VIERNES 21 DE JULIO DE 2000

El incierto

futuro de

los partidos

 

* Silvia Gómez Tagle* *

Los tres principales partidos políticos se encuentran en procesos de reflexión y autocrítica similares en muchos aspectos, porque las elecciones del 2 de julio trastocaron la geometría del poder. El PAN se confronta con los retos que plantea su triunfo, aun cuando cada vez queda más claro que la Presidencia la ganó Fox.

A diferencia de lo que ocurre con el PRI y el PRD, en el PAN no se cuestiona a los dirigentes; en cambio su crecimiento electoral lo obliga a la búsqueda de nuevos métodos para elegir candidatos, para ampliar sus relaciones con la sociedad, ''modernizar'' la estructura de su trabajo político, incrementar la participación de sus militantes y de incorporar a un mayor número de mexicanos. Sin embargo, es probable que su principal problema en los próximos seis años radique en la relación con la Presidencia de la República, ya que desde ahora se vislumbran contradicciones entre las promesas de Fox y el programa del Partido Acción Nacional; baste recordar cómo ganó la candidatura a la Presidencia. La cuestión estará finalmente en quién va a dirigir al partido.

El PRI, por el contrario, perdió la Presidencia de la República después de 71 años de continuidad en el poder, lo que significa quedar en la orfandad, como recientemente reconoció Dulce María Sauri Riancho. Su mayor problema está en la ''gobernabilidad'', regular la lucha por el poder al interior del partido, cosa que antes no preocupaba porque el presidente era el árbitro supremo de todas las disputas. Se habla también de la necesidad de dotar de legitimidad a los dirigentes en todos los niveles, de reconstruir la credibilidad del partido y de una democracia participativa.

El Partido de la Revolución Democrática regresó al tercer lugar que tenía en 1994, en condiciones más adversas, por los efectos de una alianza que le reportó dudosos beneficios y por las expectativas que se habían generado con los triunfos obtenidos desde 1995. Pero también porque en ese periodo la amplia participación de las bases sociales no permitió consolidar eso que pretenden hacer ahora los otros dos partidos: una democracia participativa. El desorden imperante en el partido canceló las virtudes de la participación de las bases y muchas veces permitió el atropello de los derechos de los militantes.

La democracia en los partidos políticos, así como en la sociedad, ofrece un método para ordenar la lucha por el poder a través de las reglas aceptadas por un amplio consenso. Lo importante no es pedir la cabeza de los dirigentes que cometieron errores, en tanto no existan los mecanismos institucionales que permitan elegir a los nuevos líderes con plena legitimidad. Sólo así se podrá romper la lógica de la lucha entre facciones y elegir una dirección con capacidad para hacer eficiente la acción partidaria.

Tener un padrón confiable, recuperar la credibilidad de la dirección, lograr mecanismos de gobernabilidad, definir una política de alianzas, son problemas que se plantean todos los partidos y que cada uno deberá resolver de diferente manera, según su posición en la nueva geometría del poder. Pero ni el PAN ni el PRI se han planteado la discusión del proyecto de país, posiblemente porque ambos esperan la continuidad de las políticas económicas y sociales neoliberales.

Sin embargo, ese no es el caso del PRD y de la izquierda en general. Hasta ahora, han sido eficaces como críticos de un sistema político autoritario y excluyente, pero su futuro depende de su capacidad de proponer alternativas para los millones de mexicanos que votaron por el cambio.

Es indispensable partir de un análisis serio, que no se agote en mutuas recriminaciones de los errores en la dirigencia; pero lo más importante es caracterizar esta nueva etapa de la vida política del país. La propuesta que hiciera Víctor Quintana hace unos días, me parece muy acertada: ''Aprovechar la energía social del momento''.

El partido deberá generar las dinámicas que le permitan ocupar los espacios recién abiertos por la democracia e impulsar el movimiento social para colocarse a la cabeza de la transición y empezar a construir una alternativa al neoliberalismo. *

 

*Investigadora de El Colegio de México