DOMINGO 16 DE JULIO DE 2000

* La semana política en Estados Unidos

* Cada cuatro años, los negros reciben atención política especial

* Después de cientos de años de opresión, se les agradece su voto

* Las tensiones raciales, pese a todo continúan siendo muy altas

Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 15 de julio * Cada cuatro años, los negros reciben mucha atención de algunas de las figuras políticas más importantes del país. El resto del tiempo, son el sector social que sufre el mayor nivel de encarcelamiento, desempleo y enfermedad, no en poca medida por las políticas impulsadas por los mismos políticos que piden su voto en cada elección presidencial.

El tema de la raza siempre ha sido algo explosivo en esta nación, fundada con la mano de obra de millones de africanos negros que llegaron como esclavos. El valor económico del comercio de esclavos fue clave en el desarrollo del país campeón del "libre" mercado, y según el historiador Eric Foner, en la década de 1860 el valor económico de los esclavos era mayor al valor combinado de todas las fábricas, ferrocarriles y bancos de Estados Unidos.

A lo largo de la historia, decenas de miles de negros fueron linchados. La esclavitud fue abolida formalmente hace poco más de un siglo, pero fue apenas hace 35 años que la segregación como práctica social fue legalmente prohibida en Estados Unidos.

Esta semana hubo, una vez más, pruebas de que las tensiones raciales siguen altas en el país, por lo menos para los negros. El New York Times informó de un incremento alarmante de incidentes en que negros encontraron lazos corredizos, símbolo de linchamiento, en sus lugares de trabajo.

Días después se transmitían imágenes de video en las que un negro es golpeado salvajemente por agentes de policía en Filadelfia, lo cual provocó temores de tensión racial en esa ciudad, que será sede de la próxima convención nacional del Partido Republicano a fines de este mes.

Dos tercios de la población negra, según una reciente encuesta, sienten que son tratados de forma más injusta que los blancos por parte de la policía. Pero hay un grupo de blancos que cada cuatro años está ansioso por hablar bien de la comunidad negra, elogiar sus logros y ofrecerle todo.

Esta semana se repitió la misma escena que ocurre cada año electoral nacional: los aspirantes a la Casa Blanca y otras figuras políticas se presentaron ante organizaciones que representan sectores claves de la comunidad negra estadunidense.

El presidente Bill Clinton y el vicepresidente Al Gore, candidato demócrata a la presidencia, acudieron a la organización de derechos civiles de negros más antigua del país, el NAACP, fundada hace 91 años. Sus discursos allí fueron más un tributo obligado a un sector que históricamente ha votado en forma abrumadora a favor de los demócratas (84 por ciento de los negros que sufragó en la última elección votó por Clinton). Esta semana, Clinton y Gore presumieron que sus políticas han reducido la tasa de desempleo de los negros (a pesar de que ese índice casi duplica al de los blancos) y han incrementado el número de altos puestos políticos destinados a negros.

Este año, los demócratas enfrentaron una competencia en ese foro, cuando otro aspirante, el republicano George W. Bush, acudió también para solicitar el apoyo de los miembros del NAACP. Aunque su discurso no arrancó las ovaciones brindadas a Clinton, el gobernador de Texas se ganó aplausos por atreverse a presentarse. Hace cuatro años, el entonces candidato presidencial republicano, Bob Dole, se negó a acudir a la reunión del NAACP.

Bush, según analistas republicanos, no espera atraer un amplio apoyo de la comunidad negra, pero al presentarse ante el NAACP intenta demostrar a sus bases blancas y a algunos sectores moderados que toma en serio su compromiso con lo que él llama "el conservadurismo compasivo".

Las diferencias en las propuestas políticas entre Bush y Gore son más bien simbólicas y, aunque tienen su importancia, no cambian la realidad cotidiana de la mayoría de los negros. Los avances de la población negra durante el gobierno de Clinton han sido limitados. Ocho años después de que Clinton logró su primera elección, sólo la mitad de los negros y 58 por ciento de los blancos califican las relaciones raciales como "buenas", de acuerdo con un reciente sondeo.

Aunque Clinton convocó a un grupo de expertos hace unos años para promover un debate nacional sobre las relaciones raciales, los resultados han sido discursos, ponencias, y la realidad parece sólo constatar que las cosas no cambian. Continúan las quejas por brutalidad policiaca contra negros, así como los incidentes y enfrentamientos motivados por asuntos de raza, y las experiencias cotidianas de racismo, tan comunes que no llegan a ser noticia.

De hecho, en algunos aspectos la situación del negro empeoró. En parte, como consecuencia de la llamada guerra contra las drogas, ya que tres de cada cinco jóvenes negros están de alguna manera en manos del sistema criminal judicial y los negros (junto con los latinos) tienen una re- presentación fuera de toda proporción en las celdas y en los corredores de la muerte.

Para algunos de la comunidad negra, esto lleva a preguntarse para qué votar. La participación electoral de los negros sigue estando bastante más abajo que la de los blancos. Como resultado, gran parte de los esfuerzos demócratas para promover el sufragio no buscan tanto conseguir un voto por Gore como la participación ante las urnas.

Cada cuatro años, los demócratas afirman que uno de sus propósitos centrales es incrementar el voto negro, ofrecen discursos y promueven programas especiales. El reverendo Jesse Jackson atraviesa el país instando a la comunidad negra a votar por el candidato demócrata y advierte de desastres con un republicano en la Casa Blanca.

Pero, al mismo tiempo, un grave problema para la comunidad negra es que agrupaciones como el NAACP y dos o tres más, ya no tienen bases con amplios sectores marginados, incluyendo a los jóvenes.

En este vacío, entran fuerzas que ofrecen otro tipo de canal para la expresión política. Por ejemplo, el reverendo Louis Farrakhan, líder de la Nación de Islam, convocó a la "marcha de un millón de hombres" que logró reunir a casi 750 mil personas en Washington hace unos años, para protestar por la opresión de los negros, y esta semana anunció planes para una nueva marcha de "un millón de familias". El NAACP, en cambio, tiene dificultades para convocar a más que decenas de manifestantes.