VIERNES 14 DE JULIO DE 2000
En el país de No pasaba nada
* Gabriela Rodríguez *
ƑQué palabras ponerle al shock del 2 de julio? ƑCómo encontrar un estado de tranquilidad para seguir viviendo? Dice Giordano Bruno que el placer está en el tránsito entre un estado y otro: ''no hay deleite sin mezcla de tristeza, puesto que en el cambio hallamos tanto lo que nos agrada como lo que nos fastidia". ƑSerá por eso que no puedo terminar de disfrutar y sufrir una muerte, un sobreviviente y un vencedor? ƑCómo enfrentar hoy al PRI, al PRD y al PAN?
El primero me provoca el sabor de la venganza, igual que en esa cáustica película mexicana de Mary Carmen de Lara, En el país de no pasa nada, en la cual la esposa y la amante dan muerte simbólica a uno de tantos narcopolíticos del PRI, al clásico licenciado mujeriego y corrupto que sigue gozando de impunidad, pero se ve atrapado en el limbo que él mismo se construyó.
Sí, algo así pasó en las urnas; la derecha y la izquierda lograron vengarse del aliado y del adversario. La envidia de los muertos es lo que más tememos los vivos, ahí están los narcopolíticos, los empresarios del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) venidos a más en un sexenio, los periodistas y escritores vendidos al régimen, los enemigos de zapatistas, los funcionarios, las feministas desclasadas, los progresistas que sometieron sus principios para apoyarse en la Iglesia, los burócratas que temen perder su chamba, los campesinos y compadres de líderes y caciques, las mujeres que comen de las despensas y sobreviven de becas gubernamentales.
La derrota del Partido de la Revolución Democrática, aunque digna, es dolorosa. Después de la contienda electoral, la izquierda tiene más vida dentro de sí, simplemente porque el superviviente todavía está vivo. Como dice Elias Cannetti: ''Erguido entre cadáveres, el superviviente está de pie, como si la batalla se hubiese librado para que él sobreviviera; ha desviado de él la muerte, sobre los otros, y no es que haya evitado el peligro, sino que en medio de sus amigos, encaró a la muerte". Entre amigos y enemigos caídos en el campo de sangre, Cuauhtémoc Cárdenas se yergue como afortunado.
La sensación de fuerza, de estar de pie con vida en contraposición a los decadentes, es en el fondo más intensa que todo el luto hacia los camaradas que han muerto en el camino (más de 600 dentro del PRD). Su sensación de invulnerabilidad se apoya en el escudo y armadura que ha tejido la izquierda de la ciudad de México, ese núcleo que incluye a las cineastas y productores de medios más comprometidos, a escritores críticos, periodistas y politólogos que no se venden, roqueros, amas de casa y chavos banda y chavas empoderadas, activistas extranjeros de la radical wing, actrices que arriesgan la chamba en Canal 13, en Televisa, en el 40. Aquí están los pocos empresarios que quieren a México, los líderes de organizaciones civiles de derechos humanos, los ecologistas, las feministas y líderes del movimiento gay, estudiantes y académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los levantados de Chiapas, los zapatistas europeos, las maestras, normalistas y los líderes de los plantones, la clase trabajadora organizada, las trabajadoras domésticas inmigrantes de tantas poblaciones rurales, los cardenistas agraristas, las funcionarias del Gobierno del Distrito Federal, los empleados y empleadas públicos, que quieren dar servicio a los más pobres. En fin, quienes vivimos en este maravilloso oasis donde se seguirá respirando, pese al desierto de pueblos cocacoleros que nos rodea.
En el país de No pasaba nada, los panistas-salinistas cambiaron la jugada y están más vigorosos que nunca. Tienen la bendición del país del norte y huelen a mochería y a machismo; ganaron con el lenguaje del albur, la misoginia y la homofobia, baluartes que parecen muy cautivadores a las sociedades consumistas.
Dice Canetti que los pulmones del triunfador se llenan de aire de las derrotas de sus aliados y contrincantes: "El espíritu del abatido entra en el cuerpo del matador, el vencedor adquiere la fuerza vital que en otros tiempos poseyera el muerto, como si antes de morir le hubiera pasado la sangre al otro que lo mataría". *