El final

 

* Luis Javier Garrido *

E)l fin de un régimen, qué se le va a hacer, entraña consecuencias inimaginadas, que ni los más expertos transitólogos pudieron prever.

1. En el caso de esta historia, habían pasado cinco meses de su precipitada salida del país, que le parecían ya casi un sexenio, cuando en su refugio guaraní se desencadenó todo de manera inesperada. El golpe había sido brutal, pero muy pocos priístas se resignaban a aceptarlo. La pérdida de la Presidencia de la República para el candidato oficial no era un simple caso de alternancia, sino que arrastraba al partido hacia su propio final, entrañaba también el final del régimen y era el final también para él, que no podía entenderlo mientras memorizaba el número secreto de sus cuentas en las Bahamas y en las Caimán.

2. ƑQuién podía haberlo imaginado?, se decía, Ƒvimos venir a Cuauhtémoc pero nunca imaginamos esta desgracia?

3. Recordó los días posteriores a la tragedia del 2 de julio y se vio reunión tras reunión, escuchando las explicaciones de lo acontecido sin comprender ya nada de lo que pasaba, no entendiendo quién mandaba en el partido y quién debía mandar, consumido en el JB, hasta que le había tendido su mano la doctora Nilda Ossa, la sicoanalista argentina que le había explicado cómo había perdido al padre y estaba obligado a asumir la realidad de ''sus perversiones''. Y luego, los acontecimientos desencadenándose: las declaraciones de Fox, la constitución de la Comisión de Transparencia, la orden terminante y su despedida de unos cuantos, la fugaz entrevista con Ernesto, la operación plástica, el viaje de su esposa con sus hijos hacia Montana y su salida del país... No entendía del todo, a pesar de sus lecturas, por qué si 90 años atrás los porfiristas habían podido partir tranquilamente a solazarse a las playas de Biarritz, ellos se veían obligados a huir literalmente a salto de mata hasta todos esos países inhóspitos donde no se erradicaban aún la malaria ni el cólera morbus.

4. La cadena de noticias desafortunadas le había llegado durante los días que había pasado en Bolivia: las luchas sin cuartel de los gobernadores, el fracaso de la iniciativa del general Godínez, los papelones de Pancho, los fallidos intentos de Ernesto por negociarlo todo en paquete, y el anuncio en fin de que la Comisión de Transparencia iba a venir en serio.

5. Las noches de ese largo viaje que lo llevaría a instalarse en la pequeña finca de una aldea remota que no aparecía en los mapas, y donde abundaban las familias de origen alemán; se le empezó a aparecer sin embargo recurrente la misma imagen de la mano anaranjada y azul haciendo la "V" de la victoria y era tan fuerte la imagen que al pasar los días, las semanas y los meses sintió que se le despertaban los deseos criminales que creía tener ya adormecidos.

6. Todos los días pensaba que para tranquilizarse debería atreverse a salir de su aislamiento para visitar a alguno de sus compañeros de militancia, y establecer la red de coordinación que debería salvar al partido. Transcurridos todos esos meses habría llegado ya el momento de tomar la iniciativa, y visitar acaso a Gustavo en su fazenda del Brasil, bajar hasta Antofagasta a ver a los compañeros de Fuerza Mexiquense, o dejarse llegar, por qué no, hasta Costa Rica, donde había tantos buenos amigos operadores. Cómo anhelaba, sin embargo, tener luz verde para poder realizar el viaje fundamental, e irse hasta La Habana, a ver a don Carlos, que tenía ya sin duda la clave de la nueva estrategia, para echar una platicada con él como en los viejos tiempos, y quizás, si hubiese manera, encontrarse con Manuel, con el otro Mario y, Ƒpor qué no?, con El Señor, para recapitular sobre los errores echándose unas partidas de baccará, y quién sabe qué más... Tenía tantos proyectos, aunque lo mejor por el momento para tranquilizarse, sería bajar a la pulpería a llamarle a alguno de los amigos en la Argentina. Había perdido la cuenta de todos los que habían salido y por momentos no se reconocía ni a sí mismo.

7. Abrió su ejemplar casi desencuadernado de Sun Tzu, que tanto le había guiado en su carrera política, y leyó una frase que le tranquilizó: "Si tus fuerzas son iguales en número, lucha si te es posible. Si tus fuerzas son inferiores, mantente apartado si puedes hacerlo. Si eres inferior, huye si puedes".

8. Las tardes, sentado bajo el árbol de la coca, mientras veía los atardeceres recibiendo la brisa que venía del río Paraná, le salía sin embargo lo priísta y trataba de mirar hacia el afuturo y de vislumbrar los escenarios y soñaba en lo imposible diciéndose que la verdadera alternancia sería cuando la oposición le regresase el poder al PRI.

9. Uno de esos días había reflexionado con severidad sobre el futuro del país escribiendo unas notas para sus correligionarios y también, entendía, para la posteridad, ahí mismo en su improvisado estudio a donde había traído su escasa biblioteca y el pequeño busto de Juárez junto al cual se había siempre fotografiado. Al mirar en lontananza desde la ventana hacia la sabana había comprendido las razones del odio del Benemérito por la derecha traidora a la patria, y tuvo el mismo sentimiento al imaginarse a los modernos conservadores disponiendo ya del país. ''Pueblo estúpido'', se repitió una y otra vez, ''con tal de votar por el cambio llevó al poder a la reacción''. Tanto era su enojo que al atardecer había sentido que le bajaba el azúcar y que se le alteraba el pulso.

10. La desesperación le había ganado y se consumía en el aguardiente guaraní diciéndose todo el tiempo ''volveré, volveré, volveré", y repitiendo sin darse cuenta ''hoy, hoy, hoy'', cuando vino a buscarlo el muchacho del almacén porque tenía llamada, y se vio corriendo jadeante por la pendiente hasta la plaza principal, entrar a la pulpería, tomar el auricular y escuchar las buenas nuevas de que podía volver porque se había suscrito el anhelado Pacto de Chapultepec, que le garantizaba inmunidad a todos y a sus cuentas bancarias en el Caribe, y de que borrón y cuenta nueva porque todos somos mexicanos, y le llegó la euforia en el camino hacia su finca hasta que entró en la casa, se vio en el espejo sin poderse reconocer, y se dio cuenta de que no tenía sentido volver porque los 71 años no habían sido en vano. *