VIERNES 28 DE JULIO DE 2000

* La glasnost de Gorbachov derivó en un proceso de expresión incontrolado


Los erotómanos rusos, felices por la variada oferta nudista de la tv

* Defensores de la moral y las televisoras se preparan para la batalla legislativa del sexo en la Duma

fotorusia Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 27 de julio * Las noticias son sólo un pretexto para irse despojando de la ropa, hasta que la conductora queda con los pechos literalmente al aire. Desde hace unos meses y con las variaciones de rigor, Svetlana Pesotskaya repite el número los viernes y lunes en el "noticiario" Golaya pravda (Verdad al desnudo), juego de palabras que puede traducirse como Pura verdad.

Los productores del programa, emitido con señal abierta en el canal de televisión de banda decimétrica M-1, no ocultan que su propósito es elevar los índices de audiencia, algo que se antoja de suyo difícil por la variada oferta de programas con similar contenido en la barra nocturna de la competencia.

Sin mayores pretensiones, Pura verdad busca entretener a un segmento de los erotómanos rusos, que demanda algo distinto al strip-tease tradicional, reproducido hasta la saciedad por canales con programas casi siempre estadunidenses.

En una suerte de televisión interactiva pero por correo ordinario, el espectador tiene la última palabra y, por eso, en cada nueva emisión de Pura verdad se toman muy en cuenta los deseos y sugerencias enviados por carta. La mayoría de las peticiones se centran en qué parte del cuerpo de la conductora enfocar más.

Svetlana, egresada del instituto de Arte Escénico de Moscú, considera que desnudarse es parte de un trabajo que, además de satisfacción, le proporciona altos ingresos.

La siguiente innovación de Pura verdad será contar con "reporteras" propias que intentarán hacer, llamémosle así, su labor informativa, fuera del estudio y en lugares concurridos, como Dios las trajo al mundo y, desde luego, antes de que la policía llegue a levantarles infracción por faltas a la moral.

Contra lo que pudiera parecer, programas como Pura verdad no causan sensación en Rusia. Hace rato que el puritanismo de la televisión que podía verse en este país en los tiempos soviéticos dejó su lugar al extremo opuesto, en el que los programas de sexo o desnudos no conocen censura, salvo los que se adentran en los terrenos del hard porno.

Aportación al género

Aun antes de la salida al aire de Pura verdad, el canal Tv-6 intentó hacer su aportación al género con Sniato (Se la quitó), que por ahora dejó de emitirse, donde la periodista Anastasia Soloviova procuraba desnudar a sus entrevistados en sentido figurado y, al final de la conversación, directo.

Anastasia, quien no dudó en poner el ejemplo y fue la primera en desvestirse, dice que su programa nació de la idea de que el público tiene derecho a apreciar tanto el mundo interior de los entrevistados como su cuerpo. Algunas estrellas del espectáculo, hombres incluidos, aceptaron el reto, seguramente por una buena remuneración.

En la época soviética hablar de sexo era tabú y la censura no admitía ni el más mínimo atisbo de desnudez en la televisión, intolerancia que llegó a mutilar con torpes tijeras reconocidas obras maestras de la cinematografía mundial.

La glasnost de Mijail Gorbachov, poco a poco, fue ensanchando los márgenes de expresión en los medios hasta desatar un incontrolado proceso, en que la libertad de creación se nutrió inicialmente del deseo natural de mostrar per se, con o sin razón, lo antes prohibido.

A la luz de lo que puede verse hoy en la televisión rusa, resulta antológica la respuesta que dio un ama de casa, treintañera y todavía soviética, en uno de los primeros telepuentes en vivo entre Moscú y Washington, precursores de los talk shows vía satélite. Una estadunidense le preguntó si en Rusia, entonces a mediados de los ochenta la URSS, también existía el problema de la pornografía la mujer ųque pasó a la historia, presa del nerviosismo y guiada por su sentido del patriotismoų respondió: "Aquí no tenemos... sexo".

Quince años después, millones de televidentes rusos han aumentado sus conocimientos de latín con palabras como fellatio y cunnilingus, que constituyen parte infalible del léxico del programa Pro eto (Sobre eso), emisión sabatina del canal NTV.

Típico talk show, con paleros y uno que otro espontáneo, Pro eto, eufemismo que empleó Fiodr Dostoievski por primera vez en Los hermanos Karamazov, es conducido por una rusa negra y, para mayor efecto, con peluca rubia.

El productor del programa, Leonid Parfionov, está convencido de que nadie más podría causar el mismo impacto y aceptó las condiciones de la conductora, Elena Hanga, que reside habitualmente en Nueva York. Cada dos meses viene a Moscú para grabar durante una semana las próximas ocho emisiones, tras reponerse del vuelo trasatlántico y a un ritmo de dos por día.

Hija de un estudiante tanzano que quería ser primer ministro de su país y murió en una revuelta por el poder y, por parte de su madre, nieta de un afroamericano que llegó a la URSS para construir el comunismo en los años treinta, Elena no se aparta de un guión rigurosamente diseñado para escandalizar al público.

Tras el efecto de auténtico choque de las primeras emisiones, el programa se mantiene desde 1998, la inercia y el tedio es lo que predomina. Ya nadie se escandaliza y quedan pocos temas que no hayan sido desmenuzados en Pro eto.

La sabatina discusión monotemática, de acuerdo con una rápida consulta hemerográfica, se ha centrado en la masturbación, la bisexualidad, el sadomasoquismo, la virginidad, el sexo oral, la impotencia, la prostitución, el sexo sin amor, la hipersexualidad, el amor lésbico, el sexo en grupo, el orgasmo, la abstinencia, el exhibicionismo, la homofobia, los experimentos en la cama, el sexo entre adolescentes, la desigualdad sexual, la prostitución masculina, la sexualidad alternativa, la primera experiencia sexual, entre otras materias.

La mecánica de la producción es muy simple: invariablemente dos protagonistas, uno en favor y otro en contra, cuentan su historia y responden a las preguntas de la conductora, simulando una polémica que el público en el estudio adereza con sus esporádicas intervenciones.

Con frecuencia, la barra nocturna de la tv rusa incluye, sin excepción, películas eróticas. Prácticamente todos los filmes de Tinto Brass, Walerian Borowczyk, Bigas Luna o Zalman King, directores que tienen especial predilección por el desnudo, han pasado sin cortes en la televisión local, sin faltar clásicos como la cinta francesa Romance, estelarizada por Caroline Ducey, o El último tango en París, de Bernardo Bertolucci, retransmitida por segunda o tercera ocasión hace apenas unos días.

Por lo pronto, los erotómanos en Rusia se dan gusto y confían en que el grupo de diputados de la Duma, que promueve la creación de un consejo superior de defensa de la moral en la televisión, vuelva a fracasar, como sus colegas de la anterior legislatura.

El correspondiente proyecto de ley está listo y será discutido en el periodo de sesiones del próximo otoño. Los autores del documento piden un presupuesto anual de 2 millones y medio de dólares para "cuestiones operativas" del consejo, suma que el gobierno calificó de principal impedimento para instrumentar una instancia reguladora de contenidos como la propuesta.

Los poderosos intereses mercantiles detrás de la programación erótica en la televisión rusa tampoco pierden el tiempo y se preparan para esta batalla legislativa del sexo, dispuestos a aplicar los estímulos monetarios que suelen inclinar la balanza en su favor.