DOMINGO 30 DE JULIO DE 2000
* Experto de Harvard propone becas y desaparecer la segregación en escuelas
Enseñanza especial para los pobres, opción contra la desigualdad en AL
* México es ejemplo de la enorme brecha entre los distintos grupos sociales, señala el investigador Reimers
Claudia Herrera Beltrán * Convencido de que la educación es una llave mágica para acabar con la desigualdad social en América Latina, el investigador de la Universidad de Harvard, Fernando Reimers, advierte que en la región faltan estrategias de enseñanza específicas para los más pobres. Su propuesta consiste en otorgar becas y créditos a los estudiantes de bajos recursos para que accedan a la secundaria y a la universidad, gastar más en ellos que en otros grupos sociales, desaparecer la segregación en las escuelas y diseñar verdaderas políticas de equidad social.
Reimers llegó a esta conclusión luego de estudiar detalladamente los enormes niveles de desigualdad social en la región y advertir, sin lugar a dudas, que "las sociedades latinoamericanas son injustas".
Entre esas cifras decepcionantes que el experto en educación cita como prueba de la desigualdad de oportunidades educativas de los pobres en Latinoamérica, las de México le sirven, sobre todo, para reflejar la enorme brecha entre los distintos grupos sociales: el 10 por ciento más pobre de los mexicanos mayores de 25 años tiene un nivel de escolaridad de 2.14 años, y el 10 por ciento más rico, de 12.3.
Estos números, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), son apenas una muestra de lo que ocurre en toda la región, señalan los estudios del investigador, quien el viernes pasado presentó en México la edición en español del libro que elaboró junto con Noel McGuin, titulado Diálogo informado, donde analiza cómo la investigación debe influir en el diseño de las políticas educativas.
En cada país coexisten dos
Pero a lo que ahora dedica más tiempo es a promover políticas para superar esta desigualdad en la región, que se traduce en las siguientes estadísticas recopiladas por el experto: "En cada país de América Latina coexisten dos naciones, desde el punto de vista educativo. De 30 a 40 por ciento de la población con muy bajos niveles de logro educativo, promediando en algunos casos apenas dos años de escolaridad, y 20 por ciento de la población con niveles de enseñanza dos y tres veces más altos", señala.
Pero qué decir de la desigualdad en la distribución de ingresos. El número de personas que vive bajo la línea de pobreza aumentó de 136 millones, en 1980, a 204 millones en 1997. Una cuarta parte del ingreso nacional lo recibe 5 por ciento de la población, mientras que el 30 por ciento más pobre percibe sólo 7.5.
ųDespués de conocer estos números rojos, Ƒcuál es el destino de los latinoamericanos? ƑUn callejón sin salida de pobreza e ignorancia? ųse le pregunta. El sociólogo le apuesta a algo que en la jerga educativa se conoce como "políticas de acción afirmativa y discriminación positiva", que no son más que programas especiales de enseñanza para los pobres.
En México, lo más cercano a esa propuesta han sido los programas compensatorios, más conocidos por sus siglas PIARE, PARE o PAREB, que fueron diseñados en 1995 para otorgar recursos especiales a los niños de las zonas más pobres del país, ya sea en útiles escolares, transporte, remodelación de escuelas o pagos adicionales para que sus maestros no abandonen medios tan inhóspitos para dar clases.
Reimers considera que se necesita avanzar más en estas políticas y no quedarse con los compensatorios, porque ni en México ni en otros países de América Latina han logrado cambiar significativamente los niveles de aprendizaje de los estudiantes.
Aunque se requiere más tiempo para conocer su impacto, considera que se debe ir más allá, no sólo asignando más recursos a la educación de los niños de menores ingresos, sino destinarles más de los que reciben estudiantes con mejor posición económica.
Otra forma de promover la igualdad a través de las aulas es impulsar lo que él llama la "movilidad educativa intergeneracional", que consiste en facilitar a los estudiantes de bajos ingresos el acceso a la secundaria y a la universidad.
Si los países de América Latina no se conforman con ser maquiladores, necesitan asegurar que su población pobre alcance los niveles educativos más altos, y explica que en estos tiempos ya no es suficiente que todos los estudiantes tengan el nivel de primaria.
Por ejemplo, en Brasil y México, menos de 3 por ciento de la matrícula universitaria procede del grupo inferior de ingresos, y menos de 7 por ciento del 40 por ciento más pobre. Mientras que en Perú, sólo 10 por ciento de los estudiantes universitarios proceden del 40 por ciento más pobre.
Para acabar con estas diferencias entre estudiantes pobres y ricos, propone diversificar la oferta educativa, desarrollar sistemas de becas y crédito y cobrar cuotas a aquellos estudiantes con capacidad de pago. Además, sugiere que las políticas compensatorias en los niveles básicos también sirvan para preparar a los estudiantes de menores recursos para desempeñarse con éxito en los niveles superiores, y no, como ocurre ahora, que estos sean los primeros marginados de las universidades, ya sea porque no aprueban los exámenes de ingreso o porque estando en las aulas se quedan en el camino.
La otra opción, añade, es desaparecer la segregación social en las escuelas, que se manifiesta, por ejemplo, en que los maestros de planteles donde se concentran estudiantes de menores ingresos dan un "currículum diluido". Esto provoca que los alumnos no puedan expandir su capital social desarrollando vínculos con niños de otros niveles educativos.
Reimers sintetiza el nuevo papel de la educación: "pedir a la escuela que enseñe a los hijos de los pobres de forma que éstos puedan ser libres y tengan en la vida las mismas opciones que los demás niños, a las comunidades escolares que cambien su práctica y sus expectativas. Es pedir cambiar nuestras creencias más profundas sobre el potencial y los derechos de los niños indígenas, de los hijos de los pobres".