DOMINGO 9 DE JULIO DE 2000

Al día siguiente

 

* Néstor de Buen *

No fue fácil ejercer el derecho de voto fuera del domicilio. Pero la visita anual a Cancún, de vacaciones, es de plazo fijo: dos semanas de tiempo compartido, y el 2 de julio se coló sin alternativas. Acudimos al Centro de Convenciones, Leonora y Gerardo su esposo, Claudia, Nona y yo. Llegamos temprano, con miedo de que la dotación de 750 boletas para presidente y senadores se acabara. La cita era a las 8 de la mañana; nos presentamos un poco antes y ya había cola amplia. Salimos tres horas y media más tarde, un poco desesperados de lo difícil que resultaba ejercer un derecho tan importante. Pero los que llegaron después tardaron muchísimo más. Algunos, más de diez horas. Y aguantaron.

Era evidente la desorganización local y la falta de control en las colas. Los mexicanos somos naturalmente tramposos cuando de hacer colas se trata. La búsqueda del amigo que llegó antes y la plática casual a ver si pega es regla del juego. Y el domingo no podía faltar. Confieso mi impaciencia y mis ganas de asesinar a los culpables. Pero la policía designada, cuatro o cinco señores de uniforme gris y muy poca autoridad, no sirvió para nada.

El ambiente era foxista a más no poder. Por regla general, vacacionistas de alto nivel con un personal femenino muy identificable y deditos abiertos para coraje de las minorías, lo que me incluye. Y así fueron los resultados finales.

šBien! Ganó Vicente Fox y hay que felicitarlo de verdad. Hizo una gran campaña y aprovechó a las mil maravillas el mito del voto útil que al PRD le hizo más daño que el PRI. México es otro, sin la menor duda. Ahora lo importante será que la otredad sea positiva. Yo tengo mis dudas.

Otra felicitación para Ernesto Zedillo. Muy calurosa. Me emocionó su emoción, visible en el discurso de admisión de que la oposición había vencido. Hoy, sin embargo, ha encontrado el Presidente una nueva oposición: el PRI. Claro está que habrá que determinar qué es o qué queda en este momento del PRI. Por lo visto hay vientos y tempestades. No es tan fácil acostumbrarse a la derrota. Pero más vale que se vayan acostumbrando. Sin democracia, no hay nada que hacer.

Pepe Woldenberg se anotó un diez. Nunca me hubiera imaginado que el mismo día de la elección los resultados fueran admitidos sin reservas, por los que ganaron y por los que no ganaron. Grato, con sonrisas, el discurso de Cuauhtémoc. Y muy equilibrado, Vicente Fox. Pancho Labastida y su mujer, María Teresa, me causaron una cierta pena. Sobre todo ella, que no podía disimular su frustración.

Un casi triunfo, que me preocupó por razones políticas, ya que no personales, lo tuvo Santiago Creel. Ahora le tocarán destinos importantes. Porque con escasos antecedentes políticos (a cambio de un prestigio muy bien ganado como abogado corporativo) alcanzó un nivel de competencia verdaderamente impresionante.

Para Andrés Manuel el gobierno del Distrito Federal representa muchas cosas. En primer término, una opción entre el silencio creativo de Cuauhtémoc y la obra difundida con alegría de Rosario. Sin la menor duda me inclino por la segunda solución. Ya no serán tres sino seis años, y eso permite planear adecuadamente las cosas. Aunque algunas delegaciones las ganó el PAN. Con el agregado de que los delegados ya no se nombran, se eligen. Eso supone menos mando y más coordinación. Y una Asamblea Legislativa en la que el PRD parece que no tendrá mayoría. Andrés Manuel sabe hacer las cosas bien, pero no será fácil. Eso habrá de suponer un trabajo dinámico y, sobre todo, concertado. Lo bueno es que ya tiene un equipo con experiencia.

El PRD, como el PSOE en España, necesita una refundación hacia la izquierda. Y el PRI deberá mandar a sus dirigentes a Catemaco para que las brujas lo pongan en orden. Tendrá que renovar su espíritu, descubrir la justicia social, tan ajena a su conducta en los últimos años, cancelar su corporativismo esencial que le ha sido tan perjudicial, y que pase a la historia la corrupción endémica.

Y un abrazo cordial a Juan Sánchez Navarro, que es mejor brujo que los de Catemaco. Le atinó de todas todas. *