MIERCOLES 12 DE JULIO DE 2000

* La película, que dirige Mary Harron, se estrenará el 14 de julio


Psicópata americano desnuda a una sociedad desesperada, aislada

* Muestra la esencia de la novela en la cual está basada, pero no reproduce las imágenes más atroces

Jorge Caballero * El próximo viernes14 de julio se estrenará el filme Psicópata americano, de la directora independiente Mary Harron, basada en la atroz/fascinante/básica novela American psycho, de Bret Easton Ellis, en la cual se narra la historia del yuppie Patrick Bateman, egresado de Harvard que, debajo de sus orejitas perfectas, oculta a un sanguinario y desmesurado asesino serial.

Desde que se inició el rodaje, la película tuvo muchos problemas: la directora Mary Harron no conseguía los dineros para la producción; luego quienes dieron los dólares quisieron imponer a Leonardo Di Caprio para interpretar el rol principal y sacar al actor teatral inglés Christian Bale, al que sólo le ofrecieron un papel secundario, cosa que puso furibunda a la directora, que no dudó en renunciar al proyecto en solidaridad con Bale. Los de la productora llamaron a Oliver Stone para que se hiciera cargo de la filmación, pero no se concretó su participación, hubiera sido interesante ver su versión/visión. Por su parte, Leonardito al revisar el guión lo encontró muy subido de tono y desistió porque "perjudicaría su imagen de actor". Al final todo volvió como estaba inicialmente planeado: Harron en la dirección y Bale para interpretar a Patrick Bateman.

Después de zanjado este asunto, Harron mencionó que su intención no era mostrar los aterradores pasajes descritos en la novela, narrados, por cierto, de una manera que llenan de un "terror indescriptible"; aunque quizás el limitado presupuesto influyó para que la película no gozara de mejores efectos especiales o no quisieron hacerla más aterradora de lo que resulta; razón por la cual el filme puede resultar ligero para los que quieren ver desmembramientos con sierra eléctrica y caudales de sangre.

Psicópata americano sí muestra la esencia de la pieza literaria: la intromisión de la maldad, que la televisión y Hollywood han impulsado, carencia de valores y código moral sustituidos por la violencia, el sexo y el consumo. Desnuda el mundo alucinante de una sociedad incomunicada/enajenada/desesperada/aislada. Mediante la figura del protagonista, Patrick Bateman, se pone en evidencia la farándula neoliberal, en la que las personas son reducidas a su apariencia, al consumo de marcas de renombre y a la cantidad de dinero atesorado, caso que se sintetiza en la reiterada confusión de nombres; en la descripción de atuendos, relaciones sexuales y en los asesinatos; crisol que constituye un reflejo de una comunidad donde no existe la más mínima diferencia entre los objetos y las personas.

La cinta también muestra las situaciones salvajes que Bateman protagoniza con alucinante dramatismo, favorecidas por su consumismo masificado al que está esclavizado: no conseguir/fingir una reservación en el restaurante más in de Manhatan, padecer la humillación a su nueva tarjeta de presentación, soportar que un compañero de trabajo no le revele cómo consiguió al cliente más importante en su empresa y tener en su apartamento un cuadro de un millón de dólares, colgado al revés.

El embrujo/crítica/reflexión que hace al pop suave de algunos grupos ochenteros (Genesis, Phil Collins, Huey Lewis and the News y John Cale) mientras masacra a sus víctimas, muestra la palpitación general de la estética de la transgresión radical y divertida.

El arrepentimiento criminal de Bateman sanciona la desaparición del ser humano para situarlo en el plano del consumo; las víctimas no tienen existencia/historia; están reducidas a nombres, souvenirs sexuales o puestos gerenciales, sustituibles/confundibles en todo momento; porque no hay quien extrañe a personas evaporadas en una convivencia vacía/antropófaga/espectral.

La interpretación que Christian Bale hace de Patrick Bateman permite que este singular asesino resulte verosímil e irresistible. Tiene lo patético del personaje de Peter Lorre de la novela M, escrita por Frita Lance; la superficialidad encantadora de Joseph Cotton en la película Shadow of a doubt, de Alfred Hitchcock, y la desquiciante amoralidad de Malcolm McDowell en Naranja mecánica, de Stanley Kubrick. Pero, además, Bateman extiende/despliega la maldad a un culto del consumismo, que golpea el seno de la promesa neoliberal, en donde su espantoso hábito de la violencia nos identifica, por eso sentimos "un terror indescriptible" y nos incomoda al verlo en la pantalla. Todo estos aspectos están intrínsecos en la película.

Los espectadores que están acostumbrados a la cinemática ágil y explícita quizás salgan decepcionados; pero la escencia del bastardo consentido de la década de los noventa, Patrick Bateman, si está contenida en el filme; aunque no faltará, estamos seguros, que algún mamón/bluff la descalifique y diga: "Está mejor el libro".