* Hermann Bellinghausen *
Embalajes
La verga. Otra vez el méndigo ruido en el rin trasero izquierdo. El carburador, desajustado, ya no daba. Se clavó en la primera tierra que se le abrió a la derecha, manos a la obra, ahora o nunca. Pesada venía la troca, al pisar cuneta se ladeó bastante, las redilas estaban bien vencidas, necesitadas de carpintería y una nueva viga. Pero a qué horas, con qué ojos.
Es que también. Hay de cargas a cargas. Osipo transporta de todo: marranos, varilla, costales de semilla, naranjas a granel, hasta gente. Qué creen que había ese día bajo las lonas, una azul y la otra amarilla. No lo podía creer: libros. Hagan ustedes el favor, cajas y cajas, y cajas, de libros. Pesan como la chingada. A quién se le ocurre guardar tantos. Osipo de buena gana los vaciaba allí mismo y les prendía fuego: para eso son buenos.
Sacó del arnés los dos troncos en que apoya las llantas (nunca basta el freno de mano), el costal del gato y la caja de herramientas. Vio habitado y no supo si era un inconveniente. Casuchas de lámina pero con electricidad. Sería diablito. Un anciano de greña y barba entre negras y blancas dormitaba frente a una televisión encendida. El ruido de la carretera lo arrullaba. La irrupción del carro de Osipo lo alcanzó a despertar. Osipo, arrodillándose en la parte trasera, le agitaba la mano en un hola que incluía sonrisa de cortesía, de llevemos la fiesta en paz.
El viejo se irguió en su silla de mimbre roto, se limpió los ojos que se le nublan continuamente. ƑY éste? Distinguió la silueta de Osipo y se explicó a sí mismo: un chafirete.
Osipo venía lo que se dice meándose, pero le dio pena ahí con el señor, así que dio la vuelta al camión y orinó de espaldas a la carretera. Cuando regresó al pie del gato, para su sorpresa el viejo estaba allí.
--ƑProblemas?
--See --dijo Osipo.
--Los balines, las balatas, Ƒel diferencial? --indagó el viejo.
--El rin. Además, lo voy a carburar. Se viene sentando en las subidas.
--Por aquí hay muchas --dijo el viejo.
--Hay.
--Si necesita algo, voy a estar en la silla.
--ƑTendrá un refresco?
Osipo es un animal sediento.
--Tengo.
De la casucha había salido una mujer a sacudir trapos. El viejo caminó unos pasos y gritó:
--Vieja, sácate un refresco.
--Ven tú --replicó la otra, de malas.
--Mujeres --filosofó el viejo, y tuvo que ir él.
Tardó. Osipo ya estaba en lo del carburador, con los dedos engrasados y la espalda de la camisa empanizada de tierra. Tan siquiera el refresco estaba frío. El viejo cargaba la contrariedad típica, un poco avergonzada en sí, del que acaba de tener un pleito, absurdo, con su mujer. Osipo le ha visto esa cara a todo el mundo.
El viejo señaló la carga y dijo:
--ƑLibros?
--ƑCómo sabe? --dilató Osipo su respuesta, pues antes de un sorbo se tomó medio refresco.
--Se nota.
Se nota qué, pensó Osipo. Si sólo eran visibles las lonas, y uno dijera lo normal es que los camiones pasen cargados de libros.
--Si quiere uno, se lo regalo. No creo que vayan a notar.
--Van --dijo el viejo--. ƑNo sabe que cada libro es distinto? Un kilo de libros no se parece a un kilo de cualquier otra cosa.
Para Osipo todos eran iguales, sólo reconocía el Libro Vaquero, que en primeras no pesa, y, además de quincenal, es desechable.
--ƑVa lejos?
--Algo --dijo resignado Osipo.
--ƑUna biblioteca?
--Ha de ser. Yo digo.
--ƑUna escuela?
--Un particular.
--ƑY su carburador?
--Orita lo acabo. Antes de que se meta el sol, espero.
--No necesita una mano.
Aunque Osipo no estaba seguro de si el viejo le ofrecía ayuda, dijo:
--Gracias, no. Descanse. ƑCuánto del refresco?
--Así que quede.
--De menos agarre un libro.
--Le digo que van a notar.
--Ande, yo digo que se cayó, o lo que sea.
El viejo caminó atrás, hurgó las lonas, rompió una orilla de una caja de cartón y sacó.
--Este --dijo, y caminó a su silla.
No parecía que lo fuera a leer, pero poseerlo le confería como que importancia, era grueso y de pasta sugerente. Un barco chiquito, una ballena brava y un cielo tormentoso. ƑCuál creen que era? Pues Moby Dick. El dueño seguro iba a notar, pero al viejo y a Osipo qué más les daba.