MIERCOLES 2 DE AGOSTO DE 2000
Ť Arnoldo Kraus Ť
Desnutrición: espejo de México
La nutrición es un fenómeno menos complejo que la desnutrición. De la primera se ocupan las personas y los médicos. De la segunda es responsable el Estado. Mientras que la alimentación es un fenómeno individual, su contraparte suele ser un suceso comunitario con consecuencias ilimitadas para los afectados y para el desarrollo de cualquier nación. Desnutrición implica olvido, miseria, injusticia, desigualdad social y un movimiento perpetuo que tiende a sepultar a la comunidad afectada. Sin educación y sin proteínas, dos constantes que suelen caminar de la mano, las oportunidades laborales, "de vida", suelen ser oníricas.
Es curiosa nuestra dialéctica nutricional. En las pasadas elecciones, el sur del país no sólo se nutrió de votos priístas, sino que el partido en el poder ganó en la mayoría de los estados sureños, región en donde campea la desnutrición. Mientras que la lógica de los sufragios diría que los desnutridos gustan del PRI, la lógica de otras razones diría que la mala alimentación es fiel aliada del oprobio.
Según datos proporcionados por Adolfo Chávez, jefe del Departamento de Educación Nutricional del Instituto Nacional de Ciencias Médicas Salvador Zubirán, "66 por ciento de los municipios del país, en los que viven alrededor de 30 millones de personas, registran niveles altos de desnutrición". Entre los estados más afectados están Oaxaca, Yucatán, Campeche, Veracruz y Chiapas. Me concentro en Chiapas y en el Informe parcial del estado de nutrición en menores de cinco años en el municipio de Polhó. Los datos provienen de estudios efectuados por los doctores Víctor Ríos Cortázar y Joel Heredia Cuevas, así como por la licenciada en nutrición Lizbeth Tolentino Mayo.
En julio de 1998, después de haber analizado el perfil de morbilidad en la Clínica Autónoma Emiliano Zapata de Polhó, se concluyó que "...entre las enfermedades más importantes estaban aquellas relacionadas con problemas de alimentación". A partir de esa observación, se decidió investigar la situación nutricional de los menores de cinco años. Los investigadores levantaron dos encuestas. La primera evaluación se realizó en enero de 1999 en 270 menores, y la segunda, en marzo de 2000, en 344 infantes. Grosso modo, en 1999 la desnutrición afectaba a 57 por ciento de los estudiados. En el 2000, los números se habían incrementado a 74 por ciento. Alteraciones similares se observaron entre talla y edad: mientras que en 1999, 82 por ciento de los niños eran anormales, un año después el número se elevó a 88 por ciento.
Según los investigadores, "el proceso de deterioro observado en el estado nutricional de los menores de cinco años de Polhó, refleja las críticas condiciones de vida que supone el desplazamiento forzado en que se encuentran los pobladores de esta comunidad". Acorde con su análisis, en los menores entre 0 y 24 meses que nacieron en las condiciones de desplazados, los niveles de desnutrición (leve, moderada y grave) se incrementaron en todos sus grados, "no obstante que todos ellos y ellas -los menores de un año- están siendo lactados por sus madres". En este grupo de pequeños, la desnutrición grave es cuatro veces mayor que el promedio nacional.
Es evidente que las mermas en la salud de estos menores -Ƒcómo llamarlos: niños y niñas mexicanos, menores desplazados, infantes desnutridos, niñas y niños de la guerra, menores del olvido, o, llanamente, testimonio de la brutalidad gubernamental ejercida en Chiapas?- repercutirán, para siempre, en su vida. Ya sea que fallezcan por enfermedades asociadas, o que no puedan entrar al torrente de la vida por alteraciones físicas y/o intelectuales, la realidad es que su situación nutricional conjunta los estragos de la miseria y de la guerra. Y, de un México selectivamente amnésico, y de una nación que ha querido disfrazar crónicamente la realidad.
Los niños y niñas de la guerra de Polhó son también los otros del gobierno. Víctimas en su propia tierra, de una historia inacabada, de un capítulo de este tiempo mexicano que a tantos asfixia y que debería incluirse en los libros de historia de todas las escuelas, estos menores son un largo testimonio palpable, vigente y miserable de la incompetencia gubernamental para aliviar esa larguísima guerra intestina.
La desnutrición es un problema mexicano. Es un brete moral y social. Es el fiel de la balanza de los discursos de nuestros ministros que con sus números macros desdeñan realidades alarmantes y lacerantes como la desnutrición. Es evidente que el futuro de los niños de Polhó es el no futuro. A menos que los datos de Ríos et al. sean inventados.