LUNES 31 DE JULIO DE 2000
* José Cueli *
Los picadores acabaron a los de Zacatepec
Aquella mujer, alta, morena y ondulante en sus lujos negros, desplegaba al pasar una extraña inquietud de misterio. Sobre su rostro perfumado, un perfume inconfundible y sin nombre, hervían las miradas y los cuchicheos. Nunca sonreía con la herida vermellón y circunflexa de su boca. Nunca el fulgor de sus ojos cambió. Su mirada era lejana y melancólica. El rostro cálido que el cabello largo y lacio enmarcaba anguloso, le florecía en lo alto del talle esbelto del cuerpo. Una suprema distinción le hacia destacarse en la Plaza México y opacar el resto de lo que sucedía ųnada significativo por lo demásų, más de lo mismo; gayolas y puyas a destajo y derechazos a morir.
Al lado de la línea altiva y sombría de la enigmática, aquella insinuación carnal de sus piernas, que recogían los deseos mudos de los aficionados y aumentaban el misterioso encanto y la doble línea de sus brazos desnudos que parecían reptar el "algo" vago de su música corporal. En los tendidos, los mismos "cabales" de siempre, los mismos vendedores, los cerveceros, los mismos fotógrafos, los mismos crónicos, los mismos gritones. Y en ese "entonces" fue cuando se hizo dueña de la plaza, la situación y la novillada; tendía sus brazos nacar sobre el tubo de la barrera, su cuerpo parecía temblar de sensual entrega ante la sangre y la llovizna bajo la arena. Una sensación de orgullo y de vida propia sugería la enigmática. Ese enigma, ese misterio, que no tenían los novilleros en el redondel. Si algunos de los novillos de Zacatepec. Pese a que la misteriosa mujer embriagaba la novillada, ante la falta de misterio, de "algo", de ese "no sé qué" de los novilleros. Hasta que la mujer del rostro moreno, mirada indiferente y cuerpo ondulante en lujoso negro, subió las escaleras rumbo al túnel...
Y los de siempre, los cabales, los vendedores, los crónicos, nos quedamos en espera de quien sabe qué. Mientras en el ruedo, los novillos de Zacatepec, difíciles, algunos encastados, bravos con los caballos, fueron acribillados por los picadores. Los novilleros pasaron de verdes... Lizardo en la enfermería, y el Veloz, con una orejita, por un par de Calafia, salpicado de mucho teatro, al gusto de sus paisanos de Apizaco...