MIERCOLES 26 DE JULIO DE 2000
Ť Magdalena Gómez Ť
La paz y las elecciones en Chiapas
Chiapas nos presenta un escenario donde lo electoral está ligado a la perspectiva de la paz en esa entidad y en todo México. De la manera en que se desarrolle la jornada cívica del próximo 20 de agosto dependerá la creación o no de condiciones para el diálogo y el avance democrático.
Nadie ignora que los gobernadores sustitutos del sustituto, entre los que destaca Albores, han sido el principal apoyo para el trabajo sucio contra el movimiento zapatista y las comunidades bajo su zona de influencia. Ahí se encuentran los vínculos con los grupos paramilitares, desde ahí se impulsaron los desmantelamientos de los llamados municipios autónomos. A esas autoridades les corresponde responsabilidad en la masacra de Acteal, la matanza del Bosque, las detenciones arbitrarias y los irregulares procesos en contra de autoridades indígenas. También tuvieron en los gobernantes en turno el motor central las acciones de división de las comunidades mediante la promoción selectiva de recursos públicos etiquetados como programas sociales. El gobierno federal contó con su incondicionalidad y el Ejército federal con su complicidad para ampliar la presencia en esa zona y participar con acciones que no son de su estricta competencia constitucional.
El triunfo de Pablo Salazar Mendiguchía cortaría de tajo con esa perversa cadena de impunidad y la entidad asumiría una vocación federalista, republicana, de respeto a los derechos humanos y de promoción a la paz. Condición que jamás ha tenido a lo largo de su historia.
Hay signos promisorios que se expresan en la más amplia alianza que postula al senador independiente, la cual incluye con otras fuerzas al PRD y al PAN como hecho atípico en el país. Se reflejan también en el entusiasmo ciudadano que permea los más diversos sectores incluyendo a comunidades indígenas que no han sido proclives a la participación electoral.
Sin embargo, también coexisten con la amenaza que representa el accionar de la maquinaria priísta local reforzada por el sindicato de gobernadores del sureste.
Ante el festejo por el éxito de la jornada electoral nacional poco se difundió la que tuvo lugar en Chiapas el 2 de julio. La enorme cantidad de irregularidades detectadas y denunciadas no fue asociada debidamente al sorprendente arrasamiento del PRI en la entidad, abiertamente contrario a la tendencia que mostró a nivel nacional. Chiapas sigue siendo sui géneris, Labastida ganó en esas tierras, (aun cuando la suma de PAN y PRD para la Presidencia de la república fue mayor) motivo por el cual se celebra su triunfo independientemente de su derrota en el país entero.
El triunfo de Vicente Fox operó como acicate para un PRI que si bien herido de muerte cuenta aún con innumerables recursos del "viejo cuño", de esos que plagados de vicios y marrullerías le hicieran famoso en Latinoamérica por su escuela del fraude. Falta ver si lo que queda del poder real del actual habitante de Los Pinos puede operar para garantizar también en Chiapas unas elecciones limpias y pacíficas.
Para el sindicato de gobernadores las elecciones en Chiapas son una prueba de su fuerza tanto frente al conjunto del priísmo como ante el virtual presidente electo. Para las fuerzas democráticas del país el 20 de agosto se decide si Chiapas seguirá como escenario de guerra o florecerá la esperanza de alcanzar una paz con justicia y dignidad.