DOMINGO 9 DE JULIO DE 2000

* VENTANAS

* Eduardo Galeano *

El moribundo

Galeano Cuentan las crónicas este ritual de la agonía.

Hace dos siglos, en la ciudad de Salvador de Bahía, las familias copetudas convocaban a cuantos médicos pudieran pagar, nunca menos de tres o cuatro, y a veces más, en torno del lecho del moribundo. Numeroso público se apiñaba en el dormitorio para escuchar a los galenos.

Después de examinar al enfermo, cada médico pronunciaba una conferencia sobre el caso. Eran discursos solemnes, que el público, a viva voz, iba comentando:

-šApoyado!

-šNo! šNo!

-šMuy bien!

-šSe equivoca el doctor!

-šDe acuerdo!

-šQué disparate!

Culminada la primera ronda, los facultativos volvían a exponer sus puntos de vista en nuevos discursos.

El debate duraba tanto como la respiración del hombre o mujer en agonía. Algunos moribundos demoraban el último suspiro, porque era de mal gusto interrumpir el trabajo de la Ciencia; pero otros se marchaban de este mundo cuanto antes, con tal de no seguir escuchando aquella oratoria interminable.