La Jornada lunes 10 de julio de 19100

León Bendesky
Sandías

Poco a poco iremos sabiendo lo que es este país sin un PRI tal y como existió con varias identidades durante siete décadas. El asunto no es menor, pues crea un entorno que abre nuevas posibilidades al dejar atrás un régimen esclerotizado y crecientemente incapaz. Estas son, por ahora, posibilidades, y su realización dependerá no sólo de la manera en que Fox conduzca su gobierno, sino de la participación de los ciudadanos y sus organizaciones.

Esta participación incluye de modo central el seguimiento de sus acciones, la exigencia de una oportuna rendición de cuentas y el cumplimiento de las ofertas hechas durante el largo tiempo de campaña. Esto significa mantener una permanente postura crítica ante los actos de su gobierno.

Los que votaron por Fox y le dieron la mayoría suficiente para formar un gobierno tienen que ejercer esa responsabilidad de crítica y exigencia, pues pusieron en él su confianza para realizar el cambio ofrecido y eso fue lo que se decidió en las urnas. Muchos de estos ciudadanos han adoptado una actitud de grandes expectativas por el resultado de su elección, pero éstas no deben convertirse en una fe miope o en un cheque en blanco, eso sería contrario al sentido de los espacios políticos que se están creando.

Durante tantos años en que el Presidente se designaba al margen de la sociedad, sólo quedaba esperar que saliera bueno, como cuando se abre una sandía. Sin embargo, el cambio que tanto se prometió no puede quedar sujeto al azar, el capricho o las sorpresas. Si la decisión electoral derrotó al PRI, debe esperarse que derrote también el comportamiento convencional de los electores.

Parte del hartazgo con el Revolucionario Institucional y las condiciones en que se conduce el país, hizo que se aplicara el llamado voto útil y con ello se consiguió uno de los grandes objetivos planteados en estas elecciones: derrotar al PRI. Hubo un decisivo apoyo a Fox, quien durante el periodo de campaña hizo distintas declaraciones sobre su proyecto y las medidas que habrá de aplicar en el gobierno. Y, hoy, ya pasadas las elecciones, es necesario retomar de modo sistemático esas propuestas y atender a su significado práctico y político y, después, a su modo de aplicación y sus efectos. El propio candidato triunfador publicó en febrero de este año un breve libro titulado: Vicente Fox propone (Ediciones 2000, con el registro a nombre de Guillermo H. Cantú y un tiraje de 25 mil ejemplares) en el que aborda distintos aspectos de su proyecto de gobierno.

En el capítulo dedicado a Economía y Desarrollo señala que la realidad de México "confirma el fracaso de un modelo económico liberal tan mal aplicado" (página 19). Esto indica de modo explícito que el suyo será el mismo esquema de política económica, pero bien aplicado, lo que llevaría del modelo que llama PRI-liberal seguido durante los últimos 18 años a otro que podríamos denominar: PAN-liberal o, de no entenderse bien con el partido que lo postuló en las elecciones, a uno que sería: Fox-liberal.

Uno de los problemas de esta propuesta de continuidad, que ahora sería eficiente, es que mantiene las mismas metas que persigue el actual gobierno. Se ofrece llegar a resultados a los que ya se encamina la economía en cuanto a crecimiento, inflación, déficit fiscal y cuentas externas, pero cuyos ajustes requieren más recursos para aplicar los cambios que considera necesarios, por ejemplo, aumentar las inversiones para acrecentar la productividad y el empleo, conseguir un desarrollo regional más articulado y atraer más inversión extranjera. Esto tiene, sin embargo, varias restricciones. Una de ellas es la política monetaria del banco central que mantendrá, necesariamente, su carácter restrictivo para controlar el aumento de los precios, y otra es la fragilidad fiscal del gobierno.

El nuevo gobierno se topará muy pronto con la cruda realidad de que no puede conseguirse todo lo que se propuso en la campaña. Fox tendrá que presentar muy pronto sus propuestas fiscales; por eso llama la atención la manera en que Zedillo y Fox anunciaron que harían una transición pactada de sus administraciones.

No obstante, primero habrá que sacar el saldo de la presente administración, que será bastante desigual y dejará huecos importantes en la capacidad de continuar con el esquema actual de crecimiento y estabilidad financiera relativa, si no es que precaria. Después, habrá que acoger las iniciativas del gobierno que entrará en funciones el primero de diciembre. La elección, según se ha interpretado de modo consistente es estos primeros días, ha constituido el fin de un régimen, y si en lo político esto se expresa en que se termina con la hegemonía del PRI y que accede al poder un partido de la oposición, éste debería tener una expresión también clara en la conducción de la economía.