MARTES 1o. DE AGOSTO DE 2000
La maestra
* Luis Hernández Navarro *
En la rueda de la fortuna de la política nacional, Elba Esther Gordillo ocupa un lugar privilegiado. A veces arriba, en ocasiones abajo, pero nunca fuera de las "grandes jugadas" educativas, electorales y sindicales, la maestra ha mostrado ser un sorprendente holograma.
Ubicada hoy en el cenit de su gloria, figura clave en la recomposición del movimiento sindical, la política educativa del gobierno de Vicente Fox y los vínculos entre la próxima administración y el PRI, la líder moral del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) ha hecho de su vida política un interminable juego de serpientes y escaleras. Su apetito de poder la ha llevado a ascender en la jerarquía política y remontar sus desgracias haciendo uso de todos los recursos a su alcance, al punto de borrar la palabra lealtad de su diccionario personal.
De profesión normalista, incursionó en el mundo sindical primero como disidente y, más pronto que tarde, como institucional. Apoyada por el cacique del SNTE y líder vitalicio de Vanguardia Revolucionaria, Carlos Jonguitud Barrios, escaló aceleradamente posiciones y obtuvo dos diputaciones por parte del PRI. Condenada, a pesar de jugar un papel clave en el "fraude patriótico" contra el PAN en Chihuahua en 1986, a transformarse en pieza de adorno en el Museo del Charrismo Sindical, coqueteó levemente con la Corriente Democrática del PRI. El oportuno ofrecimiento de la delegación Gustavo A. Madero de la ciudad de México durante el gobierno de Carlos Salinas desinfló sus actitudes. En 1989 volvió a la vida sindical. A pesar de no contar con fuerza dentro del SNTE, la acción combinada de la protesta de miles de maestros democráticos y la decisión presidencial de prescindir del guía moral del gremio, la colocaron, al margen de cualquier legalidad estatutaria, al frente del magisterio.
Desde la secretaría general, Elba Esther Gordillo emprendió una carrera contra el tiempo para legitimarse y borrar su pasado. Como parte de ella lanzó una audaz ofensiva de relaciones públicas para cortejar intelectuales y periodistas. No escatimó recursos: ofreció comidas, organizó reuniones "educativas", les abrió las puertas del sindicato para que dieran conferencias y publicó sus libros a cuenta de las finanzas del gremio. Su aspiración era presentarse como la gran reformadora del sindicalismo mexicano.
Las transformaciones que emprendió para "democratizar" al SNTE implicaron, tan sólo, cambios cosméticos para embellecer el rostro de un sindicato desprestigiado. En el camino buscó cooptar, infructuosamente, a la oposición democrática organizada en la CNTE. Logró, tan sólo, atraer a algunos dirigentes seccionales a sus filas e inventarse disidencias a modo para justificar su pluralismo de papel. Fiel a la escuela de Jonguitud Barrios, la maestra impuso a sus dos sucesores, mientras se mantuvo como la figura fuerte del gremio, con la que, gobernadores y secretarios, deben negociar.
Impulsora del Foro del Sindicalismo ante la Nación, el más ambicioso proyecto de reorganización del sindicalismo mexicano de los últimos años y el único capaz de disputar a la CTM la hegemonía del movimiento obrero, la profesora Gordillo reventó la confluencia, se peleó con su antiguo aliado Francisco Hernández Juárez y se negó a formar parte de la Unión Nacional de Trabajadores. A cambio, obtuvo la dirección de la CNOP y una senaduría.
Hoy, la líder moral del sindicato vuelve a ubicarse en el ojo del huracán. Tiene con Vicente Fox una vieja relación que proviene de su participación en el Grupo San Angel, pero que se ha alimentado del entendimiento que ambos lograron para contener la fuerza que los viejos vanguardistas poseían en Guanajuato cuando el panista era gobernador de la entidad, y de la amistad con personajes clave del próximo presidente, como Jorge G. Castañeda. Cuenta, además, con un verdadero arsenal político: 14 diputaciones y una senaduría.
El hombre de las botas enfrentará un complejo problema de gobernabilidad en el sector educativo. La agenda pedagógica de su partido choca frontalmente con la herencia dejada por la educación pública en el país. Como lo han vivido en carne propia las administraciones panistas de Chihuahua y Baja California, el SNTE es un hueso duro de roer. Muchos miles de maestros siguen creyendo en la ideología de la Revolución Mexicana.
Tarde o temprano, para escándalo de los priístas, entre el gobierno de Vicente Fox y Elba Esther Gordillo se formalizará un matrimonio por conveniencia. Ambos se necesitan; los dos han sabido cambiar de piel tantas veces como ha sido necesario. La nueva alianza nada tendrá que ver con las ofertas de campaña de uno o con el maquillaje de la modernidad y la democratización sindical de la otra. No se trata de amor sino de interés; el pragmatismo que impone la necesidad de la convergencia provocará que las reformas de fondo en lo educativo y lo sindical sigan durmiendo el sueño de los justos. *