VIERNES 7 DE JULIO DE 2000
* La artista fallecida apoyó con su generosidad la fundación de La Jornada
Julia Giménez Cacho, creadora que pintaba con la ''emoción''
* Gilberto Aceves Navarro era ''un gran maestro que me daba mucha libertad'', decía
* Preparaba una exposición que será inaugurada, en Madrid, el próximo 7 de septiembre
Merry Mac Masters * La pintora Julia Giménez Cacho falleció el pasado miércoles a los 79 años, víctima de un infarto, en el Hospital Henri Donant de Cuernavaca, donde residía. Nacida en España el 21 de marzo de 1921, con el nombre de Julia García Casado, arribó a México en 1950. Y poco después se naturalizó. En 1984, la artista apoyó con su generosidad la fundación de este diario y en la actualidad preparaba una exposición que será inaugurada el próximo 7 de septiembre en el Instituto de Cultura de México en España, de Madrid.
Doña Julia decía contar siempre la misma historia. En una entrevista (La Jornada, 11-VI-96) realizada en casa de su hija, la chelista Jimena Giménez Cacho, con motivo de su exposición de óleos y pasteles sobre papel en la Galería El Angel de la ciudad de México, explicó cómo siendo una típica mamá y ama de casa llegaba acompañada de sus hijos a sus clases de música, pintura y danza sin sospechar que ella también tenía inquietudes artísticas. En aquella ocasión recordó, también, cómo una clase de esmalte que impartía la pintora Elvira Gascón le cambió el curso de su vida. Ya andaba por los 53 años y aunque le gustaba lo que ocurría en la clase, pensaba ''no saber ni poder hacer nada" fuera de las tareas del hogar.
Un día, sin embargo, en un momento de arrebato se puso a hacer una ''palomita" que, con ''mucha pena", escondió debajo de unos papeles. Quien la encontró fue la hija de Elvira y el pintor Roberto Fernández Balbuena, e informó a su mamá que quería hacerla en esmalte. Julia pensó si esa niña tan acostumbrada a ver pintura se detuvo a ver su dibujo, pues, algo había de tener la palomita. Esa aceptación la condujo a ''encerrarme en el cuarto de baño para que no me viera nadie, porque me daba mucha pena que a mi edad yo pudiera hacer esas cosas como si fuera un niño de once años, que era lo que me salía".
Entusiasmada, Julia se inscribió en un curso de diseño básico en la Casa del Lago, donde enseñaban ''rayas y puntitos". En esa época creó un cuadro ''formidable" y no le volvió a salir otro igual. Luego, pintó al óleo pero como no sabía usar los pinceles, mojaba papel de baño ųaun encerradaų, en aguarrás y en óleo, y ''lo extendía allí; salían unas transparencias muy bonitas". Para entonces empezaba a dibujar mujeres con el puro papel. Un amigo pintor, en 1976, la animó: ''Oye, Julia, esto está muy bien. ƑCómo lo haces? ƑPor qué no te lo llevas al Salón de la Plástica Mexicana donde hay un concurso de nuevos valores?" y obtuvo mención honorífica.
Ingenuidad y fortaleza
Como Julia Giménez Cacho andaba ''por los nubes", en su ''inocencia" invitó a Raquel Tibol para que viera su obra. La crítica de arte, dijo, la puso como ''camote" y le recomendó que ''fuera a aprender con los chavos a San Carlos". Ese consejo le sirvió mucho porque en la Escuela Nacional de Artes Plásticas encontró a Gilberto Aceves Navarro, ''un gran maestro para personas como yo, porque nunca me corregía y me daba mucha libertad". El taller era de dibujo al desnudo ųmodalidad que le encantabaų, pero Julia tenía problemas con las proporciones. Decía: ''Maestro, pongo el papel chiquito y no me cabe (el desnudo), lo pongo grande y tampoco". La única contestación que recibía era: ''No tengo nada que decirle, lo que tiene que hacer es trabajar". Y Julia se puso a trabajar y aprendió.
Pintaba doce horas diarias y empezó a exponer. En el momento de la entrevista le recordamos aquella muestra que ocupó dos salas del Museo de Arte Carrillo Gil en 1981. Estaba tan absorta en su ''carrera meteórica" que su matrimonio empezó a sufrir las consecuencias. ''Ya no comíamos bien, porque no me ocupaba de eso", decía. Incluso estudió escultura en cerámica con Gerda Gruber, pero ya no siguió para no estar fuera de su casa.
Julia nunca dejó de pintar. A partir de 1994 empezó a hacerlo en Cuernavaca, cuya claridad de luz cambió sus cuadros que en un principio eran oscuros. Llegó a decir que también eran más inocentes.
Siempre pintó mujeres, primero muy españolas, muy de negro con mantas. Muchos creen encontrar entre sus personajes la figura de su madre o de su tía, sin embargo, Julia las inventaba todas. Era gran admiradora de Goya y también de los expresionistas alemanes. Como pintaba con la ''emoción", recreaba su percepción del momento. Sabía que el color era su fuerte, cosa que atribuía a una mezcla de ingenuidad y fortaleza. Confesaba que sus cuadros le salían ''rápido" y que al principio eso la hacía dudar.
De acuerdo con el Diccionario Enciclopédico de México, de Humberto Musacchio, doña Julia realizó estudios de sociología y religión; diseño básico con Marcela Villaseñor en la Casa del Lago (1974), grabado con José Lascarro en el Molino de Santo Domingo (1978) y, en San Carlos, dibujo con Aceves Navarro (1979-80). Desde el 76 participaba en colectivas.
Los restos de Julia Giménez Cacho se incineraron ayer. Le sobreviven su esposo, Luis Giménez Cacho y sus hijos Luis Emilio, Julieta, Jimena, Carmen, Marisa y Daniel.