DOMINGO 23 DE JULIO DE 2000

 


* José Antonio Rojas Nieto *

Lo pendiente: una

gran visión

Todo hace pensar que se concretará la alianza entre los gobiernos saliente y entrante para profundizar la estrategia de modernización, incompatible ya con un viejo partido de Estado, corporativo, corrupto y presidencialista. Con renovados bríos, se profundizará acaso con algunas modificaciones, para dar salida a una protesta creciente de la población proveniente, en lo fundamental aunque no solamente, de bajos salarios, regresiva distribución del ingreso e inseguridad, que pese a la modernidad impulsada --o por ella misma-- ha profundizado y extendido la miseria y su correlato, la terrible corrupción.

Lo que parece ser una incuestionable continuidad exige, como ya lo han señalado los personeros del próximo gobierno, la reactivación de acciones detenidas, como el cambio de la Ley Federal del Trabajo, la venta de la petroquímica o la privatización eléctrica. Pero también, dicen, el mejoramiento en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, lo que, por bondadoso que resulte, no es cambio de régimen político ni de estrategia de modernización.

Precisamente por ello, sobresale aún más el fracaso que representa la derrota electoral del bloque social reconocido e identificado hoy como de centro-izquierda. Sería un error gravísimo encararlo como un asunto de dirección de partido, pues además de injusto e insuficiente, marginaría a quienes sin ser militantes nos sentimos corresponsables de la suerte que ha tomado y puede tomar una visión alternativa de nuestra evolución económica, social y política en nuestro país. E impediría descubrir lo que realmente ha fallado para que esa multitud de jóvenes y adultos que no sólo han votado PAN, sino también PRI, desestimara una propuesta alternativa.

Quienes pretendemos que nuestra nación se oriente en un sentido alternativo al de la modernización salvaje impulsada no podemos menos que hacer una estricta reflexión autocrítica, la cual no se reduce al enjuiciamiento del candidato, de la dirección e, incluso, del partido que en esta coyuntura electoral encabezaron esos esfuerzos. Y aunque resulte necesario revisar nuestro pasado, efectivamente --como dice Bendesky--, no podemos revisarlo mirando hacia atrás, so riesgo de convertirnos en estatuas de sal.

Hay muchas y muy nuevas realidades que nos lo impiden, las más derivadas del intenso desarrollo de la transmisión de información, expresión de un cambio técnico que implica radicales transformaciones financieras, productivas, comerciales, sociales y políticas que no podemos negar y que deberemos encarar con una íntegra y renovada visión de futuro.

Es urgente entender por qué la mayoría de la población ha rechazado nuestra visión del mundo actual y nuestro proyecto de transformación, luego de que apenas hace 12 años, incluso menos, aceptaron que el bloque social de centro-izquierda encabezara un proyecto alternativo.

Deberemos entender por qué la población mayoritaria --los jóvenes, sobre todo-- no logró reconocer y aceptar no sólo nuestra crítica a una estrategia que a la par que parece ofrecer los beneficios del cambio técnico más espectacular desde la Revolución Industrial, nos está dejando una miseria creciente y una profunda pérdida de esperanza.

No es momento de linchamientos políticos, por más que resulte necesario hacer las más severas aunque serenas críticas a quienes habiendo asumido la responsabilidad de encabezar este proceso, no sólo no han advertido el gran fracaso al que arribaríamos, sino que, ni siquiera, nos han convocado a una reflexión que nos permita revisar nuestras visiones y nuestras formas de comunicarlas.

Es el momento de explicar esas grandes visiones de cambio; de señalar lo que anhelamos para nuestra nación. Se trata de sacar adelante, con profunda generosidad y solidaridad humanas, no sólo las incuestionables aspiraciones de justicia, libertad y equidad, sino también las grandes estrategias y líneas de acción que deseamos impulsar para que esas aspiraciones se hagan realidad para todos.

Es momento de repensar y reformular nuestros grandes anhelos de cambio. Nos urge ya no sólo una visión generosa del cambio social que anhelamos, sino una explicación serena y convincente de cómo alcanzarlo.

Nos urge una gran visión, viable, coherente y llena, profundamente llena de esperanza.