JUEVES 27 DE JULIO DE 2000

 


Ť Olga Harmony Ť

El cuarto de sol

En los buenos tiempos en que todavía se soñaba con el teatro como un posible instrumento de transformación social, el entonces joven teatrista potosino Jesús Coronado mantenía una curiosa revista hecha en mimeógrafo, El rinoceronte enamorado como órgano informativo de la Brigada Popular de Teatro, de la editorial Cabezas pensantes. Mediaban los años ochenta, en plena discusión de lo que era el llamado teatro independiente y la pequeña revista, sin subsidios, daba una tenaz lucha por dar voz al teatro de San Luis Potosí, al tiempo que ofrecía, bajo el rubro general de ''recortes" una variada muestra del pensamiento internacional, de los grandes maestros y ensayistas, acerca del teatro. En el páramo de los grupos populares, Coronado picaba piedra en su intento de demostrar que el quehacer de los teatristas de izquierda no debía estar reñido con el conocimiento y la cultura artística. Una década después, Jesús Coronado retoma el extraño título de su revista para fundar un nuevo grupo y, junto a su hijo Edén, nos deslumbra con el montaje de Pescar águilas, un texto del dramaturgo con el que a menudo colabora, Enrique Ballesté, basado en otro de Peter Handke.

Jesús Coronado, al frente de este grupo, es ahora ganador del comodato del Teatro del IMSS en la capital de su estado. Sabido es que la idea de los teatros en comodato, con sus buenos, mediocres y malos resultados, a pesar de los ataques que no faltan, dota a los grupos de provincia -en los que un falso amateurismo ha hecho enorme daño- no sólo de un espacio en el que pueden llevar a cabo sus proyectos, bajo normas muy estrictas, sino de una nueva perspectiva que los obliga a ser profesionales, es decir, y recordando al maestro Salvador Novo, a hacer teatro bien hecho. La trayectoria de Jesús Coronado, cuyo grupo y muy en especial su hijo Edén, no pierde ocasión de tomar cursos de perfeccionamiento en la capital del país y en cualquier otro lugar en donde se impartan, auguran que este teatro del IMSS no puede estar en mejores manos.

Fui invitada a San Luis Potosí a develar la placa de las 50 representaciones (honor que siempre agradezco y desde aquí aprovecho viaje para agradecer a Alejandro Ainslie el que también me hizo con la placa de Sala de espera, de Benjamín Gavarre, que dirige en La Gruta) de El cuarto de sol, de Enrique Ballesté y el propio director, estrenada en el Festival Internacional de Danza Contemporánea del año pasado (encuentro que acaba de celebrar 20 años de que lo fundara Víctor Sandoval), y en el que un integrante del elenco, Pedro Arredondo, obtuvo el premio Waldeen al mejor bailarín. Teatro danza o teatro danzado o mezcla de teatro y danza, la obra coreografiada por Cecilia Appleton y con música de Enrique Ballesté, cuenta el momento en que la fotógrafa Lola Alvarez Bravo, acompañada por el entonces muy joven pintor Juan Soriano y de Diego de Meza, visitan a la ya muy vieja y decrépita Carmen Mondragón, la entonces olvidada Nahui Ollin.

Los autores aprovechan la fama de bruja que tuvo la desgraciada Nahui Ollin en esos últimos años de pobreza y locura para presentarla como una auténtica hechicera (incorporada por Alejandra Mendoza) con su gato negro familiar (Jesús Coronado), preparando un brebaje que dará a sus visitas Lola (Angustias Lucio), Juan (Pedro Arredondo) y Diego (Edén Coronado) en botellas de Coca Cola. A pesar de las advertencias de la fotógrafa sus jóvenes acompañantes beben y resultan hechizados. La visita se convierte en un auténtico desenfreno dionisiaco en donde se reviven los grandes momentos de la vida de Carmen Mondragón, ya para entonces rejuvenecida. Diego se convertirá por momentos, cuando lo visten de frac, en Manuel Rodríguez Lozano -mientras el Gato, de uniforme, representa al general Mondragón- en sus nupcias con Carmen, mientras Juan con una enorme máscara -debida a Ileana Illescas- será el Dr. Atl de Nahui.

Por fin, Lola toma inadvertidamente del brebaje, en el momento en que los dos acompañantes salen con la famosa sábana pintada con la que la demente hace el amor, y a sus burlas Carmen dolida vuelve a ser la vieja, esta vez consolada por la fotógrafa que se angustia ante su desamparo.

La destreza corporal de los participantes y el excelente trazo escénico del director convirtieron a este espectáculo (que también tuvo presentaciones en el Teatro Helénico de la capital) en una buena muestra de lo que, afortunadamente, se hace en algunos lugares de lo que en nuestro centralismo llamamos provincia mexicana.