JUEVES 6 DE JULIO DE 2000
* Orlando Delgado *
Una hipótesis sobre la derrota priísta
La estrategia foxista funcionó: la elección se convirtió en un referéndum sobre la permanencia del partido oficial en el poder en el que, como era de esperarse, la gente mostró su deseo de cambio en el mando del país. La estrategia priísta, por su parte, no funcionó: por supuesto, no pudo convencer a nadie de que ellos representaban el cambio seguro, pero lo que realmente importa es que todos los mecanismos de coacción que instrumentaron fueron incapaces de revertir la voluntad ciudadana. Tampoco funcionó la estrategia perredista: se planteó demostrar que Fox y Labastida eran lo mismo, tratando de revertir la propuesta del voto útil y terminó en 16.5 por ciento de la votación.
Lo que resulta sorprendente es la calma de la jornada electoral y, particularmente, de esa noche; pareciera que los priístas estaban derrotados antes de que empezaran las votaciones, no por la contundencia de las preferencias electorales, sino por razones que tienen que ver con consideraciones verdaderamente estratégicas. El punto de partida público de estas decisiones estratégicas lo marcó la disputa por Bancomer, entre el banco español BBVA y Banamex; el periódico español El País (25/6/00, Negocios p.7) cabeceó su nota al respecto señalando que: "El BBVA desafió con éxito las amistades del PRI" y en el cuerpo del texto se afirma que el "proceso de fusión vivió tramos peliagudos porque el competidor del grupo español, el mexicano Banamex, fue siempre considerado la niña bonita del gubernamental Partido Revolucionario Institucional...".
Así, en España, la competencia era entre BBVA y el PRI; el resultado, como sabemos, fue que Bancomer se fusionó con el banco español, lo que significa que el intento del partido oficial de constituir un grupo financiero que controlase el 40 por ciento de los activos fracasó. En un artículo anterior (La Jornada, 15/6/00) ofrecimos un intento de explicación de las razones de la victoria del BBVA, lo que ahora agregamos es que este hecho señaló el inicio de una ruptura clara de algunos grupos de poder económico con el PRI o, por lo menos, la aprobación de su sustitución por un nuevo grupo gobernante. Dos indicadores adicionales pueden ser útiles para sostener este argumento: las declaraciones de Carlos Slim respecto precisamente a la compra de Bancomer por parte de Banamex, y la ruptura del Consejo Coordinador Empresarial con la llegada de Claudio X. González, connotado empresario filopriísta.
La declaración de Labastida de que requerían ganar con 10 puntos porcentuales de diferencia, fue entendida como el mensaje para que la maquinaria priísta acelerara su marcha y "produjese" varios millones de votos; mensaje que provocó alteraciones claras en los mercados financieros, lo que hizo ver a los capitales globalizados que el gran riesgo económico era una victoria priísta, tanto por un margen reducido como por uno amplio, ya que en ambos casos muy pocos lo hubieran creído. Además, era absolutamente claro que la propuesta económica instrumentado desde hace 18 años, con una diferencia que no es menor: el nuevo grupo en el gobierno podría llevar a cabo las transformaciones de segunda generación, con la transparencia necesaria para darle mayores posibilidades de éxito.
De este modo, para los capitales globalizados el PRI no sólo no garantizaba la posibilidad de llevar a cabo las transformaciones requeridas (privatización de los servicios públicos: limpia, agua, energía), sino que representaba riesgos claros en los costos asociados a su instrumentación. Ante esto, para ellos, siempre es mejor renovar las personas y los partidos en el poder, para mantener las políticas y conservar a buen resguardo los intereses; sobre todo porque el candidato del PRI había insistido en la necesidad de un cambio en la política salarial, abandonando a las remuneraciones como ancla nominal del proceso de abatimiento de la inflación, asumiendo compromisos concretos de aumentos salariales no sólo por arriba de la inflación observada, sino sumando los incrementos logrados en la productividad del trabajo.
Los mercados habían escogido desde antes de las elecciones: la ortodoxia neoliberal, con un nuevo ingrediente, honestidad y transparencia en la gestión gubernamental, lo que, muy probablemente, atemperará los impactos negativos de este modelo. El país ha respaldado esta elección: la era de la corrupción puede estar llegando a su término; por fin la glasnot alcanzó a la perestroika, el neoliberalismo ganó esta batalla.