* Astillero *
* Julio Hernández López *
La reaparición pública de Francisco Labastida, la noche del martes, en el programa informativo de televisión que conduce Joaquín López Dóriga, no aportó elemento alguno que permitiera suponer fracturas o distanciamientos serios entre el primer candidato priísta a la presidencia que ha sido derrotado, y el primer Presidente tricolor que reconoce el triunfo de sus opositores.
Poca pasión, pero buenos modales
El sinaloense, a pesar de la profesional insistencia con la que López Dóriga hurgó incluso en los recovecos más íntimos del sentimiento humano, se mostró fiel a las imágenes anteriores de sí mismo: carente de la pasión que sus seguidores hubieran deseado acaso para cuando menos haber encendido alguna hoguera política efímera pero consoladora; atento a las reglas básicas de la convivencia política, sosteniendo en alto su buena relación con el presidente Zedillo y abriendo el camino para un próximo encuentro con el futuro mandatario.
Hubo, además, una línea de pensamiento poco frecuente en la política mexicana (y, desde luego, en la priísta, que nunca antes había tenido la oportunidad de transitar estos senderos de fracaso): la negativa a asumir la derrota como estigma. Labastida, contra lo que se podría suponer, no se mostró abatido por su paso a la historia como el primer priísta que no alcanzó la presidencia, y tampoco se permitió la debilidad de aparecer como indeciso o falto de convencimiento de su propia derrota. Es más, asumió, en un plano que seguramente la distancia histórica habrá de valorar más que sus correligionarios actuales, su obligación de reconocer los hechos tal cual fueron, y de no dejarse llevar por tentaciones golpistas o defraudadoras.
Serenidad y paciencia
Esa serenidad de Labastida, que el presidente Zedillo le había reconocido proféticamente semanas antes del 2 de julio, no forma parte del equipaje con el que los notables del priísmo pretenden transitar los (cuando menos) seis años de desierto político que les ha impuesto el foxismo. Por el contrario, viven estos días con especial desasosiego, enfrentadas cuando menos tres corrientes básicas: la del presidente Zedillo, que junto con Labastida pretende mantener el mando partidista y garantizar a Fox una transición pacífica del poder presidencial; la de la dupla Madrazo-Murat, que trata de evitar que el PRI siga bajo control de la elite tecnocrática a la que culpa de la derrota del 2 de julio; y la de los priístas ladinos, que están dejando correr la película en espera de lanzarse en el momento oportuno a la yugular del presidente Zedillo y del ex candidato Labastida, y de confrontarse directamente con Madrazo y Murat.
Por lo pronto, para evitar que las luchas intestinas acaben siendo admiradas en vitrinas de carnicería, esa corriente ladina ha establecido una tregua entre las fuerzas presidenciales y las madracistas. Se mantiene a Dulce María Sauri como mero objeto de declarativa decoración, pero se acepta la renuncia del resto del equipo básico (Esteban, Emilio, Marcos, entre otros, aunque se queda el hombre de los dineros, el secretario de finanzas). Se hace a un lado la propuesta de Madrazo y Murat de formar una comisión para la transición democrática y, en su lugar, se instala un consejo de ex presidentes del PRI que habrán de escuchar y atender la voz de quien hoy es su jefe, el presidente Zedillo. Y se deja para más delante, para ser acomodado conforme a las circunstancias, la idea de elegir democráticamente nuevo líder priísta y de realizar una asamblea nacional deliberativa.
Lo importante, los cargos
Lo único cierto es que los priístas están perdidos nuevamente en la disputa de los cargos y no han hecho, hasta hoy, un solo análisis serio sobre las causas que les llevaron a la derrota histórica. Parece increíble la anemia ideológica de un partido al que preocupan primordialmente los nombres de los ocupantes de las sillas que quedaron en pie entre los escombros.
Por lo pronto, hoy habrá otro episodio de esa telenovela de ambiciones, intestados e incestos. A las 2 de la tarde, en un restaurante del tramo mexiquense del Periférico, los gobernadores priístas se reunirán, bajo la anfitrionía de Arturo Montiel, para seguir discutiendo qué hacer con lo que ha quedado (que no es poco) de su partido. Serenidad y paciencia, les habrá de recomendar el Kalimán sinaloense.
Globos y ovnis; el caso Cerisola
Ayer, simples globos de helio les parecieron ovnis a avispados capitalinos. Los objetos voladores sí inflados habían sido material publicitario en un acto realizado en un hotel de la zona de Polanco y luego liberados al aire. Centenares de personas consideraron estar en presencia de una manifestación inequívoca de artefactos extraterrestres, por lo que llamaron a estaciones radiodifusoras y a otros medios de comunicación para reportar lo que sus visiones les sugerían.
El caso de Pedro Cerisola ha generado también visiones distorsionadas. Son dos personas quienes se llaman así, tío y sobrino, pero no por esa relación de consanguineidad comparten conductas ni responsabilidades. Según los datos disponibles, la indagación de la Junta de la Reserva Federal de Estados Unidos, respecto de andanzas de Carlos Hank Rhon entre las que se contaría la manera como se hizo de la mayoría accionaria de un banco de Laredo, Texas, se referiría al otro Pedro Cerisola, no al que fue coordinador de la campaña de Vicente Fox y que ahora está enfilado hacia la secretaría de Comunicaciones y Transportes del próximo gabinete presidencial.
No hay una comunicación oficial ni del señor Cerisola ni de autoridad alguna que precise inequívocamente la identidad exacta del mexicano al que Carlos Hank Rhon dio un millón 200 mil dólares y un auto de lujo Ƒpor fuera? para quedarse con las acciones del mencionado banco laredense, de tal manera que este tecleador podría jugar con la indefinición para sostenerse en su postura de descalificación de este personaje foxista, al menos en tanto los fiscales del caso puntualizaran sin sombra de duda la identidad del involucrado. Mientras no haya dictamen judicial, el Cerisola de las sospechas puede ser, para efectos periodísticos, tanto uno como otro.
Pero los indicios disponibles empujan a este tecleador a entender desde ahora y sin dobleces que en ese punto específico no le corresponde la responsabilidad al Cerisola foxista sino presumiblemente a su pariente. Es decir, el alegato sobre ese punto, hecho la víspera en esta columna, es infundado y obliga al tecleador a reconocerlo así: el señor Pedro Cerisola, ex coordinador de la campaña de Vicente Fox, y ahora enlace del candidato triunfante en asuntos de comunicaciones y transportes, no parece ser el indiciado en la investigación estadunidense relacionada con Carlos Hank Rhon.
Por lo demás, los lectores de esta sección pueden estar absolutamente seguros de que aquí se podrán confundir globos con ovnis, como puede sucederle a todo ojo humano, pero que de ninguna manera se esconderá equivocación alguna luego de ser detectada, y que tampoco esos defectos ópticos provendrán de actos de corrupción o de miopías intencionales. Esta columna, como lo habrá vislumbrado quien la haya leído algunas veces, no desarrolla ni privilegia actitudes de machismo ni de chicharronerismo periodísticos. El máximo acto de valentía periodística no es el de criticar, sino el de reconocer errores, y Astillero es y será una columna siempre dispuesta a aceptar con valentía sus yerros y a ventilarlos públicamente.
Astillas: Para no meterse en más enredos heráldicos con la nueva clase política dominante, la foxista, esta columna sólo mencionará que el posible futuro secretario de Hacienda, Luis Ernesto Derbez, se graduó en la Escuela de Economía de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, que fundó Manuel Aguilera antes de ser destacado priísta. De San Luis Potosí es la actriz Silvia Derbez, madre de Eugenio, el famoso comediante. Nada de ello, desde luego, autoriza a esta descorbatada columna a suponer que la economía podría ser considerada, en estos seis años venideros (ni Der Bez en cuando), una materia que anduviera Al derecho y al Derbez.