JUEVES 27 DE JULIO DE 2000
Ť Jean Meyer Ť
Ciencia y sociedad
Temas como los del sida, de la ''vaca loca'', de los Organismos Genéticamente Modificados son problemas científicos y sociales con trasfondo económico, donde la relación costo-beneficio pesa mucho. En su caso se vale hablar de mundialización, sin que la palabra tenga carga ideológica: son fenómenos que nos afectan a todos, tanto de un punto de vista egoísta como de un punto de vista solidario.
Así del sida que golpea con más fuerza al continente africano. No soy de los masoquistas que le echan a nuestro Occidente la culpa de todas las desgracias del mundo, pero no cabe duda que el sida de los países pobres no cuenta entre las prioridades de los ricos (y tampoco entre las de los gobiernos africanos, hay que saberlo). Según cifras de la ONU, se gasta en prevención y educación en África el 10 por ciento de lo que sería necesario frente a la epidemia que ha tomado proporciones dramáticas. Mientras los gobiernos de Etiopía, Eritrea, Zimbabwe, Congo, Uganda, Ruanda, etc... gastan mucho más que eso en hacer la guerra.
Así de los productos transgénicos, cuyos peligros tenemos sin conocerlos realmente y cuyos beneficios actualmente no necesitamos. Actualmente porque no hay problema de escasez global de alimentos: la productividad de la agricultura de los países desarrollados ha creado un problema de excedentes. Ahora bien, eso se ha dado a un costo que no se podrá mantener durante mucho tiempo, de tal manera que el incremento de productividad prometido por los partidarios de los OGM no sería nada despreciable dentro de 20 años, tomando en cuenta además el hecho de que necesitarían menos pesticida, fertilizante, energía.
Lógicamente le tocaría a los gobiernos dedicar mucha atención tanto al sida como a los OGM. Parece que Europa está a punto de promover una política continental sobre los alimentos transgénicos basada en la ''racionalidad científica'' (sea lo que sea ese bicho) y no en las pulsiones viscerales de los ecologistas, ni en los enormes intereses del agrobusiness. Hasta ahora esos dos bandos irreconciliables nos han ensordecido sin hacer progresar la cuestión. Según la Fundación Europea de la Ciencia que agrupa a las 67 instituciones más importantes, ''hay que informar al ciudadano, involucrarle en el debate y luego adoptar una postura racional''. ƑQué significa ''racional''? No ironicemos, la intención es buena.
La FAO ha organizado una conferencia por e-mail sobre el tema de la producción alimenticia y los OGM en los países en vía de desarrollo que tuvo un éxito sorprendente: esos países necesitan y piden tecnología transgénica para su agricultura, mientras los verdes de los países ricos la satanizan.
La revista Nature, en sus números recientes 404 y 405, proporciona información muy interesante sobre el tema. Estamos aprendiendo, šojalá y los poderosos que nos gobiernan, regentean, alimentan y manipulan hagan lo mismo. Necesitamos un visible seguimiento desde la producción de alimentos hasta nuestra mesa; los consumidores cautivos necesitamos información y posibilidad de escoger en todo conocimiento. Los científicos deben hacer pruebas. Nadie se esperaba a la ''vaca loca'', y sin embargo ahí está con sus consecuencias sobre el hombre; es un efecto ''colateral'' no deseado de cambios en la alimentación del ganado, cambios inducidos por la búsqueda frenética de productividad. Sería irresponsable decidir que ninguna sorpresa semejante nos espera del lado de los alimentos transgénicos. Sería no menos irresponsable negar los beneficios potenciales a largo plazo de dichos alimentos.