MARTES 1o. DE AGOSTO DE 2000

 


* Ugo Pipitone *

Asia oriental, tres años después

Hace tres años, por estas fechas, sucedió lo inconcebible. Asia oriental, esa maquinaria de desarrollo económico tan heterodoxa como incomprensiblemente exitosa, se atascó. Ese objeto de deseo, envidias y preocupaciones de Occidente, parecía obtener el justo castigo por haberse alejado por tanto tiempo de la ortodoxia económica occidental.

Los problemas comenzaron en Tailandia y se expandieron rápidamente a Malasia, Honk Kong, Indonesia y Corea del Sur. ƑQué había ocurrido? Sinteticemos los datos más comunes a los países mencionados: 1. un excesivo endeudamiento de bancos y empresas, posterior a la liberalización de los mercados financieros por tanto tiempo reclamada por gobiernos occidentales y organismos internacionales; 2. sobrevaluación cambiaria; 3. uso excesivo de los recursos foráneos hacia actividades especulativas en bolsas y bienes raíces.

El cuadro era el acostumbrado: fuga de capitales, devaluaciones cambiarias (el baht, la moneda tailandesa, pasó de 29 a más de 50 por dólar entre julio del 97 y febrero del 98), ruinosa caída de títulos y propiedades, insolvencia de bancos y empresas endeudados en dólares. Un cuadro típicamente latinoamericano. Con un par de diferencias importantes: la mayor parte de los países involucrados tenía tasas de ahorro superiores al 30 por ciento y gozaba de confortables superávit comerciales. Dejemos de lado la triste intervención del FMI que, a cambio de su apoyo financiero, exigió exagerados aumentos de las tasas de interés con la consecuencia de hacer más incierta la recuperación de algunos países del área.

Sin embargo, la recuperación llegó en tiempos rápidos. Tailandia, cuyo PIB había retrocedido en más de 10 puntos porcentuales en 1998, registró para 1999 un crecimiento de 3.7, con una previsión de 4 por ciento para este año. Malasia, que en 1998 retrocedió en casi 8 puntos porcentuales, mostró en el 99 un crecimiento superior a 5 puntos que debería mantenerse para el año en curso. China, que fue afectada marginalmente (visto su control sobre los mercados de capitales), sigue viajando a tasas que oscilan entre 7 y 8 puntos porcentuales.

Fernand Braudel decía que Occidente, en algún momento de su historia, había entrado a un ciclo expansivo de largo plazo en el cual los retrocesos sólo podían ser momentáneos. Hay aquí un tema de reflexión y controversia interesante como pocos. El hecho es que algo similar puede aplicarse a Asia oriental. Es difícil describir con la precisión de la ciencia a una corriente histórica que alienta incluso los países en las peores condiciones de pobreza y de atraso institucional. Pero exactamente esto ocurrió en las décadas anteriores en Asia oriental y eso mismo parecería destinado a permanecer en el inmediato futuro.

El gran enfermo de Oriente no es Tailandia ni Corea del Sur (cuyo crecimiento, después del descalabro del 98 ha sido espectacular), sino Japón. Una economía que en los años 80 todavía crecía alrededor de 4 por ciento anual y en la década sucesiva sigue encallada en un estancamiento interminable. Los problemas japoneses son muchos: la crisis de las grandes empresas exportadoras, el endeudamiento de los bancos y, sobre todo, la incapacidad para construir un tejido de conexiones entre políticas, sociedad y negocios que resulte tan exitoso como el establecido por el Partido Liberal Democrático en la postguerra. Y que hoy muestra rigideces que lo vuelven inhábil para operar en un contexto nacional renovado. Dicho en síntesis: el mayor problema japonés es la transición política más que una economía que sigue conservando un potencial enorme de crecimiento.

A tres años de distancia Ƒqué ha dejado la crisis asiática de 1997-98? En primer lugar, una desconfianza difundida hacia Occidente que antes exigió la apertura de los mercados financieros, y después impuso el recetario acostumbrado del FMI. En segundo lugar, una mayor conciencia de la necesidad de avanzar en el terreno de la integración económica regional.

Pese a sus problemas recientes, de Asia oriental seguiremos hablando en las próximas décadas. Hay ahí una corriente de desarrollo que está lejos de agotarse y está ahí un conflicto abierto con Occidente acerca del intervencionismo estatal en economía y las concepciones de la democracia.