JUEVES 27 DE JULIO DE 2000

 


Ť Margo Glantz Ť

Las aventuras de un orinal

Situada junto al río y a un puente construido sobre el Támesis para que los peatones de la otra orilla puedan cruzarlo, está la nueva Tate de Londres, uno de los museos más espectaculares de los últimos tiempos. El puente, inaugurado el mismo día en que se abrió el museo, empezó a estremecerse mientras pasaban centenares de peatones, ansiosos de estrenarlo: fue clausurado hasta nuevo aviso. ƑUna impostura?

La primera exposición temporal de la nueva Tate, colocada en la enorme entrada, llena de visitantes y de niños, es incluye esculturas e instalaciones de Louise Bourgeois, una araña inmensa, una torre altísima que se alza hasta alcanzar el último piso del museo, creo el séptimo.

En el primer piso hay salas de diversos tamaños que albergan obras modernas exhibidas con una intención más temática que histórica. En una de esas salas, junto a cuadros de Francis Picabia, reproducciones de obras de Duchamp, cuyos originales se encuentran en el museo de Filadelfia: el Gran Vidrio, cuadernos, dibujos, manuales, cuadros, entre ellos el relieve de un pecho femenino con el letrero ''no tocar'' y el célebre orinal de 1917, cuyo original se ha perdido y del cual existen otras copias, como la exhibida en la fundación Nina Vierny (museo Maillol) de París, en donde acabo de ver una retrospectiva de Bonnard que como el surrealista Picabia es cada vez más apreciado y exhibido.

Enviado con un seudónimo, R Mutt, al Salón de Artistas Independientes de Nueva York, de la cual Marcel Duchamp fue miembro fundador, el orinal fue rechazado. Este objeto que cancela su valor de uso gracias a un gesto de su autor -el orinal se exhibe al revés, se firma con un seudónimo y se presenta a un concurso- se convierte a partir de ese momento en objeto artístico. Duchamp erige como obra de arte un objeto industrial y lo transforma en arte, es decir lo vuelve un paradigma, el eslabón que separa o que une el arte moderno con el premoderno.

La historia de este orinal no termina allí, es más bien una historia de larga vida, que se extiende en el tiempo; su sentido empezó a perfilarse en las revistas The Blind Man (El ciego) y Rongwrong, fundadas inmediatamente después de que la obra fuera rechazada por el propio Duchamp, Man Ray, Picabia y Jean Crotti, para discutir tanto el rechazo como el gesto que convirtió al orinal en ready made y, por tanto, en objeto artístico; una amplia discusión crítica y filosófica se reinicia cuando Duchamp regresa a Nueva York en 1940.

Como muestra de estas controversias que han acompañado al arte moderno a partir de Duchamp, está una exposición de 1993, en la ciudad de Nimes, en Francia, donde se vuelve a exhibir el ready made. Uno de los invitados lo usa como orinal y destruye sus bordes con un martillo, abandona luego el local sin que nadie lo advierta. Un periódico local reseña el acto unos días más tarde y se inicia una investigación y la búsqueda del ''criminal''. Imitando a Duchamp, Pierre Pinonceli, ''un artista del gesto'' o ''perfomancista'' como ahora se les llama, reinvidica su acto.

Otro de sus gestos había sido verter pintura roja sobre el saco de André Malraux, invitado a colocar la primera piedra del museo Chagall en Niza en 1966. Pinoncelli es condenado a un mes de prisión y a una multa y luego liberado sin sanción alguna.

Pinoncelli argumentó que no se trataba de un acto de vandalismo, sino de una forma de intervención artística, una nueva producción de sentido, añadida al gesto primordial de Duchamp, el que precede a la conversión de un ready made en obra de arte. El gesto teatral, el acto mismo de orinar en un orinal que se ha convertido en un objeto de museo, dice Pinoncelli, ha devuelto su sentido original, lo ha hecho recuperar su función de orinal. Golpearlo con un martillo es acentuar aún más su carácter de objeto ordinario.

El performance de Pinoncelli no tuvo mayor consecuencia, su gesto fue incompleto, no fue seguido de un escándalo periodístico y no tuvo por tanto las proporciones que él intentaba darle: llamar la atención gracias a su atuendo -una banda negra con un letrero sobre un ojo y a una doble acción, orinar dentro del orinal y destruirlo con un martillo-, acciones que nadie observó y que no produjeron el objeto deseado: un escándalo y una amplia controversia en los medios y en realidad un fraude: ni siquiera la orina era verdadera, se trataba de té que el ''artista'' había vertido sobre el orinal cuando nadie lo observaba.

Las consecuencias de este acto fallido son muchas, están en el centro mismo de la discusión del sentido del arte moderno. Nathalie Heinich, en su libro El arte contemporáneo expuesto al rechazo dice:

''Duchamp demostró con actos que el sentido de una obra no es inherente a una esencia trascendental sino que depende tanto del contexto y del autor como de la naturaleza del objeto, es más, las aventuras de su orinal demuestran que el sentido de la agresión contra la obra depende también del contexto y de la identidad del autor, así como de la naturaleza del acto mismo''.