MAR DE HISTORIAS

El zángano y las hormigas

* Cristina Pacheco *

 

A las dos de la tarde las obreras de la fábrica Nuestra Señora del Pilar forman círculos en el camellón desolado donde comen todos los días. Extendidos sobre el pasto, pliegos de papel de estraza y periódicos hacen las veces de manteles; encima se ven contenedores de plástico, latas de refresco, bolsas de frituras.

A poca distancia de sus compañeras están Irma y Lucila. Tendida de espaldas, Irma contempla la línea blanca que un avión marca en el cielo. Lucila, con los ojos entrecerrados, juguetea con los mechones escapados de su cofia gris. Con un movimiento brusco se la arranca y empieza a darse un masaje en la sien. Irma lo advierte y pregunta qué le sucede.

-Me duele la cabeza -responde Lucila con desgano.

-ƑOtra vez? -Irma se incorpora y se sacude las hormigas de agua que trepan por su mano. -Siempre me pasa lo mismo.

-A mí también -responde Lucila.

-Creí que nada más a mí se me subían las hormigas. Dondequiera que estoy me persiguen-. Oye reír a Lucila: -En serio. Mi mamá dice que es porque tengo la sangre muy dulce.

-ƑY ella cómo lo sabe? -pregunta Lucila, divertida, como siempre que oye las reflexiones de Irma.

-Nunca se lo he preguntado, pero si lo dice debe ser por algo-. Irma sigue luchando contra las hormigas.

Impaciente, Lucila se pone la cofia otra vez: -Pues a ver si te dice por qué será que a mí siempre me persiguen los zánganos.

-Ha de ser porque tienes la sangre muy caliente.

Lucila no celebra la broma de su amiga. Con los puños y los dientes apretados murmura: -Por Dios que tengo un coraje...

Irma gira y se pone de rodillas. Queda frente a Lucila cuando ésta, con un movimiento discreto, se enjuga una lágrima.

-Híjole, Lucy, no traigo clínex. Voy a ver si nos da alguna de las muchachas.

Lucila impide que Irma se levante: -Déjalo, no quiero que se den cuenta de que estoy llorando porque si no van a empezar con sus chismes-. Respira hondo y da una palmadita en el brazo de Irma:

-No te apures, estoy bien.

-šQué va! Te conozco-. Se acerca a Lucila y adopta un tono confidencial: -ƑQué pasó? Tenme confianza: nunca cuento nada.

Lucila se muerde los labios y pone la mano sobre la de Irma:

-ƑSabés quién fue a mi casa anoche? Marcos.

-ƑMarcos?... šMarcos!

-Cuál otro. Por fortuna es el único que conozco y maldita la hora-. Lucila arranca un mechón de pasto y lo arroja: -Me acuerdo y me dan ganas de vomitar.

-ƑY qué quería?

-Pues qué crees, ni modo que hubiera ido a decir misa.

-Ay, Lucy, no te enojes. Te lo pregunto porque no sé.

Lucila intenta sonreír: -Perdóname. Estoy muy nerviosa. Llevaba meses de no verlo y ya me había hecho el ánimo de vivir sola cuando de repente así, como si nada, se me aparece de nuevo.

-ƑA poco quiere volver contigo?- Irma no logra descifrar el gesto de su amiga: -Me acuerdo que aquí mismo, una vez que estabas desesperada, te dije: "Cuando al Marcos se le pase la calentura por la chaparra, me cae que vuelve contigo". ƑVes que le atiné?

Lucila levanta las cejas en prueba de asentimiento. Satisfecha, con los ojos brillantes, Irma continua: -De seguro te habló bonito.

-ƑBonito? -Lucila vuelve a frotarse la sien: -Si lo hubieras oído. De no creerse, te lo juro.

-Me imagino. ƑY te dijo qué le dio por volver contigo? Se supone que era felicísimo con la chaparra, con la Claudia esa.

-Según él, la chava lo decepcionó. Le contesté: "Lo mismo dijiste de mí cuando te pregunté por qué te ibas con ella". ƑQué hay que hacer para tenerte contento? Todas acabamos decepcionándote. Ni Dios es tan exigente".

-ƑY qué te respondió?

-Parece que lo estoy oyendo: "Ser como eres, como has sido siempre. Es más: no quiero que cambies nunca".

-ƑNunca? O sea que ya van a volver-. Irma contiene la respiración.

-šNi loca! Cómo crees que voy a juntarme con el tipo que me abandonó cuando más lo adoraba.

-Me consta que lo querías.

-Pero no sabes cuánto. Lucila mira a la distancia: Híjole: las cosas que hice por Marcos. Le di gusto en todo. No me embaracé porque él no quería hijos.

-Fue mejor, Lucy. Imagínate: como están las cosas, tú solita con un escuincle.

-Pues ahorita es lo que quiere.

-šUn hijo! Bueno, que se lo pida a la Claudia. ƑA ti por qué?

-Porque ya se lo dijo y Claudia, nada tonta, le respondió que nanay. La mula esa pensará: "Así como abandonó a Lucy puede abandonarme a mí y, entonces, Ƒqué hago con un chamaco?"

-Oye, Ƒy de dónde le salieron a Marcos las ganas de ser padre?

-De que su mamá está muy mala y quiere tener un nieto antes de morirse-. Lucila mueve desconsolada la cabeza: -Pobre doña Paula. ƑMe creerás que llegué a estimarla?

-Eso sí que no lo entiendo. Caray: cuando el Marcos te golpeaba, acuérdate con qué te salía la señora.

Lucila cierra los ojos para recordar mejor: -Con que no le diera motivo-. Besa la cruz que forma con los dedos: -Te juro que nunca jamás hice nada que pudiera contrariarlo. Quiso que viviéramos con su madre, acepté; me pidió que dejara el trabajo, lo obedecí; luego, cuando se las vio duras con el gasto, me ordenó volver a la fábrica y regresé. Al final, ya sabes, me corrió de la casa y me salí como un perro.

-ƑY quién te metió en la cabeza que le dieras gusto en todo?

-Nadie, yo. Creí que así iba a granjearme su voluntad, pero no sirvió de nada. Cuando quiso me dejó.

-ƑSe lo dijiste?

-No me dio oportunidad. Nomás él habló, habló, habló...

-ƑCómo se despidieron? -Irma observa a su amiga con malicia y luego hace un gesto obsceno: -No me digas que...

-Quería pero le dije que no-. Lucila se frota los labios: Cómo cambian las cosas. Me acuerdo que a veces llegaba de la fábrica bien cansada, con los pies todos adoloridos, pero si el señor quería, ni modo: ša darle!

Irma suelta una carcajada. Lucila mantiene una actitud severa:

-Perdona que me ría pero es que dijiste muy chistoso "a darle". Ni que el prauprau fuera batir nieve.

La expresión de Lucila se suaviza, luego sonríe y al fin suelta una carcajada:

-Pos'ora: štenga su nieve! Conmigo no cuenta el Marcos.

-ƑEstás segura?

-Por estas-. Lucila vuelve a besar la cruz.

-ƑDe veras se lo aclaraste? -Irma advierte que su amiga desvía la mirada. -ƑNo, verdad?

-No me atreví. Tuve miedo-. Lucila inclina la cabeza: -Dijo que quería que lo pensara y que volverá. Y entonces, Ƒqué hago?

-ƑA poco no sabes?

-Ahorita sí: echarlo a la calle; pero si después, cuando lo tenga cerca me ataranto...

Irma entrecierra los ojos y aprieta los labios. Su expresión se relaja cuando al fin encuentra la respuesta salvadora:

-Haces como yo con las hormigas: te lo sacudes.

Las risas de Irma y Lucila se confunden con la chicharra de la fábrica: Se ponen de pie y, confundidas con las demás obreras, desaparecen en el interior de Nuestra Señora del Pilar.