JUEVES 6 DE JULIO DE 2000

 


* Olga Harmony *

La reversa

Nunca creí que la caída del septuagenario marrullero y corrupto me alegrara tan poco, porque la llegada de Vicente Fox y todo lo que representa al poder me atemoriza en verdad. Zapatero a tus zapatos, he de dejar que sean los analistas políticos los que digan si la corrupción se termina, si el petróleo seguirá siendo nuestro, si la población que votó por el conservadurismo va a vivir mejor. Pero mis zapatos, aunque me queden grandes, son los del quehacer cultural y mucho me temo que al liberalismo los foxistas agreguen grandes dosis de moralina, de campañas tipo Pro Vida, homofobia ųque ya asomó la oreja en muchas de las invectivas del próximo presidente a su rival priístaų y la intolerancia. Circularon muchas anécdotas de declaraciones de Vicente Fox acerca del Nobel Carlos Fuentes y las novelas de Octavio Paz que, de ser verdaderas, mostrarían una ignorancia que se quiere disfrazar de cultura literaria, pero que podrían ser salvadas si el señor Fox se asesorara debidamente, porque lo que requiere México no es, necesariamente, un mandatario letrado. El temor de muchos de nosotros va por otras rumbos y esos rumbos son los del vuelco a la derecha que el país ha sufrido.

Para mi fortuna en estas horas que veo aciagas, soy chilanga y en la capital del país la presencia de Manuel López Obrador puede ser un debido contrapeso a la mojigatería cultural panista. A nivel nacional y de las grandes instituciones de cultura, la incógnita permanece y ojalá las negras premoniciones de gente como yo no se cumplan. Pero, como soy un año más vieja que el partido que por fin perdió el poder, me pregunto qué hizo que la gente se volcara a la derecha, o si su voto fue resultado de un impulso que respondió a la mercadotecnia. En este segundo caso, el despertar avergonzado de muchos jóvenes puede llevar a un cambio verdadero.

Pero, en el primer caso, me pregunto si haber cambiado lámparas viejas por otras más antiguas, la derechización de la sociedad en masa, no se deberá a una crisis más profunda, a la ausencia de una moral verdadera que muchos confunden con la moralina de la prohibición y la culpa. El hedonismo y la carencia de metas de muchos estratos pueden haber llevado al hartazgo a los votantes que requieren de asideros. Hay que recordar que las crisis de valores muchas veces desembocan en el fascismo o, por lo menos, en el conservadurismo extremo. La gente se quiere reconocer en un orden cuando siente que su esencia peligra y me parece terrible que algo así esté ocurriendo entre nosotros. Hay que recuperar para la izquierda muchos de esos valores.

En los últimos días vi dos escenificaciones que me perturbaron grandemente. En una de ellas, escrita y dirigida por una joven muy talentosa, el hedonismo de personajes sin sustento hace que se olviden cosas tan anticuadas como la lealtad de amigas o el amor entre las personas; el intercambio de parejas de uno y otro sexo en busca del placer y todo lo que eso entraña me preocuparon como la visión del mundo de algunos jóvenes. En la otra escenificación, y en virtud del buen desempeño de un actor, un paidófilo aparece como la víctima de un peligroso juego a que lo somete por largos años la niña de que abusara. Es verdad que lo presentado en estas obras existe, pero aceptarlas tal cual no puede ser la alternativa a la mojigatería panista. Muchos nos negamos a esta disyuntiva aunque mucho me temo que en un futuro cercano tengamos que defender de los censores obras como éstas, que en el fondo no podemos aplaudir.

En menos de un año las instituciones de la cultura artística (junto a las escuelas, los libros de texto y todos los desolados etcétera que se le ocurran al lector) estarán en manos de la reacción. El peligro es muy grande y habrá que impedir que el foxismo termine la obra de desmantelamiento de nuestra identidad que comenzaron los gobiernos priístas. Y me pregunto si en la parcela que a cada quien toca la estrechez de miras se puede combatir con la superficialidad y el hedonismo.