MAR DE HISTORIAS

Cantos del hogar

* Cristina Pacheco *

 

Mientras levanta los platos de la cena, Mara se siente observada por su esposo. Cuando termina de lavarlos se quita el delantal y comenta: -Pensé que no acabaría nunca.

-ƑEra necesario lavarlos ahora? -pregunta Fidel mientras apaga el cigarrillo en el cenicero.

-ƑTú qué crees? -Mara entra en el comedor, se acerca a la mesa, toma el cenicero y vuelve a la cocina.

Al oír nuevamente el chorro del agua, Fidel pregunta en voz muy alta: -ƑQué haces?

-Lavo el cenicero que ensuciaste.

Fidel advierte un reproche en la contestación: -Ni modo. ƑDónde querías que apagara mi cigarro?

-Ay, no sé. No discutamos ahora. Estoy muerta.

-šOtra vez! -Fidel se dispone a abandonar la mesa: -Pareces disco rayado. Siempre me dices lo mismo.

Mara aparece en la puerta de la cocina: -Mi amor, lo siento. Si por mí fuera, todas las noches me encontrarías animadísima-. Nota que Fidel le ve con escepticismo: -Si hicieras todo lo que hago, te aseguro que tampoco estarías muy animado que digamos.

Fidel se levanta y mira a su alrededor: -Hablas como si viviéramos en una mansión. El departamento es pequeño. ƑCuánto tiempo te lleva arreglarlo?

-Tú sabes que no es sólo tender camas y asentar las ollas en la estufa. Son miles de cosas: la ropa, el mandado, cocinar, abrir la puerta. No te imaginas la cantidad de personas que vienen a ofrecerme desde productos de belleza hasta criptas. Hoy, por ejemplo...

-No tienes que decirme todo lo que haces para justificarte. Si no quieres, okey, de acuerdo, no te obligo; nada más piensa en que cada día me hago más viejo.

Mara va al encuentro de su marido pero él retrocede: -ƑA qué viene eso?

-ƑLa verdad? A que has cambiado mucho en las últimas semanas. Te me acerco y me rechazas; nos vamos a la cama y siempre me sales con que estás cansada o te duele la espalda.

-ƑY no tengo derecho a sentirme mal?

-Sí, pero antes no eras así.

-Porque no tenía tanto quehacer. Piensa que además de mi trabajo en kínder llevo encima todo lo demás-. Mara se apresta a enumerar con los dedos las actividades domésticas pero Fidel le impide hacerlo:
-Ya me lo dijiste, no tienes que repetirlo-. Levanta los hombros y en vez de dirigirse a la recámara, toma la dirección contraria. Inquieta, Mara lo sigue: -ƑAdónde vas?

-ƑAdónde quieres que vaya? A ver la tele.

-Mejor vámonos a dormir.

-Es que no tengo ganas de dormir. Yo no estoy tan cansado como tú. Es natural: no hago nada. En cambio tú... -Fidel mira fijamente a su mujer: -ƑDesde cuándo nos ocurre esto?

-Desde que se fue Luisa. No sabes la falta que me hace.

-Ahora sí que no te entiendo: te pasabas la vida quejándote de ella porque, según tú, hacía mal las cosas, se tardaba horas en el mercado, era respondona; en cambio, ahora me sales con que no puedes vivir sin ella. Como que está medio raro, Ƒno?

Mara vuelve al comedor y se sienta frente a la mesa: -Pues no. Nada más piensa que, entre el kínder y todo lo de la casa, no me queda ni un minuto para descansar.

-Pero pues yo Ƒqué puedo hacer?

-Ayudarme un poquito o por lo menos no hacerme tiradero en todas partes: te rasuras y dejas sucio el lavabo; te bañas y tiras la toalla húmeda en cualquier parte; salpicas la taza del baño y ni siquiera eso limpias; dejas la ropa sucia hasta en la sala.

-ƑAhora vas a decirme que la lave?

-No, pero al menos métela en el canasto.

-Sabes cómo trabajo. ƑAparte quieres que pierda el tiempo en pendejadas?

-Trabajo igual que tú y además me ocupo de esas pendejadas, como tú dices.

-Si te molesta, no las hagas. Por mí ni te preocupes. Ese tipo de cosas no me importan. Digo, ya bastantes preocupaciones tengo como para mortificarme por si barres o no.

-O sea que no te importa el esfuerzo que hago para tener la casa limpia.

-No hay forma de darte gusto: te digo que no hagas el quehacer para que no te canses y en vez de agradecérmelo...

-šAgradecértelo! Oyeme, Ƒqué te pasa?

-ƑY ahora qué dije? -Fidel parpadea desconcertado.

-Hablas como si fuera tu esclava y no tu mujer.

-ƑCuándo dije eso? A ver, Ƒcuándo?

-Ahorita. Imagínate: quieres que esté agradecida contigo por permitirme que no haga el quehacer.

-Entonces, para que no te ofendas, voy a agradecerte que lo hagas. ƑCrees que con esto te encontraré un poquito más animada en la noche? -Fidel simula una sonrisa: -De acuerdo. A partir de hoy, antes de que nos vayamos a la cama te diré: "Mi vida, gracias por hacerme la comida; mi amor, gracias por recoger mi ropa; mi cielo, gracias por pagar en el banco el recibo de la luz.

-No se trata de que me lo digas con palabras.

-Entonces, Ƒcon señales de humo? -Fidel comprende que no es momento de bromas y se torna grave: -Por cierto, Ƒcuándo me has agradecido lo que hago por ti?

-ƑQué haces por mí? -Mara se aproxima a su marido.

-Ah, Ƒno sabes? ƑCrees que si no fuera por ti seguiría trabajando de chofer?

-Si no te gusta, déjalo.

-Lo dejo y qué: Ƒvamos a vivir con lo que ganas en el kínder?

-Pues no, pero puedes buscar otra cosa.

-šVives en el limbo! -Fidel mete las manos en los bolsillos de su pantalón y mira al techo: -A los treinta y ocho años, sin haberme recibido, Ƒqué puedo encontrar?

-No has buscado.

-Claro que he buscado.

-ƑPor qué no me lo dijiste?

-Pero Ƒa qué horas te lo iba a decir? Cuando no estás en el kínder estás lavando, planchando, cocinando o cansadísima-. Fidel impide que Mara hable: -Ya sé que tú sí haces muchas cosas. Yo, en cambio...

-No me malinterpretes. Comprendo que tu trabajo es muy duro, pero le entregas el coche a tu relevo y allí terminas; en cambio, yo salgo del kínder y vengo a hacer todo lo de la casa, no importa el día ni la hora.

-Entiendo, pero tú tienes la culpa: no debiste permitir que Luisa se fuera.

-No pude evitarlo. Ya sabes: mataron a su hermano en la frontera y ella decidió regresarse al pueblo a vivir con su mamá. Yo en su caso hubiera hecho lo mismo. ƑTú no?

-San Bartolo Tetelpan es el pueblo de Luisa, Ƒno? Podríamos ir allá para traernos a las dos.

-šQué bárbaro! No quisiste que mi madre viviera con nosotros, que porque el departamento es demasiado chico, pero en cambio te encanta la idea de traerte a Luisa con su mamá.

-Es distinto: con mi suegra aquí trabaja- rías el doble; en cambio, si vienen Luisa y su madre, tendrás más ayuda, estarás menos cansada y nuestras noches serán distintas-. Fidel se aproxima a su mujer: -Ya te sientes mejor, Ƒverdad? Anda, dime que sí.