MARTES 18 DE JULIO DE 2000

* Se transforman en corporaciones burocráticas: investigadores de la UAM


Crece la descapitalización cultural de universidades

Karina Avilés * De mantenerse las tendencias de la regulación del trabajo académico implementadas desde hace una década en instituciones de educación superior, y por las cuales se impulsan ''criterios'' como el de "ser mejor", "ganar más", "producir más", desplazando así la verdadera generación del conocimiento, traería como resultados a largo plazo ''la profunda descapitalización social y cultural de nuestras universidades, que empezarían a funcionar como eficientes corporaciones burocráticas del saber, cohesionadas mediante una cultura organizacional basada en el desempeño individual'', alertó el investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Eduardo Ibarra Colado.

Al participar en el Encuentro de Especialistas en Educación Superior, que se efectúa en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM, Ibarra Colado realizó una amplia y detallada exposición con el título Los costos de la profesionalización académica en México. Advirtió que la prolongación excesiva de ese dispositivo de regulación ''pareciera estar conduciendo ya al desmantelamiento de los colectivos de académicos que impulsaron el desarrollo de la universidad durante las últimas dos décadas, poniendo en riesgo las actividades de enseñanza, investigación y creación artística''.

Hoy, sostuvo, ''lo que está en juego es el futuro de la universidad que se debate entre su función como institución al servicio de la sociedad y aquélla que hoy se le quiere asignar como fábrica de conocimientos para provecho de unos cuantos, confrontación que se ha traducido paulatinamente en su progresiva desarticulación social y creciente descapitalización cultural''.

El profesor de la UAM-Iztapalapa explicó que el dispositivo de regulación del trabajo académico se basa en dos estrategias: la deshomologación salarial y la formación de profesores, las cuales han operado de manera sistemática a lo largo de la última década.

Por la vía de la deshomologación salarial ''se evitaron sólo en apariencia los altos costos que supondría un aumento general directo a los salarios. Y decimos que tal ahorro es sólo aparente porque la operación del nuevo sistema de certificación ha implicado el montaje de un exorbitante aparato burocrático y otros costos ocultos hasta ahora no cuantificados: la flexibilidad que pregona el modelo se tradujo en los hechos en la edificación de una costosa arquitectura de vigilancia que garantiza la regulación.

 

Modelo académico-laboral alternativo

 

"Las ventajas de los nuevos programas de remuneración a concurso se encuentran en realidad en su efectividad política, pues permitieron cancelar la negociación bilateral de los salarios académicos con los sindicatos, desmovilizaron e incluso confrontaron a los nuevos trabajadores del saber con sus 'viejas' instancias de representación y adiestraron rápidamente a las comunidades académicas en la docilidad y la obediencia al orientar su trabajo atendiendo a los dictados de la producción puntual y puntillosa de saberes productivos, o cuando menos, por su intrascendencia, de saberes poco destructivos o peligrosos para el sistema. Bajo el lema 'prohibido pensar' hoy se movilizan ejércitos de académicos con pesados expedientes, prestos a aplicar sus saberes a la producción sin fin, desenfrenada, y sin finalidad, desprovista de sentido'', explicó.

Así, los programas de deshomologación en curso han sido incapaces de reconocer la naturaleza del trabajo académico, ''pues inducen la simulación, fomentan la corrupción y el credencialismo, desalientan los proyectos de largo alcance, generan altos niveles de estrés y angustia y desarticulan a las comunidades académicas que hoy ven amenazada su cohesión interna y reducida su capacidad de respuesta''.

Por ello, dijo, es necesario avanzar hacia un modelo académico-laboral alternativo que acepte a la universidad como referente cultural básico de la sociedad y al trabajo académico como algo más que la ''simple fabricación mecánica de productos, escrupulosamente inventariados, que permiten un mejor nivel de vida a quienes los maquilan''.

Por su parte, Manuel Gil Antón, también investigador de la UAM, realizó una exposición sobre la conformación y evolución del cuerpo académico en México. En 1961, el total de puestos académicos reportados para nivel licenciatura era de 10 mil 749. Cifras oficiales de 1999 señalan que en nuestros días es de 158 mil 539 para el mismo nivel, indicó.

A su vez, destacó que mientras en los años sesenta y ochenta era ''indiscutible el predominio público (8 de cada diez puestos en números redondos), los noventa muestran una inversión fuerte: al menos 6 de cada 10 fueron producidos en las instituciones privadas. Y como la tendencia del sector sigue siendo orientada por el mercado, su predominio explica la disminución de tiempos completos en el nivel general, dada la preferencia del sector privado por las contrataciones parciales''.