SABADO 22 DE JULIO DE 2000

 

* Stanley B. Greenberg y Jeremy D. Rosner* *

Por qué sí tenían razón las encuestas

Muchos medios se manifestaron sorprendidos de que Vicente Fox le llevara ventaja a Francisco Labastida --en la elección pre-sidencial del 2 de julio-- por un margen mayor del pronosticado por las encuestas. De hecho, las encuestas --incluyendo las de varios periódicos mexicanos-- eran más exactas de lo que la gente pensaba.

La razón tiene que ver con los electores indecisos. Casi todas las encuestas electorales publicadas en México reportan sus resultados adjudicando el sector de votantes indecisos proporcionalmente a todos los candidatos. Es decir, si un candidato obtiene 30 por ciento del voto en la encuesta, cuenta con 30 por ciento de los indecisos. Si 10 por ciento de los votantes está indeciso, al candidato se le adjudicarían 3 puntos.

En la superficie, este enfoque parece tener sentido, pero soslaya la principal dinámica electoral al final de la contienda e, incluso más importante, no toma en cuenta los problemas especiales de todo partido que lleva muchos años en el poder.

Nosotros hemos realizado encuestas en campañas por todo el mundo y, según nuestra experiencia, los partidos que llevan mucho tiempo en la presidencia, así como sus candidatos, no reciben ningún voto del segmento indeciso. Por lo tanto, puesto que el PRI lleva 71 años en el poder, esta regla le era particularmente válida.

Para cuando se inicia la campaña, los votantes ya saben demasiado del partido en el gobierno. Por consiguiente, cuando un encuestador toca a su puerta, el elector que se identifica como "indeciso", usualmente quiere decir: "Sé lo suficiente como para estar seguro de que no apoyaré al candidato del partido en el poder, pero todavía no he decidido por cuál de los otros votaré".

Las recientes elecciones presidenciales estadu-nidenses son una buena ilustración. Por ejemplo, en 1996, cuando Bill Clinton fue candidato a la relección del partido en el gobierno, las nueve encuestas de los últimos cuatro días antes de la elección, le daban 49 por ciento del voto, con un promedio de 6 por ciento indeciso. En el día de los comicios, Clinton recibió 49 por ciento del voto --en otras palabras, no recibió ninguno de los votos indecisos.

En nuestra experiencia, algunos partidos centroderechistas en todo el mundo tienden a recibir dos o tres puntos de los indecisos, pero no más. Ese fue el caso, en 1997, de John Major, el primer ministro conservador británico --cuyo partido estaba en el poder--, que recibió un poco más de dos puntos del segmento indeciso. Por razones que todavía no quedan muy claras, es más difícil encontrar casos en que partidos centristas o centroizquierdistas --como el PRI-- obtengan un número significativo del voto indeciso.

Por lo tanto, en vez de adjudicar proporcionalmente al electorado indeciso, una mejor regla empírica de los comicios del 2 de julio sería suponer que al PRI no le tocaría nada, o casi nada (posiblemente dos puntos), de estos electores, que terminarían dividiéndose entre los diferentes partidos de oposición.

Aplicar esa regla a las cifras finales de encuestas de Reforma da resultados que vale la pena mencionar. El 22 de junio, el periódico publicó una encuesta realizada del 17 al 18 de ese mismo mes. Las cifras completas, incluyendo al electorado indeciso, son:

 

Labastida 34%

Fox 32%

Cárdenas 13%

Otros 2%

Indecisos 19%

 

Siguiendo la costumbre de casi todos los periódicos y encuestadores mexicanos, Reforma asignó el 19 por ciento de votantes indecisos proporcionalmente a los candidatos. Esto tuvo como resultado las cifras que pu-blicó, el 22 de junio, en primera plana:

 

Labastida 42%

Fox 39%

Cárdenas 16%

Otros 3%

 

Usar el método de adjudicación que sugerimos --sin darle ningún voto indeciso al partido en el poder, y proporcionalmente adjudicando esa votación solamente a los partidos de oposición-- produce un resultado mucho más cercano a los resultados del 2 de julio:

 

Labastida 34%

Fox 45%

Cárdenas 18%

Otros 3%

 

Sobre esta base asesoramos al licenciado Francisco Labastida. Nuestra encuesta final, a cargo de la compañía mexicana Pearson, mostraba un empate entre Labastida y Fox, 36 a 36 por ciento. Dijimos que era factible que Labastida obtuviera 2 a 3 puntos del 14 por ciento de votantes indecisos de nuestra encuesta, pero que lo más probable era que no recibiera casi nada. En ese caso, seguiría en 36 por ciento, mientras que el voto de Fox estaría entre 40 y 45 por ciento, tal como sucedió.

Todo esto es más que un ejercicio estadístico. Conforme el sistema electoral mexicano se ha vuelto más abierto y competitivo, las encuestas de opinión pública han asumido un papel cada vez más importante en el diálogo político. Aunque existen algunas compañías de encuestas con financiamiento, metodología y resultados cuestionables, una amplia mayoría son serias y confiables. A los medios de comunicación y al público les beneficia tener confianza en encuestas sólidas, especialmente --como en este caso-- cuando éstas son esencialmente correctas.

 

*Stanley B. Greenberg y Jeremy D. Rosner son presidente y vicepresidente, respectivamente, de Greenberg-Quinlan Research, una compañía internacional de encuestas y estrategia de campaña, que asesoró a Francisco Labastida Ochoa.