* Angeles González Gamio *
Lugar de abrigo, descanso y pitanza
Son los hostales, mesones, paradores u hoteles, o como quiera llamárseles a esos sitios que dan albergue al viajero y que seguramente son tan antiguos como el momento en que una persona o grupo se trasladó de un sitio a otro, posiblemente para comerciar y a su paso por los poblados requería de un sitio en dónde dormir y alimentarse. La literatura de todos los tiempos habla de ellos y han sido protagonistas relevantes en el teatro y la ópera. En la ciudad de México del siglo XVI, fueron tan importantes que bautizaron una calle que existe a la fecha: Mesones. En esta vía aún hay antiguas casonas, cuyos vastos patios nos hablan de su antigua función, pues hay que recordar que además de alojar a las personas, había que guardar las bestias que los trasladaban junto con su mercancía.
Ahora el Centro Histórico estrena un hostal, ni más ni menos que en la calle en donde se forjó la cultura americana: Moneda. Unos jóvenes mexicanos entusiastas y emprendedores, se percataron de que en el corazón de México no había un alojamiento para muchachos que viajan con su mochila a la espalda y poco dinero, por lo que remodelaron un hotel de los años 40 y hace un par de meses lo inauguraron. Muy populares en todo el mundo y en lugares del interior de la República, los hostales ofrecen por un precio muy económico cama, baño e información del lugar. El Hostal Moneda ofrece mucho más: el precio incluye desayuno, que se toma en la azotea del inmueble, ahora convertida en una agradable terraza, con una de las mejores vistas del Centro Histórico. Anteriormente allí se encontraban las calderas contaminantes, que fueron sustituidas por un calentador de alta eficiencia. La imponente cúpula de Santa Teresa la antigua está prácticamente en las narices. Próximamente va a funcionar aquí un restaurante abierto al público, que seguramente se volverá un favorito.
Sin embargo, los jóvenes tienen la opción de prepararse sus propios alimentos en la amplia y bien equipada cocina de autoservicio; esto les brinda la oportunidad de ir al mercado, comprar comestibles --se vuelven locos con las frutas y las verduras--, cocinarse y guardar lo que gusten en un refrigerador gigante. También tienen la posibilidad de lavar su ropa y secarla en dos enormes máquinas instaladas para ese propósito. Aquí hay que mencionar que con una auténtica preocupación ecológica, los jóvenes dueños: Gustavo Gómez Peltierr, Juan Pablo Rico García y Juan Pablo Romero, colocaron una instalación hidráulica para aguas grises (regaderas y lavabos) y otra para las aguas negras, y construyeron una cisterna doble; la mitad recibe agua potable de la calle y la otra mitad se llena con las aguas grises, previamente tratadas por una moderna planta de un tamaño muy razonable; de hecho, es la única en México de este tipo. Con este sistema el ahorro de agua es de 80 por ciento.
Esta preocupación tan valiosa de los noveles empresarios, se expresó asimismo en la iluminación, con unos sistemas ahorradores de energía eléctrica cuya instalación, más costosa que la normal, aprovechó el financiamiento que ofrece el FIDE, que se paga con el diferencial de ahorro. Desde luego, separan las basuras en orgánicas e inorgánicas y éstas últimas a su vez en plásticos, cartón, etcétera. Los huéspedes, en su mayoría europeos y sudamericanos, cuyas edades fluctúan mayormente entre los 18 y 25 años, disfrutan de un agradable salón con mullidos sillones, en donde conviven y comparten experiencias; para los aficionados a la televisión, hay otro espacio agradablemente equipado, y lo que no puede faltar en estos tiempos: el servicio de Internet. En un minúsculo estudio-biblioteca, se ofrece información turística y cultural sobre la ciudad de México y hostales en otros lugares de la República.
El establecimiento está afiliado a Hosteling International, asociación mundial que avala hostales en todo el orbe. Es interesante saber que los viajeros se enteran de estos lugares principalmente por el Internet, y de boca. Es un mundo fascinante al que tienen acceso los jóvenes de esta época, en la que se comunican a cualquier sitio del planeta por una pantalla, que en este caso permite que arriben muchachos de lugares tan lejanos como Israel.
La estancia usual en estos hostales suele ser de dos días, que aquí se ha vuelto en promedio de cuatro y medio, y no es para menos, pues cuando los visitantes van descubriendo todas las cosas fascinantes que tiene esta ciudad, prolongan su estancia y quedan comprometidos a regresar. Indudablemente a esto ayuda que los dueños vivan allí y orientan a los huéspedes sobre lo que haya que ver y las precauciones que hay que tener para gozar plenamente todas las maravillas de la urbe, particularmente las que ofrece el Centro Histórico.
Entre otras, su gastronomía, como la que se disfruta en uno de los restaurantes más antiguos de la ciudad (1860): la Hostería de Santo Domingo, a unos pasos de la célebre plaza del mismo nombre. Sus platillos de la cocina tradicional mexicana han sido degustados por muchos personajes, entre otros don Benito Juárez con su amada Margarita Maza; su platillo favorito era la crema de Atzimba, así como el del Doctor Atl era la pechuga con natas; el de usted, Ƒcuál es?