Merry Mac Masters * La fotógrafa griega Yen Alexandra Nomikós (1970) convivió con los indios tarahumaras en un Centro de Readaptación Social (Cereso) en Chihuahua. Respecto de esa experiencia señala: ''No les importaba si era griega o china; era una persona de la ciudad. Para explicarles que venía de un país lejano era bastante difícil porque no comprendían el concepto. Los que entendían más me preguntaban si venía del otro lado. Querían saber cosas como, ¿hay tarahumaras en tu rancho?, o pinos y bosques. Insistía en que tenía que cruzar un mar muy grande para llegar a mi país y decían que eso les asustaba porque no lo creían".
Nomikós, quien estudió geología en Estados Unidos, pero cuya labor casi siempre se ha relacionado con la fotografía, llegó a México en 1997 con la idea de hacer una pausa en su vida y desarrollar trabajo social con niños. Ya hablaba español porque trabajó en un periódico en España. En eso conoció a Stella Amtmann Aguilar, presidenta de la Fundación de Reintegración Social de la Tarahumara (FRST), con quien viajó a la región y se quedó para trabajar en esa cárcel.
Como muchos tarahumaras no tenían manera de defenderse de manera legal, incluso la mayoría de los casos se hacían a un lado y se olvidaban, quedando recluidos, en 1978 una misionera emprendió el trabajo de seguimiento jurídico de los casos de los presos y la mejora de sus condiciones de vida, relata Nomikós. La labor de la religiosa se formalizó con la creación, en 1994, de la FRST, que ha ampliado el trabajo al proporcionar apoyo jurídico y psicológico, así como terapia ocupacional a todos los internos.
Los cinco meses y medio que Nomikós pasó en la tierra de los rarámuris le abrieron, dijo, ''una nueva visión de cómo estar con seres que nada tienen que ver con mi vida, con personas que han cometido delitos que normalmente yo hubiera juzgado y que no es necesario juzgar, creo. Nunca sentí ninguna actitud agresiva. Los autores de delitos graves y que eran los más violentos, los mandaban a la cárcel de Chihuahua. Los que estaban allí eran más tranquilos, eran del lugar y todo era como una familia afuera y dentro de la cárcel. Es un mundo muy chiquito".
No obstante, al principio fue difícil, porque Nomikós ''no sabía cómo empezar a discutir" con los internos. Como iba diario al Cereso, se volvió más fácil porque los tarahumaras sabían la razón de su presencia. Ya se le acercaban para platicar y pasar el tiempo. Cuando la fotógrafa sintió que se conocían bien, les preguntó si podía llevar su cámara.
''La idea les encantó porque sabían que les iba a regalar fotos que, luego, veían por ambos lados con igual interés. Sin embargo, las imágenes en blanco y negro no les gustaban, ya que no entendían por qué no tenían colores. De vez en cuando se enojaban, entonces, encontraba las fotos tiradas en el basurero."
El año pasado la experiencia fotográfica de Nomikós quedó registrada en el libro bilingüe (inglés/español) Tarahumara, caminos cruzados, publicado gracias a un patrocinador privado alemán que apoya a artistas germanos y europeos. La fotógrafa, quien ha expuesto su obra en lugares como el Café Pacífico, presentará el libro y una exposición en Grecia a finales de año.