MARTES 25 DE JULIO DE 2000
* Teresa del Conde *
In-forme
Continúo aquí una discusión que se inició con mi nota pasada, "Amateurismo polimorfo", referida a un artículo de Cuauhtémoc Medina. Ahora intento proporcionar a los posibles lectores un informe sobre lo que me suscitó la lectura de su artículo "El derecho a la contemporaneidad".
Principiaré diciendo esto: Yo nunca aplastaría a una araña, porque entre mis creencias, que son muchas, simultáneas y a veces contradictorias, está la de que hay que respetar la vida, hasta la de los organismos ínfimos, siempre y cuando esto sea posible: si un alacrán va a picar a un bebé, matas al alacrán, claro está. Tengo una razón adicional con lo de las arañas: no puedo verlas sin recordar a Louise Borgeois, una de las máximas escultoras de este siglo. Ella les ha rendido homenaje, y me digo: "Por algo será".
La cita a Bataille (1929) de mi colega Cuauhtémoc Medina me sorprende. La repito, para que no exista confusión: "La razón clasifica lo inclasificable bajo el concepto de 'lo informe'". Me interesa el punto porque "lo racional", bajo mis parámetros, no es tal, sería en todo caso "lo consciente" que pretende razonar, pero tomando en cuenta que el campo de la conciencia abarca amplias regiones del pre-consciente y éste procura siempre filtrar contenidos que no sólo no son racionales, sino que pueden ser reducto de cosas muy oscuras, referidas al núcleo de las pulsiones, que es inaccesible y que transita por vericuetos mil a fin de abrirse paso. Hay otra cuestión: mis capacidades perceptivas deben ser limitadísimas, porque no me permiten detectar lo informe, salvo en El Génesis (antes de la creación "todo era informe y vacío"). De modo que imagino que hasta el protoplasma tiene alguna forma.
Declaro que aprecio enormemente a Francis Alÿs y también a otro pintor de similar calibre: Yishai Jusidman. Ambos tuvieron muy sólida formación, el primero por su nacimiento en el llamado Primer Mundo, el segundo porque pudo realizar muy buenos estudios en el extranjero. Pero indiscutiblemente sus respectivos talentos están en primer lugar. Incluyo también mi aprecio por un artista más que ųdesde mi punto de vistaų estaría entre los autores de las propuestas sui generis respecto de la pintura: Fernando García Correa. Sin duda habrá otros mencionables, que persiguen la pintura y que no necesariamente, por postura, se encontrarían dentro de los llamados (por Medina) "anacrónicos". El problema es que éstos, para mí, no son anacrónicos, son tan crónicos como los que he mencionado y pienso en personas que no son cogeneracionales, como Vicente Rojo y Miguel Castro Leñero.
Cuauhtémoc Medina habla de inclinaciones incompatibles entre dos críticos de arte, pero a mí me parece que es él quien supone la absoluta incompatibilidad; yo me remito a discutir cosas que me llaman la atención, o que me interesan. Por supuesto, admito que él está en lo cierto al referirse a la re-invención constante del concepto de arte. Porque no hay, como lo dije 20 veces en las recientes conferencias que aparecerán publicadas próximamente, una esencialidad artística y lo que sí hay es "una estética de la crisis"; los "catastrofistas" de la década pasada la practicaron en trabajos hand made o ready made y ahora eso sigue bajo otros parámetros. Creo que Cuauhtémoc Medina y yo podríamos dialogar por horas, y coincidir en lo fundamental sobre Piero della Francesca, Giorgio Morandi, Gherhard Richter y también sobre Bill Viola o Carlos Aguirre. No tanto sobre "lo residual" en la pintura.
Coincidentemente (Ƒo será telepatía?) me he vuelto a ocupar, en últimas fechas con alguna insistencia, en el cuadrado blanco sobre blanco de Malevich, no tal vez como sustitución del icono religioso, sino como punto casi cero de una mística. La cosa es que yo encuentro deleitosos valores plásticos en esta pintura, que se me hace incluso seductora. Lo digo porque hace poco la vi fuera de su contexto habitual en una exposición que me gustó mucho: Making Choices, del MoMa. Mi afición por esa muestra provocó un desacuerdo con dos cercanísimos amigos míos (una pareja de pintores "conservadores", exitosos tanto ella como él), ya que no gustaron de la lectura que se dio a esa muestra, por considerar que el didactismo obstruyó la adecuada apreciación de varias obras.
Por lo que respecta a Malevich, me ha ido muy bien releyendo a un personaje que me antecedió por muchas décadas en la crítica de arte desde México: fue ante todo un poeta, eso es cierto. Me refiero a Luis Cardoza y Aragón, el fiero apasionado de José Clemente Orozco. Por último: no me acuerdo (pero seguro es cierto, quizá sólo las palabras están cambiadas, no las ideas) en qué momento fue que me referí al "triunfo de la vulgaridad" en relación con el concepto de "democracia" en nuestros debates sobre arte. Lo que sí me permito decir es que en las artes, como productos que son de los ímpetus creativos del ser humano, no hay democracia, porque los talentos no están repartidos uniformemente (el genoma viene al caso), aparte de que las oportunidades o las circunstancias individuales son desiguales. Para colmo, las capacidades de absorción, aprehensión, redición no se dan de causa a efecto.
Beuys me pareció siempre fascinante, pero no creo que todos somos artistas o podemos serlo. Sí creo, en cambio, que todos podemos desarrollar procesos creativos, sea que se concreten en algo palpable, visible, audible, legible etcétera, o que queden a nivel de ideación. Sobre lo que decimos o escribimos sobre las artes: no hay modo de cotejar valores o "verdades" con la exactitud con que podemos cotejar, por ejemplo, el teorema de Pitágoras. Según veo, lo único que existe en este campo espinoso y fascinante, son los consensos... Y el tiempo.