* Orlando Delgado *
Tiempos de reforma
El mismo día en que se anunciaba el reforzamiento del blindaje financiero de la economía, incrementando los recursos disponibles en una cantidad equivalente a seis días de importaciones, con base en el cambio del Acuerdo de Derecho de Giro por un Acuerdo Precautorio con el FMI, Camdessus y Wolfensohn, cada uno por su lado, hicieron señalamientos críticos al funcionamiento de los mercados como asignadores eficientes de los recursos de las economías.
Mientras Gurría nos anunciaba el programa de fortalecimiento financiero 2000-2001, en el que el gobierno saliente ratifica sus compromisos con el FMI y el gobierno que próximamente tomará posesión los avala, lo que implica que se acepta que se avanzará en las reformas estructurales y en la flexibilización del mercado laboral, el antiguo director-gerente del FMI, al reconocer la urgencia de combatir la pobreza recordó que ''tenemos un nuevo paradigma que reconoce que los mercados pueden fallar; que el crecimiento por sí solo no es suficiente...'', y el presidente del Banco Mundial aceptó que la institución que dirige no ha sido capaz de detener la pobreza.
Los contrastes son claros de un lado, la certidumbre de que el mantenimiento de lo que Fox llama los ''equilibrios fundamentales'' (finanzas públicas en equilibrio, inflación de un dígito, déficit en la cuenta corriente manejable, deuda pública por debajo de 20 por ciento del producto), llevará inexorablemente a la mejoría de los niveles de vida de la población, ya que se podrá crecer a ritmos altos (el famoso 7 por ciento), generando los empleos necesarios y de calidad para absorber a los nuevos integrantes de la fuerza de trabajo.
Del otro lado, el reconocimiento de las insuficiencias fundamentales de la liberalización: los enormes costos sociales, culturales y ambientales, que han provocado el riesgo de que el mundo no pueda alcanzar la paz, no sólo en los países pobres, sino en el mundo entero, ya que como dice Wolfensohn ''no es posible pensar más en términos de fronteras''.
El anuncio del secretario de Hacienda, además, advirtió que las nuevas líneas de contingencia ''apoyan la buena política económica'' y que harán lo que sea necesario para evitar ''un sobrecalentamiento de la economía'', ya que se proponen mantener la dinámica de reducción de los ritmos de crecimiento de los precios y evitar que haya una explosión de crédito, sobre todo en dólares. Así que cuidado con pensar que la llegada del nuevo gobierno podrá reactivar el crédito, que Fox no se ha cansado de anunciar, a bajas tasas y accesible hasta para el pequeño changarro de la esquina; a Hacienda le importa más evitar que la economía se sobrecaliente, cuando lo que la gente siente es que ni siquiera estaba tibia.
A Fox, por su parte, le pareció ''muy saludable'' que se mejore el blindaje y se busque reducir los intereses que pagamos por la deuda externa, pero se abstuvo de opinar en relación con las medidas que podrían implementar las autoridades hacendarias para evitar el sobrecalentamiento de una economía que ha sido incapaz de generar los cientos de miles de empleos que hacen falta en el país, tanto para los nuevos trabajadores como para los millones de mexicanos que se mantienen ocupados en la economía informal.
No se trata, evidentemente, de exigir que el presidente electo responda a todo lo que se dice, pero sí de que esté atento al hecho de que el equipo económico del presidente Zedillo, que no se siente derrotado en lo más mínimo, se asuma como el garante de la transición ordenada.
El señalamiento de Camdessus, estando con Gurría, en el sentido de que ''el último desafío sistémico es la pobreza del mundo'' y que ''las crecientes disparidades entre ricos y pobres son un atropello moral que pueden acarrear el riesgo de explosiones sociales'', es un recordatorio que debe escucharse atentamente; sobre todo, después de un proceso electoral en el que cerca de 60 por ciento de los votantes sufragó en contra del sistema de partido oficial y espera no solamente un gobierno incluyente, plural y eficiente, sino un gobierno que sea capaz de responder a los enormes retos sociales que existen, a las graves carencias provocadas por un régimen de 71 años, exacerbadas por 18 años de neoliberalismo.
La gente ciertamente no votó a favor de más años de neoliberalismo, votó por un gobierno distinto al PRI, lo que debe reconocerse y sacar las conclusiones que correspondan; incluso algunos de los artífices del Consenso de Washington lo han hecho. Ojalá Fox lo entienda, son tiempos de reforma, pero no en cualquier sentido, sino claramente a favor de responder a las necesidades de la gente.