SABADO 8 DE JULIO DE 2000

 


* Juan Arturo Brennan *

Morelia y su música

Una reciente visita a la capital de Michoacán me permitió, entre otras cosas, asistir a algunos de los actos del decimosegundo Festival Internacional de Música de Morelia. La sesión final del Concurso Latinoamericano de Violoncello Carlos Prieto fue interesante, especialmente como oportunidad de calibrar técnicas, talentos y temperamentos. La decisión del jurado favoreció, sin discusión, a dos peruanos y una venezolana que tocaron, respectivamente, obras concertantes de Chaikovski, Dvorák y Haydn.

Jesús Castro-Balbi, ganador del primer lugar, se mostró poseedor de una técnica asombrosa y de un férreo control sobre su materia musical. A su vez, Claudio Santos Mazzini hizo gala de un estilo de ejecución más emotivo, de contagiosa expresividad. Ilein Bermúdez Campos, con su interpretación del Concierto en Re mayor de Haydn, demostró a sus 22 años un potencial admirable, marcado por un fino e intuitivo balance entre las cualidades puramente técnicas y las de estilo e intuición. Las otras dos finalistas fueron la venezolana Marta Fontes y la mexicana Luz del Carmen Aguila.

En los conciertos postreros del festival pude escuchar, por ejemplo, las peculiares armonías creadas por la scordatura de tres cuerdas en la pieza para guitarra Orpheu, de Luis Jaime Cortez, inspirada en poetas portugueses, y la sabrosa e inteligente Primera crónica del descubrimiento, para guitarra y flauta, del puertorriqueño Roberto Sierra. Esto, en un concierto en el que el guitarrista Pablo Gómez fue de menos a más, llegando al aplomo y solvencia que le son característicos, acompañado por el talento indudable de Guillermo Portillo en flauta y saxofón.

Notable también resultó el recital del violoncellista chileno Edgar Fischer, poseedor de un sonido redondo y poderoso, así como una gran sobriedad y proyección; de especial atractivo, su interpretación (acompañado de María Iris Radrigán al piano) de la temprana y muy clásica Sonata Op. 6 de Richard Strauss, destacando el apego del compositor a los rigores de la forma tradicional. Muy sólida, también, su versión a la austera Partita No. 2 para violoncello solo de su paisano Gustavo Becerra-Schmidt.

La noche siguiente, José Luis Gálvez dirigió a la muy joven Orquesta de Cámara del Conservatorio de Las Rosas, conjunto en proceso de maduración pero que ya ha alcanzado un estimable nivel de ejecución. Para muestra: hace unos meses escuché el Tercer Concierto de Brandenburgo de Bach con la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, y la interpretación de la misma obra en el festival de Morelia resultó apreciablemente mejor en manos de los cuerdistas de Las Rosas, no sólo en lo que se refiere a asuntos de afinación, ensamble y fraseo, sino también en lo relativo a la actitud y el compromiso con la música.

La última sesión musical del festival fue cubierta por un concierto de calidad apenas mediana, a cargo de la Sinfónica de Aguascalientes. Su único interés, la oportunidad de escuchar Navidad en Pátzcuaro, obra poco conocida de Miguel Bernal Jiménez, y una de las partituras más representativas de su nacionalismo mestizo. Por cierto, este fue el penúltimo concierto de Gordon Campbell como director titular de la orquesta hidrocálida; pronto será sustituido por Enrique Barrios.

Sin embargo, lo más productivo de esta visita a Morelia fue la oportunidad de conocer en detalle el Conservatorio de Las Rosas, institución pionera en el campo de la educación integral y en el planteamiento de una aproximación humanista a la enseñanza de la música. En el ese conservatorio, fundado en 1743, los planes de estudio actuales comprenden la enseñanza básica y media (desde preescolar hasta bachillerato) a partir de un curriculum en el que las materias musicales fundamentales van orgánicamente acompañadas por la historia, la gramática, la geografía y las matemáticas. De este plan de estudios surge un concepto ciertamente noble: los alumnos que decidan cursar una carrera musical, la harán en el nivel de licenciatura del propio conservatorio. Los que decidan abordar otra profesión, serán adultos melómanos, musicalmente conscientes y con el conocimiento básico de algún instrumento; las virtudes de todo ello, tanto en lo individual como en lo social, son evidentes.

Además, el fundamento institucional mixto del Conservatorio de Las Rosas le permite sustraerse en buena medida a las veleidades políticas y los caprichos sexenales, lo que permite entre otras cosas hacer planes a largo plazo. Entre ellos está, por ejemplo, la conclusión de un nuevo y moderno campus que funciona parcialmente y que permitirá al conservatorio una ampliación de sus metas y su cobertura didáctica.