SABADO 22 DE JULIO DE 2000
* El próximo mandatario llegó entre aplausos a la embajada de Cuba
Ilimitados elogios a la nueva era democrática mexicana
Blanche Petrich * La nostálgica comunidad que año con año conmemora en la embajada de Cuba el inicio de la Revolución de Fidel Castro presenció, en esta ocasión, el homenaje que sus anfitriones rindieron al triunfante Vicente Fox. El embajador Mario Rodríguez Martínez tendió ųfigurativamente, claroų el tapete rojo al futuro presidente mexicano. Y el guanajuatense departió, feliz y sin prisa alguna, los mojitos y el lechón con un selecto grupo de funcionarios de la misión diplomática y embajadores de otras latitudes ųincluyendo al representante de la Organización para la Liberación Palestina y al encargado de negocios de Angola.
En la fiesta con que cada año se celebra al único gobierno socialista de Latinoamérica, el virtual mandatario electo, miembro de un partido que representó la vieja guardia anticomunista, fue recibido con aplausos. Eso, a las 8 de la noche. Pero cuando se retiró, en medio del aguacero, los creyentes del "Siempre será 26" (de julio, se entiende) eran ya multitud, y lo despidieron al grito de "šCuba sí, yanquis no!". Todo esto, a menos de un mes del inaugural viaje de Fox a Washington.
Por lo pronto, el encargado de asuntos internacionales del grupo de transición, Jorge Castañeda, da por hecho que en la toma de posesión de Fox, el primero de diciembre, el comandante Fidel Castro estará ocupando uno de los asientos de honor en el Palacio Legislativo. Pero en segunda fila, o tercera, estarán representantes de la disidencia anticastrista. Casi seguro, vendrá Gutiérez Menoyo. Y probablemente el dirigente de la Comisión de Derechos Humanos, Elizardo Sánchez, quien intentó viajar a México como observador de los comicios, pero no logró obtener permiso de salida.
Para quienes empiezan a ver con lupa los gestos de Fox hacia la comunidad internacional, como indicios de lo que será la próxima política exterior, es significativo que haya dado prioridad a un breve tour latinoamericano antes de dar el gran paso hacia Washington. Pero también es de destacar que los próximos gestos hacia La Habana no serán igual de cálidos y cándidos como los que brindó, a granel, en su primer viaje a la isla, hace aproximadamente año y medio, cuando aún era gobernador de su estado.
En esa ocasión sólo hubo contactos con el gobierno revolucionario y regresó a su terruño con un buen número de convenios comerciales y de intercambio que firmó entre su entidad y las instituciones cubanas. Pero el virtual presidente electo ya tiene nuevos compromisos en el portafolio y, según ha trascendido, a pesar de la mano amistosa al gobierno cubano, Fox podría estar más cerca de, por ejemplo, las presiones y demandas políticas que despliega su colega José Aznar, de España, que de sus antecesores Luis Echeverría, José López Portillo o Carlos Salinas, que brindaron apoyo incondicional a Cuba en otros tiempos.
Los mapas están cambiando de color
Carlos Varela, rockero popular entre la juventud cubana de los años noventa --medio subversivo para la nomenklatura del Partido Comunista Cubanoų cantaba en aquellos años en los que los isleños se sentaban, frente a la oscuridad en el eterno malecón habanero, a pensar en su naturaleza insular en medio del desbarajuste de la posguerra fría y el supertangible periodo especial: Los mapas están cambiando... de color.
Los viejos socios de la comunidad socialista cambiaban de rostro e ideología: Yeltsin, Havel, Walesa, etcétera. En el 2000 los mapas siguen cambiando de color, y el Partido Acción Nacional ųheredero del viejo pensamiento anticomunistaų tiende sus puentes hacia La Habana. Y los cubanos, que siempre privilegiaron sus lazos con los sucesivos gobiernos priístas, están más que dispuestos frente a la alternancia foxista.
Fox llegó a la embajada de Cuba, a la fiesta "del 26", del mismo modo como año con año llega Fidel Castro a la embajada mexicana, en La Habana, a la fiesta del día 16. La comitiva de recepción esperaba toda nerviosa. "šQue traigan un paraguas!". "ƑPara qué uno? šMejor dos!". Ordenes y contraórdenes, hasta que en un pequeño tropel bajaron las escalinatas ųal fondo los bellos vitrales de Portocarreroų el embajador y sus colaboradores, a recibir al de las botas, que ya descendía de la camioneta negra.
Distaba la fiesta de entrar en calor, y unos cuantos adelantados empezaban apenas con el ron y las baladas del filin, cuando irrumpió en el salón principal Fox y su burbuja de reflectores. Después del desconcierto inicial, los celebrantes del socialismo se pusieron de pie y aplaudieron. El poder es el poder.
Los memoriosos aseguran que es la primera vez que un presidente electo asiste a una fiesta "del 26" a la embajada cubana. Otros, también haciendo memoria ųy dolidosų recuerdan que nunca le habían cerrado la puerta a una de las alas de la misión diplomática. Pero esta vez, sólo los selectos traspasaron la barrera de los elementos de seguridad de la recién estrenada unidad del Estado Mayor Presidencial. Desde una esquina, un hombre de civil, los brazos cruzados, supervisaba la acción: el general José Armando Tamayo Casillas.
En la mesa de los escogidos, la plana mayor de la sede diplomática: el embajador, por supuesto, el representante del PCC, el consejero político, los ministros del área comercial y económica. Y entre ellos, el dirigente del Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba, Jesús Escamilla; los embajadores de República Dominicana, Brasil, Vietnam, la diplomática venezolana, Edith Márquez, y representante de la OEA. Con unos instantes de demora, se incorporó Castañeda.
Se dice que en la mesa de honor se habló de tabaco y rones, oportunidades y parabienes. Y que a la hora de las despedidas, los comensales elogiaban sin límites las bondades de la nueva era democrática mexicana.