VIERNES 7 DE JULIO DE 2000
* Llega a 336 días el plantón de pro zapatistas
La base castrense en Amador Hernández crece sin cesar
* Choque entre militares e inconformes, el lunes, dejó 4 heridos
Hermann Bellinghausen, enviado, Amador Hernández, Chis., 6 de julio * "Allí están, los acabamos de ver", señala un campesino hacia los bosques dentro de la reserva de la biosfera. "Nomás orita se escondieron, para que no les vayan a sacar fotos los periodistas", agrega.
Los soldados, ocultos en la maleza, quizás acechando, o tal vez agarrados con las manos en la masa, de cualquier manera tienen rodeada la marcha circular de las bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), pues al centro de todo está el campamento militar que en cerca de 11 meses no ha dejado de crecer en tierras ejidales ocupadas por la fuerza.
"Así le hacen de por sí", explica Jacobo, "se van como un kilómetro y medio en el camino real y se meten al monte. Todo el día. Salen en la tarde, muchas veces traen madera".
Al otro día de las elecciones federales, el lunes 3, se suscitó un incidente entre los soldados y los plantonistas, que dejó cuatro heridos, cuando éstos fueron atacados por la Policía Militar con escudos, garrotes y picanas eléctricas, y arrojados a patadas contra las mallas cortantes. Algunos indígenas y estudiantes recibieron gas pimienta en el rostro.
Sucedió que, a la llegada de un helicóptero militar, los hombres de la marcha se aproximaron, para ver qué venía en la aeronave. "Queríamos ver qué traen. Aunque estén ellos son nuestras tierras y no queremos que nos traigan sus chingaderas", relata Jacobo.
La valla de soldados que resguardaba el helicóptero ordenó a los campesinos alejarse, y enseguida los policías militares arremetieron contra ellos, con la orden de un mando de atacar especialmente a los estudiantes, quienes son hoy los que traen parches de gasa en la rodilla o la frente, todavía con rastros de sangre.
En noches recientes, incluida la de ayer, el sitio donde los indígenas levantaron las casamatas para montar guardia entre la comunidad y el campamento es merodeado por los soldados de manera intimidatoria.
Hostigamiento a observadores internacionales
El día de hoy visitó Amador Hernández un grupo de observadores estadunidenses. Desde que abordaron la avioneta en Comitán para dirigirse a esta comunidad fueron interceptados por la policía migratoria, que los interrogó durante cerca de una hora. Al regresar de su visita, la avioneta donde viajaban Lidia Brazon, Niels Frenzen y Stephen Kerpen fue seguida, a muy corta distancia, por un avión de la PGR, durante todo el trayecto.
Y al descender de la avioneta, un agente de Inteligencia Militar se dedicó a observarlos y los siguió mientras se retiraban.
Amador Hernández es un hot-spot de la geografía chiapaneca. Las visitas siempre son inquietantes para las fuerzas armadas y las policías federales, y más si se trata de extranjeros, aunque sólo hayan ido a conocer la situación que priva en el ejido.
Quiénes son los olvidados
El crecimiento de las instalaciones castrenses aquí, al fondo del valle de Amador, es impresionante. La mancha militar se ha extendido sin cesar, y hoy, entre lo que desmontan y lo que ocupan, los soldados se han adueñado de 15 hectáreas, según calcula el propio Jacobo, aunque consulta tenuemente a sus compas. "O casi", aclara, por si las dudas. Así son estos tzeltaleros, tienen su modo de ser precisos.
Un olor a plástico quemado inunda el aire. Al centro de uno de los dos helipuertos, totalmente yermos de vegetación, arde entre piedras una gran pira de basura.
"Soldado, entiende, la vida no se vende", corean las mujeres y los niños alzando el puño, todos con los rostros cubiertos. Las siguen los hombres, y por ratos las rodean atentos, mirando hacia todos lados.
"Soldado verde olivo, estás en el olvido". Los parapetos en alto y las murallas de costales de arena, llenos de mirillas y puestos de combate, hacen pensar que los militares están listos para resistir un ataque. ƑDe este centenar de mujeres, niños, niñas, jóvenes y hombres que caminan diariamente, dándoles la vuelta y gritándoles exigencias, protestas y consignas?
"Zedillo firmó y luego no cumplió", gritan por las veredas que sus propias caminatas diarias pegadas a las cercas de malla cortante han trazado; 336 días seguidos de reunirse contingentes de decenas de comunidades en resistencia, caminando como Sísifos en torno de una base de operaciones que no deja de crecer. Ya ocupa cinco hectáreas, entre canchas de basquetbol, futbol y volibol, una colonia militar en forma, como en las películas de Vietnam, oficinas, letrinas y campos de prácticas.
Las tropas ocuparon estas tierras el 11 de agosto de 1999, para "proteger" la construcción de una carretera procedente de la base militar de San Quintín.
Aunque las protestas de los indígenas afectados, tanto zapatistas como de la ARIC Independiente, condujeron a que el gobierno federal declarara la suspensión de la obra, el campamento permaneció en las afueras de la comunidad Amador Hernández, rodeando el camino real y cada día más metido en la selva.
Desde entonces, las bases de apoyo del EZLN se instalaron en un plantón que diariamente hace un mitin ante las fuerzas de ocupación. Han recurrido al canto, al grito, a las mantas, a las representaciones teatrales, al baile, a los avioncitos de papel, a la llana y simple protesta, para expresar su indignación y resistencia.
Esta singular protesta es repelida hoy con la estridente cumbia Bailando de talón por el sistema de sonido instalado en las esquinas del campamento castrense.
Luego los soldados ponen un disco de Maná en el que se canta "los derechos humanos, yo por aquí no veo humanos". Ha de ser un chiste. "Tan siquiera ya no pusieron a El Tri, diario nos han estado recetando La cárcel de Santa Martha", comenta uno de los estudiantes que desde hace diez días acompañan el plantón de los zapatistas, como lo han estado haciendo diversos grupos civiles a lo largo de lo que pronto será un año.
Táctica sicológica contra los indígenas, la música hecha ruido, lo mismo Carmen o Aída que marchas militares y muzak, tiene también la función de impedir que las voces de los tzeltales lleguen a los oídos de la tropa, que se entretiene practicando deportes, mientras sus mandos vigilan la protesta.
Dentro de campamento, dos individuos vestidos de civil toman nota. Uno de ellos filma con agresiva prepotencia y se niega terminantemente a identificarse, sin siquiera molestarse en abrir la boca. Los campesinos señalan que son agentes de la PGR, con base en Ocosingo. Han amenazado a los estudiantes: "Nos vemos cuando salgan".
También señalan que cada día 20 hay un recambio de tropas aerotransportadas, de manera que al menos una parte del destacamento esté siempre fresco. De hecho, también funciona como campo de prácticas para tropas de elite. Los indígenas afirman que han visto oficiales con insignias del ejército estadunidense, pero no han encontrado cómo probarlo.
Los soldados ocupan un hermoso paraje del río, con pozas y caídas de agua, pero lo han contaminado a tal grado que ya ni ellos mismos utilizan su agua, sino que la traen entubada desde la montaña. Y han deforestado o dañado diez hectáreas de monte y selva, propiedad de ejidatarios de Amador Hernández, que han intentado ampararse en los tribunales civiles de Chiapas, sin obtener aún una resolución favorable ante la ocupación extralegal de sus tierras.
Mientras caminan su ronda cotidiana sobre el lodo, descubro que los indígenas sí portan armas. En concreto, los niños, que llevan al cuello, como collar, sus tiradoras (resorteras). Los adultos, hombres y mujeres, llevan bastones de palo. Del otro lado de los parapetos y las trincheras hay R-15 y ametralladoras. Le pregunto a un chavito pelón su nombre; duda unos segundos, y juro que dice en un susurro: "Me llamo David".