JUEVES 20 DE JULIO DE 2000
* Orlando Delgado *
Las primeras metas económicas
A sólo un par de semanas de su contundente triunfo, Fox ha empezado a corregir planteos centrales de su plataforma económica: por ejemplo, del famoso crecimiento de 7 por ciento, indispensable para absorber el millón 300 mil mexicanos y mexicanas que anualmente ingresan en la fuerza de trabajo, se ha pasado a la propuesta de mantener el ritmo actual de crecimiento de alrededor de 5 por ciento durante los primeros tres años, para después alcanzar los dos puntos porcentuales adicionales, de modo que el promedio esperado será de 6 por ciento de crecimiento del producto; de las propuestas de eliminar la dependencia de los ingresos de Pemex en los ingresos fiscales, se ha pasado a sostener que se reducirá gradualmente de modo que para fines del próximo sexenio importen sólo 10 por ciento de los ingresos totales del sector público, mientras que ahora representan más de 30 por ciento.
Por supuesto, hay una enorme diferencia entre lo que se plantea en una campaña y las metas específicas a las que se compromete un gobierno en funciones, pero lo que no puede, ni debe, soslayarse, es que la plataforma económica generó expectativas favorables en los agentes que contribuyeron a la victoria panista. Estas expectativas han sido claramente planteadas por el Centro de Estudios del Sector Privado, al señalar que las metas macroeconómicas propuestas en la campaña son conseguibles y que, además, lo logrado por la administración zedillista será necesariamente el piso para el próximo gobierno; en general, una buena parte de la población espera que la sustitución del régimen priísta permita un boom en la inversión, lo que generaría empleo y, en consecuencia, una nueva dinámica económica que efectivamente impacte los ingresos de la gente.
Frente a estas expectativas ciertamente excesivas, pero derivadas de lo que se planteó en la campaña, el equipo económico de Fox ha empezado a mostrar lo que serán las líneas maestras de su plan: ampliar la participación privada en la industria eléctrica y en la petroquímica, de modo que no se afecte el patrimonio de la CFE ni Pemex, sino que esta "apertura" se dé mediante nuevas instalaciones que incrementen la capacidad de producción; en el primer año de gobierno, los que habían establecido que harían transformaciones inmediatas, ahora señalan que no se plantearán nuevos impuestos y que la estructura del gasto público será similar a la actual, con las novedades del "instituto de educación permanente, un programa de becas y otro de micro créditos", los que en tanto no se conozcan sus magnitudes es difícil valorar; la reducción de la meta de crecimiento, sustituyéndola por el planteo de que se colocará a la economía en una nueva senda de crecimiento de 7 por ciento, lo que en la lógica foxista significará inevitablemente que se incumpla con el número de empleos ofrecidos en su propuesta de cambio.
De esta manera, antes del inicio de su administración, se empieza a perder parte de los enormes consensos alcanzados durante la campaña política: fundamentalmente la absoluta y urgente necesidad de revertir las consecuencias sociales derivadas de la implantación del modelo de desarrollo basado en la prevalencia de los mercados. Este consenso requiere acciones inmediatas que corrijan las graves desigualdades en la distribución del ingreso, lo que puede ser posible a través de un gasto público orientado precisamente a ampliar el combate a la pobreza extrema; la propuesta de Fox, publicitada con fuerza con la expresión de que los changarros tendrán acceso a microcréditos, no resolverá las carencias de puestos de trabajo adecuados para los miles de profesionistas que se incorporan a la fuerza de trabajo, luego de haber terminado sus estudios y que hoy no encuentran alternativas viables.
Entre los sectores que más votaron por Fox están los jóvenes, particularmente los que tienen mayores niveles de escolaridad; son ellos los que estaban hartos de un régimen corrupto y carente de principios, hartos de un país de simulaciones y compadrazgos, pero hartos también de la ausencia de perspectivas laborales. Corregir las metas hasta hacerlas similares a las que hubiera propuesto Labastida, no sólo irá poniendo las cosas en su lugar, sino que decantará inevitablemente el apoyo social con el que debiera arrancar el próximo gobierno; volver a los mismos temas y compromisos que se han planteado desde hace 18 años, generalizará la certidumbre de que un gobierno elegido para hacer cambios, será el gobierno de la continuidad; ofrecer honestidad y transparencia es, sin duda, necesario, pero no suficiente para llevar adelante las transformaciones que demanda la sociedad civil.
Todo ello exige contrapesos sólidos y prestigiados frente a la población. Los electores le dieron la victoria a Fox, pero no le dieron la mayoría en ninguna de las Cámaras, lo que obligará a que la vida parlamentaria gane espacios que pueden ser decisivos. El presupuesto del 2001 tendrá que ser aprobado por un Congreso dividido y que deberá ser responsable principalmente con sus electores; la discusión, no debe olvidarse, será en San Lázaro, no en las oficinas de Gurría.