LUNES 24 DE JULIO DE 2000

Renovación de la imagen del Ejército

 

* Iván Restrepo *

Durante décadas, en México estuvo vedado criticar públicamente al Presidente de la República y al Ejército. Eran intocables, incapaces de cometer errores, siempre trabajando por el bien de la población. En la prensa, la radio y la televisión, en los actos públicos, se daba cuenta de la grandeza del mandatario en turno y del desempeño de nuestro Ejército.

Ahora las cosas son diferentes.

Primero dejó de ser tabú la figura presidencial. El gran Tlatoani, el enviado de los dioses para hacernos felices durante seis años, al que era permitido criticar en voz baja, en la intimidad del hogar o una vez que dejaba el poder, hoy está sometido al escrutinio público y apenas unos cuantos medios que viven del favor oficial le celebran hasta sus errores.

Luego, vino el cuestionamiento al Ejército y a algunos de sus integrantes. Por ejemplo, en las tareas de combate al narcotráfico y la delincuencia, en la solución de asuntos en los que debía actuar la política y no la fuerza. Institución cerrada, se le acusa de estar más al servicio del grupo en el poder que de la sociedad. Pero durante el sexenio de Miguel de la Madrid se habló insistentemente de la complicidad de altos oficiales con el narcotráfico. Las sospechas llegaron hasta el secretario de la Defensa, Juan Arévalo Gardoqui, asunto nunca esclarecido. Más recientemente, fue la propia secretaría la que reconoció que no todos sus integrantes eran perfectos al ser detenido y consignado el general Gutiérrez Rebollo, encargado de combatir el narcotráfico, por sus ligas con algunos capos. Otros oficiales de alta y mediana graduaciones están en la cárcel por motivos semejantes. En contraste, otro general, Francisco Gallardo, sigue preso, acusado de supuestos malos manejos, pero muchos atribuyen su detención a haber sugerido la conveniencia de crear la figura del ombudsman que defienda los derechos humanos de los militares.

Ahora le tocó el turno al Estado Mayor Presidencial, cuerpo de elite integrado por 4 mil hombres y que se maneja con enorme autonomía. El futuro presidente de México se negó inicialmente a que fuera el responsable de su seguridad. No quería correr ese riesgo, dijo, quizás en referencia a lo ocurrido en Lomas Taurinas. Varios especialistas en el tema y los voceros del Ejército en el Congreso (siempre han pertenecido al PRI) señalan que es un asunto de seguridad nacional resguardar la integridad del presidente, a su familia y a sus más cercanos colaboradores. Fox, finalmente, aceptó que el EMP se encargue de su seguridad.

Nadie niega la conveniencia de que así sea, pero la reticencia del hombre de las botas tuvo simpatía entre la opinión pública, se convirtió en expresión de rechazo e inconformidad por la forma como proceden generalmente los integrantes del EMP, la prepotencia de que hacen gala en la tarea de cuidar al Presidente y a su familia. No pocas figuras del mundo intelectual se abstienen de asistir a actos donde el Presidente es invitado de honor, con tal de evitarse el bochorno de ser tratados de mala manera, como sospechosos. Si eso ocurre en actos especiales... Más subido de tono es el comportamiento de las escoltas de los hijos del Presidente en turno. La prensa ha informado de la actuación arbitraria de quienes los acompañan lo mismo a una disco que a un concierto de rock o en sus visitas al Caribe. O en la época de López Portillo, cumpliendo tareas de repartidores del disco de su hija Paulina.

En fin, el triunfo de un candidato a la Presidencia que no pertenece al PRI, obliga a revisar el funcionamiento de todo el aparato que le ha dado razón al sistema político. Y a ello no escapa el Ejército, leal a las instituciones establecidas, defensor de la soberanía nacional, respetuoso de la voluntad popular. Por principio, cada día es mayor la exigencia de que no sea más isla ajena al control de la sociedad, a través de sus órganos correspondientes; que se clarifiquen los sistemas de ascensos y de nombramientos en cargos importantes. Entre numerosos generales en retiro y, por lo que se logra saber, también dentro de oficiales en activo, hay la convicción de que el Ejército no puede quedar rezagado de los cambios que registra México. Por el contrario, es una forma de cumplir con su cometido en bien de todos, no de un grupo político o militar. *