MIERCOLES 12 DE JULIO DE 2000
El hombre que venció al régimen
* Carlos Martínez García *
Ganó la presidencia en 1988, pero no pudo asumir el cargo obtenido en las urnas porque el poderoso aparato gubernamental se lo impidió por medio de un fraude cibernético, cometido al amparo de un férreo control político y la posibilidad de recurrir a la represión generalizada si la cabeza del Frente Democrático Nacional convocaba a la defensa popular del voto. En una decisión de largo alcance, el atracado por la caída del sistema ųBartlett dixitų llamó a millones de indignados ciudadanos a formar un nuevo partido político que tuviera como principal objetivo la transición democrática del país.
La gesta que Cuauhtémoc Cárdenas inició decididamente en 1987, salir del PRI para combatirlo electoralmente, fisuró de manera creciente al partido del gobierno y lo llevó a una crisis de legitimidad como nunca antes la había tenido desde su gestación en 1929. La jugada política de Cárdenas inicialmente fue desdeñada por los soberbios jerarcas priístas y poco aquilatada por los adversarios de izquierda del régimen. Poco a poco la lid cardenista fue tocando fibras sensibles entre la ciudadanía y se convirtió en un movimiento de masas, al que distintas fuerzas electorales opositoras se fueron sumando como reconocimiento a la fuerza levantada por Cárdenas entre hombres y mujeres de todo el país. El 6 de julio de 1988, los sorprendidos estrategas del salinismo fueron constatando que sus denigrantes acarreos y otras alquimias perpetradas en las urnas eran vencidas por la población que se volcó a las mesas de votación. Fue entonces que entró en acción un apresurado operativo para evitar que se conocieran públicamente los verdaderos resultados casilla por casilla.
Convenencieramente, diversas fuerzas políticas y sociales se alinearon con y legitimaron al salinato. El PAN abandonó a su propio candidato presidencial, Manuel J. Clouthier, y concertó con Salinas de Gortari un programa de gobierno que llevó a conspicuos panistas a declarar jubilosos que habían obtenido una victoria cultural, ya que Carlos Salinas estaba gobernando con el proyecto político de Acción Nacional. Los empresarios rindieron gustosa pleitesía a un presidente que anunció la modernización económica del país, que consistió en casi regalarles bancos y diversas empresas estatales a los inversionistas cercanos al nuevo círculo del poder.
Por su parte, la cúpula de la Iglesia católica fue presta a negociar con el salinismo reformas a la Constitución que le fueran favorables, a cambio de reconocer a Salinas como el líder que necesitaba el país para llevarlo al Primer Mundo. Ante todos ellos, Cárdenas eligió el camino de la resistencia y la crítica a Salinas, a quien nunca reconoció como presidente de los mexicanos. Esa postura le valió a Cuauhtémoc dardos provenientes de variados lugares (incluidos prominentes intelectuales de izquierda), que le demandaban dejar de lado su necedad y anquilosamiento político. Pero Cárdenas perseveró, y con él un fuerte movimiento social, en su brega por abrir el viejo sistema presidencialista y dejó una lección de ética política que benefició al país en su conjunto.
Esta evocación no es un ejercicio de nostalgia sino uno de memoria. La nostalgia es pasajera y romántica, inofensiva y nos inmoviliza en una cierta etapa de la vida (personal o social) que quisiéramos fuera permanente. En cambio, la memoria es el recuento vivo y constante de hechos y situaciones que tenemos fijos porque nos ayudan a explicar argumentativamente nuestro presente, la memoria nos da luz, a veces precaria, para no sucumbir en las oscuridades de quienes siempre quieren borrar el pasado porque no les conviene que algún inoportuno les recuerde cómo en realidad fueron las luchas sociales que hoy nos quieren contar al revés. La memoria histórica nos dice que si el autoritarismo del régimen fue desnudado y exhibido por el movimiento estudiantil de 1968, veinte años después la valiente y cívica lucha cardenista resquebrajó irremediablemente la simbiosis gobierno-partido oficial. La brega de Cárdenas fue decisiva para debilitar al hoy vencido PRI.
Distintos factores explican que el voto mayoritario por un nuevo gobierno distinto al septuagenario Revolucionario Institucional haya sido para Fox y no para Cárdenas. Lo cierto es que de haber sucumbido a los histéricos llamados para que declinara su candidatura a favor del candidato panista, hoy la oposición de izquierda al foxismo estaría en buena medida atada de manos para enfrentar la andanada retardataria que amenaza con revertir conquistas culturales de una sociedad plural como la mexicana. Fortalecer la opción democrática por la que ha pugnado en tiempos de franca persecución (el salinato) y de auge neoconservador empresarial (Zedillo-Fox), será la mejor contribución de Cárdenas a un movimiento ciudadano identificado con la justicia social. Su otro aporte estará en pasar la estafeta en el Partido de la Revolución Democrática a una nueva generación de líderes. *