SABADO 8 DE JULIO DE 2000

Retos poselectorales

 

* Luis González Souza *

Para sorpresa de muchos, incluidos nosotros, las elecciones del 2 de julio resultaron históri-cas en forma y fondo. Por fin perdió el septuagenario partido oficial, iniciándose así la alternancia en el gobierno de México. Y, lejos de causar graves turbulencias, ello transcurrió ci-vilizadamente (hasta ahora).

Así comenzó a derrumbarse la casa del México posrevolucionario. Una casa que si alguna vez fue hermosa, en las últimas décadas comenzó a tornarse en una cárcel plagada de corrupción y autoritarismo, una cárcel cada vez más insoportable, amén de peligrosa.

Este 2 de julio se avanzó mucho, pero falta lo principal: construir la nueva casa ya sin pilotes falsos ni carceleros, ni subastadores disfrazados de arquitectos. Falta mejorarla para que sea una casa donde ahora sí quepamos todos, comenzando por los dueños originales del terreno, los pueblos indios. Y falta hacerlo de tal modo que el derrumbe de la vieja casa-cárcel no nos aplaste.

Son muchos los retos que plantea la hazaña electoral del domingo pasado. Tal vez el primero consiste en lograr que el enorme y legítimo entusiasmo de la gente no sea dilapidado en fanatismos, llamaradas de petate, ensoberbecimientos, revanchismos o mezquindades. Por tal o cual razón, tocó a Vicente Fox y a su Alianza por el Cambio (PAN y Partido Verde) dar el último empujón a la casa-cárcel priísta. Pero los empujones previos fueron muchos y por mucho tiempo. Sólo en las últimas décadas, esos empujones van desde el movimiento estudiantil de 1968 hasta las gestas electorales encabezadas por Cuauhtémoc Cárdenas y las gestas cívicas en torno de Salvador Nava, pasando por el gran empujón ųhasta espiritual, por decirlo asíų del EZLN, desde Chiapas.

Reconocido como patrimonio de todas las fuerzas democráticas del país, el triunfo de julio facilita la superación de sus otros retos. Por el contrario, si se le ve como la hazaña de unos cuantos, crecerán los riesgos por muchos tan temidos: la alternancia sin alternativa, la transición "de Guatemala a Guatepeor", el empoderamiento de las fuerzas más conservadoras, en fin, la reconstrucción clandestina de la vieja casa-cárcel priísta.

Esos riesgos son visibles mas no inexorables. Superarlos, a final de cuentas, dependerá de lo que la sociedad haga o deje de hacer, ya sin su vestido de elector. El 2 de julio hizo mucho, pero falta lo principal: consolidarse como el ingeniero de la nueva casa mexicana. Darle instrucciones claras a los nuevos albañiles del poder. Y si no son obedecidas, pues a buscar nuevos mandatarios. Al fin que la sociedad ya probó, bien y para siempre, eso de la alternancia.

En otras ocasiones nos hemos referido a tumores mercadotécnicos o americanizados que le nacieron a nuestro sistema electoral durante la, de todos modos histórica, contienda del 2000. Pero no todo fue tumor. Entre lo bueno sobresale la inédita preocupación de los candidatos presidenciales por reunirse con agrupaciones de la sociedad, acaso destacadamente, con las integrantes de Poder Ciudadano (con la única excepción del ex candidato del PRI.... y así le fue).

En esas reuniones, Vicente Fox se comprometió a cumplir muy diversas demandas de la sociedad. Aquí el reto se reduce a no olvidar dichos compromisos, y a vigilar su cumplimiento. Mas ello no se logrará con la vieja costumbre ciudadana de votar para de inmediato regresar cada quien a lo suyo. La nueva casa requiere ingenieros de tiempo completo. Sin una cultura democrática y desde abajo, la nueva casa resultará de cartón en el mejor de los casos. Y en un descuido, terminará de hipotecarse al mejor postor extranjero, lo que a final de cuentas equivaldrá a otro modelito, sólo más moderno, de la vieja casa-cárcel.

Aun para quienes la resintieron así, la derrota electoral del 2 de julio puede y debe convertirse en una gran victoria para todo México. Así lo creemos, así lo deseamos muchos. ƑCuántos? Ustedes mismos díganlo. Pero, por favor, no más cultura de la (auto)derrota... peor aún, antes de dar la batalla.

Hoy la batalla es contra la foximanía, sí, pero al mismo tiempo a favor de que Fox cumpla sus compromisos por un México digno, justo, multicultural, próspero y, por supuesto, democrático. *

 

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