SABADO 22 DE JULIO DE 2000
Ť Narrar la vida de Goya, un sueño hecho realidad del director español Cine, teatro y pintura en la nueva película de Saura
Arturo Cruz Bárcenas Ť Carlos Saura fue alimentando una idea durante largo tiempo: narrar fílmicamente la vida de Francisco de Goya y Lucientes, uno de los mayores pintores en la historia de la humanidad, profundo e interior, cáustico y pasional. Nos muestra al genio en su vejez, con la decadencia física (son los años previos a su muerte, acaecida en 1828): las manos temblorosas, sus pesadillas y alucinaciones, pero también al artista que ha meditado sobre la necesidad de educar al pueblo.
En Goya, Saura muestra una historia en la que el amor del pintor por Cayetana, la mujer de rasgos afilados, así le dice en una escena, lo perseguirá de día y de noche. Francisco Rabal interpreta al viejo Goya, quien recuerda los momentos de felicidad plasmados en dos obras intemporales: La maja vestida y La maja desnuda. Se ha dicho que optar por una define la idea estética propia. En literatura sería decidirse por Dostoievski o por Tolstoi.
José Coronado hace el papel del Goya joven, quien ya ha definido, en esa etapa de su vida, que los colores son otros, "más intensos", en la noche. Por eso pinta a la luz de las velas, con decenas de ellas. El efecto visual es diferente en la obra acabada. Irving Stone, en su biografía novelada sobre Vincent Van Gogh narra otra relación del pintor con la luz. Mientras en Goya la oscuridad brilla en los ojos, en las expresiones de seres poseídos por el pánico de la guerra, de sus miedos y terrores, a veces volando abstraídos por la poderosa imaginación del español ("Los sueños de la razón producen monstruos", mencionó algunas vez, en una frase que alcanza otras actividades, como la política, y que el psicoanálisis ha hecho suya), en Van Gogh el anhelo de luz -de que los girasoles de Arles capten toda la fuerza de los rayos del sol, aunque la insolación provoque alucinaciones- pervivirá hasta la muerte.
En Goya nunca el oscuro fue más brillante; en Van Gogh nunca la luz fue más oscura, hasta el límite de la locura. En uno de sus desvaríos, de una de las escenas mejor logradas por Saura, Goya ve los terrores de la guerra; los llantos de los niños; mujeres embarazadas huyendo en caravanas que van hacia ninguna parte; muchos se quedan atrás, a su triste suerte.
Saura trabaja, digamos, con la técnica del collage. Historia, pintura, teatro. Trilogía que hace sentir los rojos-sangre, azules-cielo, negro-noche.
Si el arte, como han analizado Marx, Dorfles y tantos otros, es otra realidad, la película Goya muestra esas referencias objetivo-subjetivas inmersas en la obra artística. Hay mediaciones. Al final de su camino en la vida, Goya entiende la pintura (lo mismo le pasó a Van Gogh). En el último aliento, igual le pasó a Buñuel, el artista sabe qué es el arte, ese terreno sin fronteras. El poder de la mente, expresa Goya en la película, nos puede hacer parecer los seres más pequeños o los más grandes. Podría hablarse de una estética política.
Saura une al cine con la pintura y el teatro. Nos da un collage cinematográfico.
Se estrena, distribuida por Artecinema, el 28 de julio.