JUEVES 6 DE JULIO DE 2000
La caída del PRI
* Adolfo Sánchez Rebolledo *
Vicente Fox será el próximo presidente de la República gracias a una votación que no deja duda alguna en cuanto a su legitimidad. Podrá discutirse, como se hizo durante la campaña, si los métodos para crear esa mayoría eran o no los mejores para consolidar nuestra frágil democracia, si Fox representa una alternativa real o no, pero es indiscutible que su victoria se explica, a fin de cuentas, por una razón que hoy parece obvia: el hartazgo indeclinable de la ciudadanía hacia la política y el estilo de gobernar del PRI. Fox supo capitalizar a su favor ese sentimiento puramente negativo hasta convertirlo en la arrolladora voluntad de cambio que tomó pacíficamente las urnas el 2 de julio, haciendo añicos los resultados muy cerrados previstos por las encuestas y los cálculos de los expertos.
Aunque la derrota del PRI era un objetivo histórico de las oposiciones, difícilmente se hubiera imaginado este cambio en un escenario sin conflictos, tan civilizado, tan institucional, como el de la noche del 2 de julio. Partidos y candidatos, sin excepciones, reconocieron en la forma más clara y positiva la victoria de Fox al conocerse los primeros datos extraoficiales. El mismo Presidente de la República se adelantó para enviar un mensaje reconociendo al ''licenciado Vicente Fox Quesada'', de forma de clausurar de raíz cualquier protesta en el seno de su partido, actitud que fue seguida, tradición obliga, por las palabras de Labastida admitiendo su derrota y la legalidad del proceso que pone al PRI al borde de la extinción.
Se despejó así, democráticamente, la incertidumbre de las semanas anteriores y el país reconoció sin reservas que estábamos ante un cambio histórico. El ganador llamó a la reconciliación nacional dejando atrás las crispaciones de la campaña y el lenguaje de bravuconerías de los días recientes. Sin duda, el desempeño del Instituto Federal Electoral fue ejemplar. Por una vez, la democracia mexicana pareció una realidad y no simple hipótesis de trabajo con vistas al futuro.
Es evidente que estamos ante una nueva etapa de la vida política cuyas consecuencias apenas comenzamos a advertir. Por lo pronto, sin calar muy profundo es visible que el partido oficial, tal y como lo conocimos a lo largo del siglo XX, está hundido en una crisis de la que difícilmente logrará reponerse, sobre todo si, como ocurre ahora mismo, en vez de salir del hoyo sigue cavando más abajo. La caída electoral del PRI es el dato más importante de estos comicios, aunque las implicaciones más profundas de este hecho se irán viendo mejor mientras más nos acerquemos al cambio de gobierno.
Sin embargo, una cosa es que el PRI, tal y como lo conocimos, esté condenado por la historia a desaparecer, y otra muy diferente es que se evaporen del mapa político los intereses que éste representa. La incógnita que la nueva situación plantea es saber cómo y en dónde volverán a rearticularse esos intereses, si es que pueden hacerlo, una vez que el partido pierde su verdadera razón de ser: la Presidencia de la República, pero lo cierto es que nada pasará mientras persista en la clase política vencida el espíritu conservador y burocrático que le impide reformarse y mirar el futuro.
Es muy probable que una vez superados los intentos restauradores impulsados por la desesperación del momento, surjan de esa coalición existente aunque quebrantada, nuevas iniciativas fundacionales, tal vez algunos realineamientos importantes con otras formaciones a la izquierda y a la derecha del espectro político, incluyendo al nuevo gobierno foxista que se beneficiará de inmediato con los cuadros de la alta burocracia.
Este cambio en la relación de fuerzas en el país tendrá múltiples consecuencias sobre los demás partidos, comenzando por el PAN, que pronto tendrá que ajustar las cuentas con el foxismo.
Pero no será el único. Es probable que las demás fuerzas políticas también revelen su verdadero carácter ''transicional'', antes de que se configure un régimen de partidos que exprese plenamente la pluralidad de la sociedad mexicana requerida para la consolidación de la democracia.
La victoria de un candidato de la oposición será un paso adelante en la medida que la sociedad mexicana tome conciencia de que la democracia no resuelve todos los problemas, comenzando por las carencias innumerables de las grandes mayorías que hoy padecen las consecuencias letales de la desigualdad. La alternancia es un paso, acaso decisivo, para profundizar la reforma del Estado que está pendiente y sin la cual difícilmente entraremos en la madurez democrática. Pero nada será posible sin mantener en alto las banderas de la crítica y una estricta vigilancia de la sociedad sobre el poder. *