LUNES 17 DE JULIO DE 2000
* Teresa del Conde *
Felicitaciones, Francisco
No está muy contento Toledo con eso de cumplir 60 años. Me pregunto si considera que se trata de un parteaguas, cuando que yo recuerdo los homenajes que le hicieron a Sergio Pitol (hace poco) cuando llegó a esa edad. Tengo ante mí una foto polaroid de Francisco. Se trata, naturalmente, de un autorretrato y fue tomada apenas el año pasado. Desde luego no trae vestimenta alguna (mejor, porque a veces su vestimenta deja que desear). Luce muy esbelto, perfectamente bien proporcionado, como tallado en madera quizá de cedro, de caoba, o de ayacahuite, como quiera que sea, el color es asoleado, en buen contraste con la cabellera todavía bastante oscura, muy desordenada. En la polaroid se ven muy bien sus pies y otras cosas...
Una vez Toledo me envió en una caja sus sandalias viejísimas, de una sola correa que cruza por el dedo intermedio del pie. Lo hizo para que fuéramos a dejarlas en donación al museo del calzado El Borceguí. La donación fue aceptada inmediatamente. Después me encontré con él en Oaxaca, creo fue cuando presentamos el nuevo libro sobre Tamayo que publicó Américo Editores. Platicamos un rato en el IAGO, donde tomamos un refresco en el precioso patiecito. Vi que calzaba unas sandalias o huaraches tan viejos como sus antecesores, pero él me explicó que estaban echas a mano, cosa que desde luego las distingue. Lo que le dije entonces fue que sus pies eran guapos, perfectamente formados, aunque polvorientos. Le comenté que el artista Cisco Jiménez ha mostrado predilección por los pies y que exhibió unos, tallados en madera, pero eran los de Cuauhtémoc (me refiero al emperador mexica), quemados en un anafre, no en la mesa de suplicio. Los contemplé en su muestra individual de la Galería OMR y la directora Patricia me regaló una diapositiva, que agradezco. Le dije a Toledo: "Hay que encargar a Cisco Jiménez que haga una escultura de tus pies"; creo que la idea no le pareció mal. Después, pensé para mis adentros, quizá podría fundirse, se haría una edición patrocinada por el mismo fundidor con quien trabaja Juan Soriano, y luego los pies de Toledo en escala natural, realizados por su tocayo Cisco, se venderían en la Galería Juan Martín y en otras. Claro, ya no serían los pies de madera de la matriz (pasarían en calidad de arte objeto a las colecciones del Museo de Arte Moderno); se trataría de unos pies broncíneos y patinados. Los fondos recabados con la venta de los pies de Toledo se aplicarían a la Cineteca Pochote de Oaxaca, ya que los aparatos que allí operan deben ponerse al día, de lo contrario la nueva película de Bertolucci (que a mí si me gustó mucho, la titularon en castellano Pasión, pero en realidad se titula Asedio) y otras cintas como Amores perros, de reciente estreno, no van a ser disfrutadas en todo su apogeo.
Esta es una idea que constituye mi regalo simbólico a Toledo en su supuestamente crítico cumpleaños. Sé que le gustan los pies y los zapatos, pues su abuelo Benjamín era zapatero y a él, de muy niño, le fascinaba ver las hormas, que aparecen en varias composiciones suyas, así como los zapatos son elementos en muchas de sus composiciones. Por ejemplo, zapatos de tacón en plata calza el Pez Benda, una pieza de su bestiario que pertenece a la colección de Tane, misma que, por cierto, va a exhibirse próximamente en la ciudad de México.
Para mi fortuna yo tengo un dibujo de Toledo, que representa el zapato de Sigmund Freud, sólo que como reza la anécdota relatada por un poeta eslavo, ese mismo zapato, junto con su par (Freud no fue cojo) era objeto de deseo por parte de otro sujeto. Ninguno de los dos pudo hacerse de esos zapatos negros que ambos admiraban silenciosamente en la vitrina de una zapatería vienesa, debido a que siempre estaba cerrada, fuere porque los dueños habían ido a almorzar, o bien porque tenían que asistir a un funeral.
El pequeño escrito del poeta eslavo también lo conocí a través de Toledo; fue recopilado por la poeta Elisa Ramírez, que como bien se sabe, es la madre de Laureana y de Jerónimo. Cuando muy joven, con Olga de Juchitán, una mujer muy airosa a quien vi en cierta ocasión, Toledo procreó a la poeta Natalia y ahora tiene una encantadora familia dinamarquesa-oaxaqueña. En efecto: Trine y Toledo son los padres de Sara, que luce como una gitanita, y de Benjamín, un rubio bronceado, que recibió el mismo nombre que el abuelo zapatero de Francisco Toledo.