalinos, para restablecer el equilibrio ecológico; ampliar la captación de recursos financieros y mejorar su utilización. Para hacer viable lo anterior, habrá que concluir la reforma política y consolidar y ampliar la gestión metropolitana coordinada.
El nuevo gobierno tendrá que combinar creativa y cuidadosamente las acciones inmediatas con lo estratégico de mediano y largo plazo, en el marco de un proyecto urbano integral; y lograr consensos con las otras fuerzas políticas en las delegaciones, la Asamblea Legislativa, el Congreso y el Ejecutivo federal. El PRD-DF, que no ha iniciado su balance público, está obligado a superar sus contradicciones y transformarse a fondo, para que con autonomía del gobierno local, impulse las políticas apropiadas y sirva de soporte e instrumento del cambio estructural que requiere la ciudad.