LUNES 17 DE JULIO DE 2000

* ƑLA FIESTA EN PAZ?

Nuevos funcionarios,

viejos crónicos

 

Leonardo Páez * Quienes se oponen a los cambios o son reaccionarios o de plano resultan beneficiarios del actual estado de cosas.

En el submundo taurino también hay conocedores a los que provoca escozor hasta un simple intercambio de opiniones entre candidatos electos y la Comisión Taurina del DF. De hecho, apoyan sin pudor la discrecionalidad que ha caracterizado a las autoridades de la capital ųa los tres partidosų con respecto a la fiesta brava.

Enarbolando un taurinismo demagógico basado en su experiencia seudocrítica de llevar la fiesta en paz, de hacerle el caldo gordo a los poderosos en turno por más errores que cometan, de condicionar halagos y censuras a tanto la línea, de pretenderse conocedores profundos de un espectáculo que ellos mismos han contribuido a degradar y de exhibir una fobia patológica por todo lo que tenga que ver con reglamentos y autoridades, estos alarmados especialistas insisten en tomar el rábano por las hojas.

Así, con una óptica simplificadora y convenenciera, tan avezados partidarios del inmovilismo taurino propagan una retorcida interpretación de la severa crisis que aqueja a la fiesta de toros en México, debida no a las acciones de protectores de animales y ecologistas, sino a la negligencia y frivolidad de los propios taurinos, incapaces de promover nuevos valores pero empeñados en anunciar productos sin atractivo ųtoros y torerosų y cobrar como si lo tuvieran, con la consecuencia lógica de entradas cada vez más pobres.

Apenas declaró el jefe de Gobierno electo del DF, Andrés Manuel López Obrador: "Si a los empresarios no les interesa o no les conviene acatar lo establecido por la ley, pues que cierren sus plazas y cambien de giro porque las leyes no se hacen para justificar la incompetencia de nadie", y una vez que José Espina, delegado electo en Benito Juárez, externó que para realizar su trabajo aplicaría la ley vigente y procuraría conciliar intereses legítimos, pues "mi responsabilidad será garantizar al aficionado que a cambio de lo que paga reciba un espectáculo de calidad", el vocero oficioso del establishment taurino mexicano, Francisco Lazo, del diario deportivo Esto, se revolvió en un palmo.

"El señor Espina ųorientó Lazo en su columnaų dijo lo que acostumbran decir desde tiempo inmemorial los 'salvadores de la fiesta', cosas obvias como 'respetar la normatividad', quimeras (sic) como 'garantizar' que se elevará la calidad del espectáculo, combatir 'la corrupción' y lo que en tiempos modernos se estila, 'auxiliarse' de la Comisión Taurina".

Entusiasmado con sus propias falacias, el cotizado publicronista añadió: "No deben descuidar las nuevas autoridades en sus propósitos, que los públicos, las grandes concurrencias, no van a ver masivamente a los reglamentos (sicucha), sino a los toreros de verdad... Tampoco dicen las 'normativas' cómo se debe torear para ser un torero atractivo... En ellas entonces, no está el rescate de la fiesta, pues no produce (sicazo) toreros".

Con analistas como Lazo, los profesionales de la fiesta pueden dormir tranquilos, y el público seguir padeciendo el neoliberalismo taurino de ricachones sin imaginación.