JUEVES 20 DE JULIO DE 2000

El PRI y el PRD

 

* Octavio Rodríguez Araujo *

El Partido Revolucionario Institucional surgió como un partido de un régimen que genéricamente podríamos caracterizar como populista-estatista y autoritario, tanto en lo económico como en lo político, social y cultural. La crisis de este régimen y su sustitución por otro: el tecnocrático-neoliberal, igualmente autoritario en lo económico pero mucho más flexible en lo político que el anterior, llevó necesariamente a una crisis interna del PRI. Esta situación pudo ocurrir por la misma regla suprema y no escrita que se dio el partido en relación con el presidente de la República y por el derecho de éste a nombrar a su sucesor.

Esta regla provocó la mayor contradicción del PRI, tanto que si intenta restructurarse tendrá que prescindir de ella (incluso si volviera a ganar) para convertirse, al fin, en un partido político moderno. La regla fue, desde su fundación, que sería un partido del régimen en apoyo del gobierno en turno. Pero esta regla se encuadraba en el derecho del presidente saliente (desde Lázaro Cárdenas) de nombrar a su sucesor. En otras palabras, al subordinarse al jefe del Ejecutivo federal, le otorgaba a éste el derecho de nombrar a su sucesor y el PRI sólo debía poner su aparato, sus militantes y sus sectores corporativos al servicio de quien recibiera la estafeta del anterior gobernante.

Por la regla anterior fue que el PRI apoyó por igual a gobernantes tan diferentes, pues era la sabiduría (con o sin comillas) del presidente saliente la que determinaba la selección del entrante. Esto explica que Lázaro Cárdenas designara a Avila Camacho, pues según el primero era lo que convenía al país en aquella coyuntura, o que Díaz Ordaz, aunque después se arrepintiera, nombrara a Echeverría, o que López Portillo escogiera a Miguel de la Madrid, representante del capital financiero y no a Díaz Serrano, que era bien visto por los industriales, pero no por el Banco Mundial y por el Fondo Monetario Internacional, etcétera.

El problema fue cuando los tecnócratas neoliberales se apoderaron del gobierno. Bombardearon al viejo régimen, para inaugurar otro; pero al subordinar una vez más al PRI afloraron en éste contradicciones internas muy profundas y lo llevaron a un mayor desprestigio del que ya tenía desde años atrás. El seguidismo del PRI a los presidentes tecnócratas fue su perdición, pues la política económica y social de éstos en el gobierno ha sido la más antipopular que haya existido en México desde la vieja Revolución.

Como es el caso que la Presidencia fue ganada por un personaje que presumiblemente continuará con las políticas tecnocráticas y neoliberales, el PRI tendrá que deslindarse de estas políticas y regresar, con las modalidades necesarias, a sus posiciones tradicionales, muy probablemente a las de tiempos de Echeverría, pues fue en su gobierno que se formó la mayoría de los más conspicuos priístas que intentan rehacer su organización (desplazando, necesariamente, a los nuevos priístas que se incorporaron a partir de Miguel de la Madrid y sobre todo a partir de Salinas).

Si mi hipótesis es correcta, el problema será para el Partido de la Revolución Democrática, pues el PRI, que obtuvo ųcon trampas y todo lo que se quieraų más del doble de votos que Cuauhtémoc Cárdenas, retomará los principios del nacionalismo revolucionario y, por lo mismo, desarmará una parte importante del andamiaje ideológico del PRD.

Algunos perredistas han planteado que en su partido podrían tener cabida priístas y hasta panistas progresistas, como dando a entender que el PRD podría convertirse en un polo de atracción de éstos. Pero el supuesto de estos perredistas es que el PRI va a deshacerse, y no pienso que así ocurrirá. Si el PRI se restructura, y tiene bases para que suceda (una veintena de gobernadores y 37 por ciento de votos para senadores y diputados), el PRD tendría que restructurarse también, pues no sería el único partido antineoliberal y, además, está en obvia desventaja (electoral y de organización) respecto del PRI. Es más, si el PRI se restructura según la hipótesis apuntada, en el Congreso de la Unión, y frente a los legisladores panistas y foxistas, ambos partidos se diferenciarán poco, con la agravante de que el voto de los menos (los perredistas) se diluirá, para la opinión pública que no lee los debates sino sólo las conclusiones, en las políticas antipanistas del PRI.

La redefinición del PRD es imperiosa, y no sólo en sus principios y programa, sino también en su organización. Ahora el PRD está obligado a distinguirse como un partido de izquierda. ƑY qué debemos entender ahora por izquierda? Sobre esto tienen que pensar los perredistas (y no sólo sus cuadros dirigentes), y también quienes nos mantenemos, sin militancia partidista, a favor del socialismo. *