MARTES 25 DE JULIO DE 2000

 


* Ugo Pipitone *

México y el declive de EU

Resumamos los datos económicos sobresalientes de los años noventa. 1) Leve desaceleración económica respecto a la década anterior; 2)relativa aceleración de Estados Unidos; 3) retroceso dinámico de la Unión Europea; 4) continuado desplome de las economías postcomunistas; 5) debilitamiento de las economías asiáticas que, sin embargo, en los noventa, crecen a una tasa exactamente doble respecto a Estados Unidos, 5.2 por ciento anual.

Este es el cuadro global que está a punto de modificarse. La razón central es la anunciada perdida de dinamismo de la economía USA. Greenspan dixit. A lo cual debemos añadir la posible recuperación europea y la lenta rehabilitación de las consecuencias del bache de 1998 de parte de las economías del Oriente asiático.

Pero, el problema que se nos plantea, en México, es que el debilitamiento de la economía estadunidense acarreará menos entradas de capitales y menos exportaciones, las dos claves del desarrollo económico reciente de México. Que no ha sido brillantísimo. Pero, en la segunda mitad de los años 90, después del bache de 1995, la economía ha crecido a tasas cercanas al 5 por ciento. Lo cual no es poco visto el desastre de la década previa.

El problema es Ƒqué hacer cuando la desaceleración estadunidense se materialice? ƑCómo sostener un elevado ritmo de crecimiento cuando se debilita la economía con la cual concentramos gran parte del comercio? Con gasto interno, lo cual indica la urgencia de una reforma fiscal que amplíe la base imponible. De ahí se desgranan varias posibilidades, en las cuales las necesidades de corto plazo se engarzan con la exigencia de corregir deformaciones estructurales acumuladas.

En primerísimo lugar están dos requerimientos: el impulso a las pequeñas y medianas empresas (pymes) y una clara recapitalización del agro. Lo primero se deriva de dos necesidades: obtener un máximo de resultados (de producción y de empleo) en el mediano plazo con un gasto público relativamente contenido, y construir redes interactivas de empresas sobre base local. En ese mundo globalizante las pymes han demostrado en varios países (de Taiwán a Italia) la carga dinámica que pueden encarnar a través de la especialización en ciertas líneas de productos. La otra tarea es la de emprender un camino firme de rehabilitación del agro mexicano. No estamos aquí frente a un problema cualquiera, sino frente a uno de dimensiones seculares. En distintas formas, desde su independencia, este país no ha podido convertir el agro en fuente de riqueza para sus productores y en fuente de un espíritu ciudadano enraizado en el territorio. Pueden impulsarse nuevas formas de tenencia y de organización, en la conciencia de que los resultados serán positivos a condición de que el Estado asuma un compromiso más fuerte hacia el universo rural y de que se evite en toda forma el renacimiento de latifundios cuyas consecuencias en la historia mexicana son trágicas.

Al mismo tiempo habrá que asumir la tarea de diferenciar el comercio exterior. Recordemos los datos: 88% por ciento de las exportaciones mexicanas van a Estados Unidos y 74 por ciento de las importaciones vienen del mismo país. Europa occidental capta apenas 3 por ciento de las exportaciones mexicana y menos de 1 por ciento, Japón. Aquí hay mucho trabajo que hacer, pensando, sobre todo, en la capacidad de penetración en nuevas áreas de las pymes mexicanas que sean capaces de especializarse en líneas de demanda dinámica y con productos de calidad.

Recordemos lo obvio: este es un país pobre que para dejar de serlo, requiere acelerar el crecimiento y mejorar la calidad de la integración nacional. Un país con la mitad de la población en condiciones de pobreza no saldrá del atraso, cualquiera que sea la estrategia económica que pergeñe.